Si queremos paz, defendamos siempre la vida.

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Todos los días vemos noticias sobre la muerte de hermanos guatemaltecos inocentes a causa de la violencia. Sentimos un dolor indescriptible cuando perdemos a un ser querido. Sufrimos cuando se pierde una vida porque esto es lo más preciado que tenemos. Es lo único que no puede sustituirse, ni recuperarse. Por eso, muchas veces se escucha que una sociedad que no resguarde la vida de sus miembros está condenada a la extinción.

A pesar que la percepción de la población sigue siendo contraria, el indicador de violencia en Guatemala muestra una disminución a 31 homicidios por cada 100,000 habitantes, lo cual es muy positivo para el país. De acuerdo a un documento elaborado por el Instituto para la Economía y la Paz presentado por FUNDESA, el costo de contener la violencia en el país es de 8.7% del Producto Interno Bruto, lo cual significa US$7 mil 120 millones. Además, si tomamos como referencia la información de los últimos seis años, nos damos cuenta que la inseguridad es el principal factor que limita la atracción de nuevas inversiones. Es urgente que la falta de seguridad y justicia en el país se aborde estratégicamente, con metas concretas. Por esta razón me ha parecido muy positivo que para el ENADE 2014 se ponga en agenda de país el tema “Guate en Paz con toda Seguridad. Seguridad Ciudadana y Cultura de Convivencia”. Considero que es un enfoque integral que engloba aspectos importantes sobre la prevención de la violencia, en donde se define una ruta clara para alcanzar la paz.

Cada uno podría narrar un caso de alguien cercano que fue víctima directa de la violencia y también podríamos recordar casos que han tenido un fuerte impacto por la crueldad con que fueron ejecutados. Igualmente, estamos en la capacidad de hablar sobre todas las implicaciones la violencia tiene. Pero, ¿somos capaces de hablar sobre cómo abordar a nuestra niñez, a nuestra adolescencia y a nuestros jóvenes sobre el valor de la vida? Y la vida en todas sus etapas. Desde la concepción hasta la muerte natural.

¿Quién podrá oponerse a la defensa de la vida? La lógica nos dice que nadie, pero la realidad evidencia otra cosa. Ante la casuística, las respuestas son variadas y no siempre afirmativas. ¿Defenderías la vida de un no nacido? “Depende”, “Cada quien es libre de tomar sus decisiones”… En ocasiones incluso se llega a supeditar el valor de la vida al bienestar económico. Entonces, ¿estamos incondicionalmente a favor de la vida? Defender la vida de cualquier ser humano debe tener el mismo valor que reducir los homicidios en el país.

El derecho más fundamental exige una respuesta radical sin variantes. Si esto es fundamental para cualquier ciudadano, se hace apremiante para los jóvenes, el segmento poblacional más grande de Guatemala. Porque, por ejemplo, buscamos heredar a nuestros hijos una excelente y competitiva educación académica. Nos preocupa, por supuesto su futuro económico. Pero ¿nos preocupa también su futuro como ser humano, como ser social?

Si enseñamos a nuestra niñez que debemos defender y respetar la vida desde la concepción, estaremos heredándoles los valores que ahora se hacen tan necesarios para escapar de esta cultura de violencia: la conciencia de que todos somos iguales y que la vida vale lo mismo en cualquier ámbito social, la compasión ante la vida del más débil e indefenso, el deseo por asumir responsabilidades y tomar decisiones justas aunque estas afecten al propio “bienestar”.
Es muy importante que promovamos en la juventud no solo guatemalteca si no mundial que fomentar la convicción del valor y dignidad de la vida desde la concepción es obtener un doctorado de respeto por el otro y prevención de la violencia en todas las etapas de nuestro paso en este mundo.


Ing. Pedro Cruz.

Fotografía cortesía nuevotiempo.org

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