Por María Reneé Estrada.
De nosotras las “¡pobres mujeres!” argumentan que crecemos aspirando al “amor” que nos venden las princesas de Disney y el famoso -pero poco conocido en la vida real- Príncipe Azul ¿pero y qué tal de la idea de “amor” con la que crecen muchas personas por culpa de la pornografía?
Me pregunto ¿de qué sirve pelear por los derechos de la mujer si me quedo callado con respecto a la pornografía? ¿Cuánto esfuerzo será en vano si al mismo tiempo que se construye un diálogo sobre la equidad de derechos entre hombres y mujeres, crece el silencio con respecto al abuso que vive muchísima gente en esa industria millonaria?
La pornografía es una de las industrias más poderosas y rentables en el mundo actualmente (en Estados Unidos genera más que la NBA[1]), y muchas personas argumentan que es una opción de tipo personal y naturaleza aceptable (“es normal, es una necesidad del ser humano” diiiicen). Pero si por un momento decidimos aterrizar en la realidad y descender de la nube de lo «pseudo-placentero», todos deberíamos tener una razón para ser «anti-porno»: La pornografía es la fuerza más degradante contra la mujer. ¿Por qué? Reduce a la mujer a un objeto placentero para el típico hombre machista; la mujer en sí no vale nada, lo que vale es el placer que le provoca al hombre. Y aunque muchos me salgan con la cantaleta que las mujeres que son parte de la industria están por decisión propia, esto no es completamente cierto.
Por otro lado las externalidades de la pornografía alcanzan también a los hombres (si, ¡a vos también!). ¿Cómo así? El hombre también es víctima de la prisión de una cultura que promueve la cosificación de la persona, el abuso y el descarte. ¿Y qué hay de las mujeres amantes de la porno? ¿Están buscando igualdad a través de la reducción y cosificación de la imagen masculina? Considero, como mujer, que podemos luchar por la equidad de género de una forma mucho más constructiva que denigrándonos unos a otros (exigiendo igualdad de oportunidades laborales y salariales con base en capacidades, por ejemplo).
No sé si sabían pero el uso de la pornografía también tiene vínculos directos con el acoso y abuso sexual, disminución de la satisfacción/función sexual y de la atracción a parejas “reales” (hay quienes la catalogan como una droga[2]). La imagen que busca proyectar normalmente está repleta de atractivo y encanto, sin embargo la cruda y oscura realidad detrás de cámaras (drogas, violencia, enfermedades, abortos, soledad, tráfico de personas, etc.) es completamente distinta.
La pornografía proyecta a la persona -especialmente a la mujer- como objeto de consumo y gratificación sexual, tan barata e inmemorable como una pizza de bolsita. También es bastante evidente que la perspectiva de la industria es indudablemente bastante machista/ patriarcal. La trama, el enfoque y hasta las tomas de la cámara apuntan hacia lugares con los que los hombres fantasean sexualmente, reduciendo la belleza femenina a un pedazo de carne cualquiera. Evidentemente no podemos generalizar en este tema ya que la porno para mujeres está creciendo masivamente; es tan incoherente el asunto que las mismas feministas que se golpean el pecho exigiendo sus derechos o manifestándose en contra del acoso sexual, son las mismas que hicieron de 50 Shades of Grey un best-seller mundial.
Y es que la cosificación sexual que promueve, e intenta normalizar, la pornografía, juega un papel elemental en la propagación de la violencia contra la mujer que se vive a diario en el mundo (¡Hola Guatemala!).
Entonces, pienso que es tiempo que por un momento nos abramos a un debate racional, prestemos atención y reflexionemos sobre la «porno». ¿Hasta dónde estamos dispuestos a llegar por erradicar la violencia contra la mujer, la violencia contra el ser humano en general? ¿O es que cuando los feministas ya se topan con este tipo de temas, la bandera de la violencia ya no les suena igual? ¿Los incomoda? ¿Los involucra? ¿Están en contra de aquello pero no de esto? Sinceramente, ¡dejémonos de pajas!
[1] RICH, FRANK (2001): “Naked Capitalists: There’s No Business Like Porn Business”. New York Times Magazine, 20 de mayo.
[2] PORN HARMS IN 3 WAYS: http://www.fightthenewdrug.org/porn-affects-your-behavior/
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