POR AXEL BETETA
A Dios gracias, he tenido la oportunidad de salir de Guatemala un par de veces – pero últimamente lo he hecho sin acompañante alguno. Estuve dos días en Madrid por mi cuenta, y conocí Barcelona con mi querida amiga soledad -con “s” minúscula-. Me aventuré por Moscú sin conocer a nadie y una de las mejores noches de mi vida hasta el momento, ha sido caminando por las calles de Manhattan, acompañado únicamente de mi música y mis pensamientos. Por alguna razón siempre he valorado estar solo.
Pero permítanme explicarles que también soy de esa generación que creció con amigos de papás divorciados. Soy de esa generación a la que le enseñaron que el divorcio es algo común en todo el mundo y por un momento fui partidario del divorcio exprés. Soy de esa generación que vio las series de televisión donde hablaban del matrimonio como algo temporal y cargado. Soy de esa generación que sufrió la obligación impuesta por las abuelas de ver novelas, de esas en las que el protagonista casi siempre estaba casado con una mujer interesada en su billetera, pero él se enamoraba de la secretaria/niñera/cocinera/hija del guardián, y huían juntos a un final feliz. Soy de esa generación que vió el desfile de esposos de Brittney Spears, las Kardashian y la inestable relación de Marc Anthony con JLO.
Permítanme confesar que también soy de esa generación a la que le dijeron que primero había que graduarse de la universidad y prepararse ante todo para un gran futuro profesional, pero nunca me motivaron a prepararme para mi matrimonio. Soy de esa generación a la que le vendieron la idea que el matrimonio es encontrar a alguien que te haga feliz. Soy de esa generación que compró la idea que el matrimonio es tan sólo un “contrato” y no una institución social trascendental y vital. De esos que no condenan la cohabitación y la consideran una “buena opción” antes de casarse.
Soy de la generación que se frustró cuando Chris Brander y Jamie Palomino no tuvieron “la noche esperada” en la película “Just Friends”. Y de esa generación a la que en el colegio le enseñaron sobre el uso de condones, pero nunca le hablaron sobre cómo ser un caballero y respetar a una mujer. Sí, soy de esa generación y hay muchos como yo. ¡cuán equivocados estamos!
Por años, los medios han tratado de enterrar las ventajas del matrimonio y nos las han escondido a todos. Los matrimonios de Hollywood son una retorcida versión de la realidad. Con tantos matrimonios plenos y ejemplares ¿Por qué son los malos los más publicitados?
Estudios científicos han demostrado una y otra vez las ventajas del matrimonio, y les comparto a continuación solo algunos de los datos que me sirvieron para reevaluar estos conceptos. Si les sirven a ustedes también, los exhorto a compartirlos.
- Sobre riqueza y desarrollo: Las parejas Casadas tienden a acumular más riqueza. Hay un mayor incentivo al ahorro y se hacen inversiones más rentables. Se da lugar a la creación de negocios generacionales. Los hombres y mujeres casados suelen tener más propiedades a comparación de parejas no casadas: más casas, carros, sueldos y puntos. (Ver Wicox 2005)
- Sobre violencia sexual e intrafamiliar: Es más probable que los hombres y mujeres solteros experimenten más violencia que los casados. El Abuso sexual a menores se reduce a un 1% en casos de padres casados y sube a un 19% en casos de cohabitación. (Ver ENDIREH 2006)
- Sobre salud física y mental: El hombre y la mujer solteros viven menos y padecen más enfermedades. Las parejas casadas sufren menos niveles de depresión, y salen más rápido de ella. Los hombres casados tienden a tener menos hábitos destructivos que hombres solteros (menos consumo de drogas, alcohol y pornografía). También tienen menos riesgos de contagiarse de enfermedades de transmisión sexual. El hombre y la mujer unidos en matrimonio gozan de mayor felicidad y tienen una menor probabilidad de terminar en o regresar a la pobreza. (Ver Turner 2003)
Claramente hay más beneficios que desventajas en el matrimonio. ¿Por qué seguir surfeando en la ola de los equivocados? Llego la hora en la que reconozcamos el valor del matrimonio en la sociedad y lo coloquemos de nuevo donde pertenece – en un lugar de honra y estima.
Termino con una reflexión que publicó un amigo: “El matrimonio no es sólo una plataforma de auto-realización o amor romántico. Es un compromiso para toda la vida para el bien de otra persona. Es también tu proyecto para el mundo: tu mayor posible contribución para el futuro es tu familia, no tu ocupación.” (Josh Craddock, My Alternative Lifestyle as a Married Millenial)
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Yo también fui de esas! Y no hubiera podido expresar mejor la terrible situación de presión a la que la sociedad ha sometido por años a nuestros jóvenes a quiénes nadie más les ha dado tan activamente la otra versión!! Felicitaciones por el artículo!
Excelente artículo. Yo no soy de esa generación, y no he dejado de sentir de los años 90 para acá unas como patadas en el corazón al ver las ficciones Hollywood que, como en un terrible pacto secreto, decidieron inundar las pantallas grandes y chicas de dramas hermosos para exaltar y promover las actitudes egocentristas en busca del placer y la autoafirmación como liberación de todo consejo o lección de padres, maestros y mayores en general. Especialmente me ha golpeado que todas las ficciones presentan como normal que los adolescentes irrespeten e insulten a sus padres, y que los padres, deban agachar la cabeza y comprender ese comportamiento como normal o bueno en la adolescencia. Yo notaba eso, porque vi el cambio de la generación, pero para los adolescentes y para los nuevos padres sin valores firmes era visto como normal esta falta de respeto y esa rotura de la transmisión de costumbres y tradiciones de padres a hijos. Muchas cadenas de sucesión se han roto y muchos andan hoy sin saber qué son, en crisis de identidad cultural y moral, con la emoción como la única directriz de su vida. Hoy es más importante que nunca hablar con la vida, vivir los valores que han hecho grande a la cultura cristiana occidental, basada en la razón y en las virtudes.