Por Marieandré González
Intrigada por tan natural respuesta, investigue acerca de lo que sucede en el cuerpo de una madre embarazada. Lo que descubrí es que, desde el momento de la concepción, hay una comunicación entre ella y su hijo que les permite formar ese vínculo tan hermoso. Lo que sucede a partir de ese instante es que él bebe envía una señal molecular a su madre, iniciando la comunicación al indicarle que ahí está. Así, ella empieza a cuidar de él, enviándole los nutrientes necesarios para que sobreviva durante su recorrido de 5 días a través de las trompas de Falopio.
Debido a que solamente el 50% del ADN se hereda de la madre y el otro 50% es del padre, el cuerpo no reconoce al bebé como parte de él. Por medio de la comunicación molecular entre la madre y su hijo, este le hace saber que, a pesar de ser ajeno a ella, no es una amenaza. El sistema inmunológico de la madre reconoce entonces, que no debe actuar en contra de la nueva vida que ella lleva en su vientre. Así el bebé, que no es parte del cuerpo de su madre, puede habitar en el útero mientras ella lo alimenta y protege. El útero debería convierte entonces, en el lugar más seguro que este bebé puede habitar. No es casualidad entonces, que años más tarde, sean los brazos de una madre el lugar más acogedor y seguro para sus hijos.
Pasan las semanas y él bebe crece lo suficiente para tener su primer latido del corazón. Él bebe es tan cercano a su madre, que, si ella mantiene una respiración rítmica, sus latidos cardiacos se sincronizan, creando una armoniosa melodía de amor. Se han realizado estudios con madres y sus hijos a los 3 meses de edad, que demuestran que, al compartir una sonrisa y una mirada, sus latidos vuelven a sincronizarse.
Él bebe sigue su desarrollo, hasta que su madre puede sentir sus movimientos y logra reconocer que nunca está sola. Cuando la madre siente a su hijo, se libera oxitocina, y con ello viene el superpoder de la sabiduría biológica para conocer las necesidades de su hijo y poder satisfacerlas. Él bebé reconoce la voz de su madre y al escucharla se alegra tanto que aumenta su ritmo cardiaco. Así se fortalece cada vez más este vínculo.
Lo más hermoso del vínculo filial es que no solo la madre cuida de su hijo, sino que él también cuida de su madre. A partir de la cuarta semana, el bebé traspasa células al cuerpo de su madre. Estas células pueden guardarse en la médula ósea o dirigirse a tejidos específicos. Debido a que son más jóvenes, pueden rejuvenecer el tejido de la madre y colaborar con las células madre en su función regenerativa. A este fenómeno se le conoce como “microquimerismo”.
Finalmente, luego de 9 meses de emociones y cambios en su cuerpo, la madre puede ver al pequeño o pequeña que la acompaño y enamoro aún antes de siquiera verse. Puede notarse el amor que comparten solo con la mirada, un amor de aquellos que duran para siempre y que sobreviven hasta las más grandes tormentas. Este vínculo empieza a formarse desde la concepción y nunca termina, pues ella siempre sigue cuidando de nosotros y nosotros siempre intentaremos cuidar de ella cuando lo necesite.
Gracias mamá porque, aunque yo no recuerde los primeros momentos de nuestra relación, sé que para ti, son tesoros invaluables. Te amo.
Referencias:
Feldman, R., Margori-Cohen, R., Galilli, G., Singer, M., & Louzoun, Y. (2011, December). Mother and infant coordinate heart rhythms through episodes of interaction synchrony. Infant Behavior and Development, 34(4), 59-577. López Moratalla, Natalia; (2009). COMUNICACIÓN MATERNO-FILIAL EN EL EMBARAZO. Cuadernos de Bioética, Septiembre-Diciembre, 303-315.
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