COLUMNA :::A CONTRACORRIENTE:::
La familia es la unidad natural y fundamental de la sociedad y está sujeta a la protección de la sociedad y el Estado.
Declaración Universal de los Derechos Humanos 1948, art. 16, sec.3
La familia, según los historiadores, es el núcleo de la civilización y la institución más antigua y duradera. Constituye el cimiento de nuestra sociedad; su fuerza y estabilidad determinan la fuerza y la estabilidad de comunidades y naciones. No ha existido una civilización duradera sin la familia, para educar y alimentar a los hijos, para formar su moralidad y transmitir los valores esenciales. Es el lugar idóneo para instruir y ejercer las virtudes de amor y sacrificio en su máxima expresión.
El doctor Viktor Frankl, psicoterapeuta y autor, describía en “El significado del amor” esta falta de sentido de la vida de la siguiente manera: “El problema de nuestro tiempo es que la gente está cautivada por un sentimiento de falta de sentido, acompañado por un sentimiento de vacío. Nuestra sociedad industrial está preparada para satisfacer todas nuestras necesidades y nuestra sociedad de consumo incluso crea necesidades para satisfacerlas después. Pero la más humana de todas las necesidades, la necesidad de ver el sentido de la vida de uno mismo, permanece insatisfecha. La gente puede tener bastante con qué vivir, pero con más frecuencia que con menos, no tienen nada por lo qué vivir”
La familia, institución social más importante de la civilización, está siendo atacada sin compasión. Los lazos familiares entre padres e hijos, abuelos y nietos, hermanos y demás, se debilitan día con día, abriendo espacio a males actuales que contaminan el desarrollo de cada individuo en la sociedad.
Si la célula básica de la civilización está enferma, ¿qué podemos esperar de la sociedad entonces?
Fuente: Amor y Familia, Mercedes Arzú de Wilson.
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