Hace cuatro años y medio, mi hijo mayor nació con Síndrome de Down. Podrás preguntarte: ¿y eso qué tiene que ver conmigo? Pues mucho.
Alrededor de uno de cada 800 niños nace con esta alteración cromosómica en Guatemala. Podrás pensar que es una posibilidad muy remota. Sin embargo, es algo que le puede tocar a cualquier padre o madre de familia. Es algo que sucede y le puede suceder a cualquiera.
Fue el 25 de marzo del 2014 cuando descubrí el método que me permitiría convertirme en madre. Ese mismo día escribí a la clínica en Estados Unidos que me atendería durante nueve meses hasta que logré embarazarme. Más adelante, recibí el apoyo médico necesario durante el embarazo debido a mis antecedentes de infertilidad y otros.
Yo no sabía que en esa fecha se celebraba el Día del No Nacido, y no creo que haya sido una casualidad. Aún guardo ese primer correo electrónico que envié. Tampoco sabía que el 21 de marzo se celebraba el Día Internacional del Síndrome de Down (SD), con el objetivo de visibilizar a las personas con SD dentro de la sociedad. Ahora trabajo en ello cada año.
Mi hijo nació en septiembre, sin una gota de líquido amniótico, en una situación de urgencia. La experiencia de escuchar que se lo llevaban a Cuidados Intensivos sin saber lo que había sucedido ha sido la más difícil de mi vida. Teníamos un plan de emergencia, el cual nunca pensamos que sucedería. Pero así sucedió: mi esposo no regresó, él se fue con el niño. Tuve que confiar entre el llanto y la angustia.
Tener un hijo con una discapacidad no es sencillo. Por momentos puede ser doloroso y más que todo, desgastante. Aquellas cosas que das por sentado que van a suceder en un niño típico, se tardan una eternidad en tu hijo. Pero se aprenden cosas diferentes y en el camino se tienen que desarrollar la humildad y la paciencia. Lo lindo es que al hacer el balance, la alegría de tener a tu hijo o hija no se reduce por nada.
Entonces vienen las personas que promueven el asesinato de los niños dentro del vientre (le llaman aborto, pero es matar) y exigen leyes para que los niños con discapacidad sean detectados de manera temprana y así, poder matarlos y liberar a los padres de esa pesadilla. Les ofrecen matar a sus hijos como una “opción”. ¿Opción a qué? ¡Si la vida no es perfecta!
¿Cómo es posible que cuando a una persona le dicen que su hijo o hija en gestación tiene un problema congénito, decida matarlo? Es decir, si yo quiero ser madre, ¿por qué voy a considerar la posibilidad de matar a mi hijo? Eso no tiene sentido alguno. Para eso no queda una embarazada. Es completamente ilógico. Pero es tal el adoctrinamiento, que permiten que les arrebaten a sus mayores tesoros.
Antes de quedar embarazada, yo acepté esta condición (el SD). Cuando cuento esta historia, la gente me mira raro, pero es cierta. Yo tuve un diálogo interno. En realidad pensaba que había sido un monólogo en “modo oración”, de los cuales hago muchos y a raíz del cual había logrado hacer las paces con mi situación. Pero ese día, Dios estuvo allí.
Entre mis argumentos y unas cuantas lágrimas le expuse mi caso. También le dije que Él sabía que yo podía aceptar a un niño con discapacidad, excepto…(unas cuantas que eventualmente tuve que aceptar). Un niño con SD era una posibilidad en mi mente. No era un deseo, pero era algo con lo que estaba en paz.
Algunas veces me pregunto: ¿quién piensa estas cosas? ¿Quién habla así con Dios? La respuesta podría ser fácil: todos, cada uno a su modo, porque Dios es cercano. Pero casi no sucede así. La mayoría de personas no considera esta posibilidad.
Cada persona tiene su forma de atender su vida interior. Algunos lo hacen más, otros menos y otros la tratan de ignorar de manera consistente. Algunas personas creen en Dios y otros no. Pero todos tenemos esos diálogos internos en mayor o menor medida, especialmente, cuando nos enfrentamos a una situación difícil; en mi caso, la infertilidad.
Las dificultades de la vida siempre van a existir. Depende de nosotros cómo las vamos a enfrentar. Si esperamos perfección, vamos a vivir frustrados. Si esperamos a casarnos para ser felices, nos vamos a divorciar. Si esperamos a que nuestros hijos nos hagan felices, vamos a ser padres abusivos, al grado de optar por matarlos (abortar).
Si creemos que la mujer abusada sexualmente será redimida mediante el asesinato del hijo engendrado, la vamos a destruir por completo. Si creemos que la enfermedad o las dificultades nunca van a llegarnos, nos vamos a suicidar.
El aborto provocado no es una opción. Tristemente sí lo es en la práctica actual, pero no lo es en lo lógico, ni en lo humano, ni en lo moral, ni en nada más. Cualquiera que sea la motivación, solamente es un escape, pero no una solución. Es un crimen atroz, y en nada beneficia a los padres de las criaturas.
Tenemos que entrenarnos para enfrentar la vida; no sabemos lo que vendrá. Cualquier persona puede enfermar. Cualquier persona puede morir. Cualquier persona puede desarrollar una discapacidad. ¿Vamos a matarlos a todos? ¿Quién lo va a decidir? ¿Cuáles serán los criterios?
Te invito a reflexionar, a ver hacia adentro y descubrir nuevamente tu humanidad. La vida es como es, ¡una cajita llena de sorpresas! ¿Vas a pararte firme en tus creencias para enfrentarla o vas a dejar que otros manipulen tu cabeza? ¡Esa sí es tu decisión!
Las opiniones expresadas en este blog son propiedad del autor.
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