¿Qué paso en la mesa de Mujer durante la OEA?

“Mujer”. Fue lo único que dijo la señora que me atendió cuando recogí mi acreditación para participar en la 46 Asamblea General de la Organización de Estados Americanos. 

Por Marieandré Gonzalez Pennington

La Mesa de Trabajo de Derechos de la Mujer seria el lugar donde la sociedad civil discutiría los problemas que considera más pertinentes en lo referente a los derechos de la mujer en América. Esa noche escribí un pequeño párrafo hablando del acceso a anticonceptivos y como la mujer debería de tener derecho a ser informada de los riesgos que corre con su uso y de los métodos alternativos (métodos naturales de planificación familiar) que existen. Después de todo, una decisión libre involucra conocer las consecuencias que puede tener cada una de mis posibles elecciones.

​Entrar al salón designado para esta mesa de trabajo, era también sumergirse en un ambiente hostil y tenso… muy parecido al de un salón de matemática el día del examen final. Por supuesto que aquí no era solo un curso lo que estaba en juego, sino la defensa de la vida y la verdad. A los pocos minutos entro la “moderadora”, que ni podía moderar su mesa, ni podía mantenerse imparcial. Se presentó e impuso a la relatora; ambas amigas y defensoras de los mal llamados derechos sexuales y reproductivos.

Como regresando al colegio, la modalidad de trabajo consistía en pedir la palabra para acceder a 3 minutos de libertad de expresión. Era muy molesto que cada vez que una persona hablaba en defensa de la vida y la familia, fuera interrumpida por alguien que, si no respeta la vida, definitivamente no sabe respetar la libertad de expresión. La interrupción era constante. Al cabo de un tiempo y después de que varias personas intentaran aprovechar sus cortos 3 minutos de libertad de expresión, el ambiente se puso más hostil. Empezaron a salir comentarios acerca de porque había hombres opinando en la mesa de mujer, de porque mujeres ricas hablaban en nombre de las pobres y porque mujeres de una raza hablaban en nombre de las de otra. ¿La moderadora? Intentaba controlar la situación, pero ni sus “amigas”, a quienes cabe mencionar que conocía por nombre y apellido, le hacían caso.

La situación se salió por completo de control, cuando un hombre abiertamente defensor de la vida, que haciendo uso de su derecho a participar, entro en esta sala y el 90% de las mujeres ahí presentes se levantaron a gritarle porque él no tenía derecho de estar ahí. El espectáculo duro alrededor de 5 minutos y culmino cuando la persona encargada de la OEA entro a poner orden. Estoy decepcionada verdaderamente que quienes nos tachan de intolerantes por no promover ideas dañinas que no tienen base científica real ahora limiten la libertad de expresión sin siquiera un poco de vergüenza.

Cuando llego el momento de presentar las conclusiones finales, se dividieron en dos ya que en la mesa se marcaban por completo dos posturas completamente distintas. La primera postura, que la moderadora llamo como “suya”, hablaba de: Derecho al aborto, Derecho a la fertilización in vitro para parejas homosexuales, Derecho al acceso a anticonceptivos y preservativos, Derecho a vender su cuerpo -si, hablando de la prostitución-, ley de paridad, entre otras cosas. La “otra” postura, fue como la moderadora etiqueto, a la postura próvida.

En esta parte del documento se hablaba principalmente de la apreciación de la naturaleza de la mujer, su papel fundamental e insustituible en la familia y como transmisora de vida; ya que esto la convierte en eje de desarrollo sostenible. Se plantea el respeto a la dignidad humana como partida de otros derechos, como lo son el derecho de una mujer a la educación y que incluye también a ser educada acerca de métodos que le permitan conocer su cuerpo para un sano control de su fertilidad, del síndrome post aborto y consecuencias del uso de anticonceptivos; el derecho a no ser discriminada por su estado de gestación. El derecho de los padres a educar a sus hijos, el derecho a que se promuevan políticas de conciliación entre la vida familiar y laboral para que ambos padres sean parte de la vida de sus hijos y la mujer pueda participar activamente en los entornos social, político y económico de la sociedad. Se define como violencia contra la mujer la explotación sexual de la mujer, el aborto y su imposición.

Me siento orgullosa de haber trabajado con personas heroicas que no tienen miedo de levantarse en nombre de la defensa de la vida y la familia, los exhorto a seguir en la lucha. Me atrevo a invitar a todos a sumarse a la batalla, y asegurarles que no se defraudarán, porque en esta guerra abunda la alegría en medio de la tristeza y frustración; la valentía en medio del miedo y sobre todo el bien en medio del mal

No Comments

  1. Alejandro Berganza-
    13 julio, 2016 at 4:36 pm

    Es impresionante la lección que se extrae del relato de esta experiencia. Los activistas de la ideología LGBT practicada por una minoría que no pasa del 3 %, según el Centro de Control de Enfermedades del Gobierno de EE UU, se han hecho de un poder aplastante. Imponen sus moderadores en mesas continentales de discusión, y se atreven a listar las prácticas de su ideología sumamente minoritaria como derechos humanos, y logran éxito en una medida que desdice los principios de toda democracia. ¿Cómo ha logrado esta minoría ideológica hacerse de tantos recursos y de tanto poder para someter instituciones? ¿Quién los financia? ¿Por qué? ¿Qué valor hay para la especie humana en la actividad sexual LGBT practicada con el único fin de lograr placer individual sin absolutamente ninguna trascendencia para la especie? ¿Quién y por qué promueve el placer carnal como valor supremo y fuente de derecho? Más vale que pensemos a tiempo y que pongamos los remedios que correspondan, antes de que la humanidad caiga en las manos de esta ideología minoritaria que promueve el aborto, la promiscuidad sexual como normal, la destrucción de la familia tradicional y que los niños sean tomados como objetos de derechos de terceros extraños. Estamos a tiempo.