En la tribu Babemba de Sudáfrica, cuando una persona actúa de manera irresponsable o injusta, se le coloca en el centro de un circulo, rodeado por toda la gente del pueblo.

​Por Amalia de Arenas.
Todo el trabajo se detiene, y acuden todos los miembros de la tribu a lo que podría parecer un juicio. Pero lo que sigue es sorprendente, pues uno a uno, los presentes enumeran en voz alta todos los atributos del acusado, las cosas buenas que ha hecho, sus virtudes y cada incidente o experiencia valiosa que pueden recordar. Todas sus fortalezas y bondades se recitan y no está permitido fabricar o exagerar historias. La ceremonia puede llegar a durar días, pero cuando termina, todos celebran y abrazan a la persona acusada, haciéndole saber que si él lo desea, puede ser bienvenido nuevamente a la tribu.  

​Leer sobre esta práctica me llevó a pensar en mis tres hijos, los métodos de crianza y las lecciones que aprenden con ellos. En mi caso, que fui criada en los setentas, mi mamá todavía usaba el cincho y mi papá los gritos. Pero yo juré nunca pegarle a mis hijos, sabía que la violencia física no era una manera efectiva de educar. Yo –con gran orgullo, solía decir- “solo debo contar a tres” y ellos saben que van “a la esquina”. ¡O cuán perdido andaba el norte!

Y qué pasa cuando los mandamos a la esquina, se preguntarán. Pues hable con una psicóloga y su respuesta fue tan sencilla que por poco y ya la sabía. “Para empezar habría que distinguir el significado del castigo que estamos imponiendo, que para un niño no será “un tiempo para meditar” sino específicamente: aislamiento o rechazo”, empezó.  

“Incluso cuando se presenta de una manera paciente y cariñosa, el aislamiento les enseña que cuando cometen un error, aunque se arrepientan, serán obligados a resolver sus emociones solos. Es básicamente un rechazo, donde estás diciéndoles que cuando no actúan como tu esperas, no quieres tener nada que ver con ellos. El problema es que los niños tienen una profunda necesidad de conexión”.  

Sus declaraciones me hicieron mucho sentido. Está claro que cuando yo sufro un momento de angustia, busco la compañía de quienes se preocupan por mi, el desahogo es importantísimo.

Decidí investigar mas a profundidad y encontré que tras décadas de investigación, se encontró que cuando la respuesta de los padres es aislar al niño, una necesidad psicológica instintiva del niño no es satisfecha y se sobrecargan emocionalmente. De hecho, las imágenes cerebrales muestran que la experiencia del dolor causada por el “rechazo” se ve muy similar a la experiencia del dolor físico en términos de actividad cerebral.

Por encima de todo, los tiempos de espera son generalmente ineficaces para lograr objetivos de disciplina, cambios de comportamiento, el desarrollo de habilidades de autorregulación y comprensión de sus emociones. El mal comportamiento es a menudo un grito de ayuda o intento de conexión, ¿Porqué no aprovecharlo? ¿Porqué perder una oportunidad para construir empatía y la habilidad para resolver los problemas?

Definitivamente establecer límites claros al tiempo correcto servirán de mucho, una comunicación efectiva también es necesaria. Démosle a nuestros hijos la oportunidad de practicar la responsabilidad de tomar las decisiones correctas, pues eso les servirá toda la vida. Aquí las pocas claves que puedo dar desde mi propia experiencia –porque sigo aprendiendo-.

  • La próxima vez que necesite ejercer disciplina, considere el “al sofá” y vayan juntos. Tome el tiempo necesario para ayudarle a calmarse, un abrazo o mirarlo a los ojos mientras habla. Me ha funcionado a mi, incluso con mi hija de la mordida feroz. Forjar una conexión amorosa será extremadamente valioso para ellos. Después de que haya terminado la tempestad y cedido las lágrimas de cocodrilo, puede ayudarle a reflexionar sobre su comportamiento, llevarlo a entender y no obedecer “solo porque yo digo”. Aún más importante, llevarlo a enmendar su error si es posible, a pedir perdón si ha ofendido a alguien y ayudarle a decidir que no quiere volverlo a hacer. Que quede claro, establecer esta conexión no es lo mismo que malcriarlos ni minimizar las actitudes indebidas.
  • Además, mi amiga – y ella si es experta-, me dijo lo siguiente, “Ayúdale a comprender sus emociones y recordarle que son tesoros y son normales, pero que es necesario saber reconocerlas para tener control sobre ellas, pues sino no nos dominan”. Esto, obviamente, lo entenderán con el tiempo. No se entusiasmen demasiado con los chiquitos porque al menos la mía, que tiene tres, no pareció ponerle mucho coco.
  • Algunas generalidades que aprendimos en casa fueron aprender a reconocer las señales de advertencia y encontrar el momento oportuno para el diálogo. Y una cosa muy importante es no negociar ni comprar el buen comportamiento ¡Nunca se olvidarán de eso!
  • Para finalizar, dos frases chillonas: “La constancia es clave” y “La práctica hace al experto”. Los niños vienen equipados con un radar para detectar inconsistencias e incoherencias y nuevamente ¡nunca se olvidarán! La buena noticia es que si hacemos correctamente las cosas, solo reforzaremos nuestras relaciones y la confianza.

Terminaré diciendo que éste es un esfuerzo de ambos padres, que como en todo, deben trabajar en equipo. Y para aliviar un poco el peso de estas responsabilidades, les aseguro que al final del día, aunque puede que todavía necesitemos un vaso alto de vino, con toda certeza podremos saborearlo mejor sabiendo que hemos hecho nuestro mejor esfuerzo.

No Comments

  1. Norma Padilla-
    10 julio, 2016 at 12:33 pm

    Muy interesante su publicación. Cuantos errores ue cometido enviando a mi hijo al muro y sin resultados….
    Gracias, me ha gustado para ponerlo en práctica y sé que será muy difícil xq la paciencia no es mi virtud, pero quiero hacerlo x amor a mis hijos.

  2. Luis-
    16 julio, 2016 at 7:53 pm

    Me parece inconcistente que utilizemos el abrazo luego de una conducta inadecuada en el niño, esto puede reforzar o confundir el mensaje que se quiere transmitir cuando se corrige.

  3. Nelson-
    5 agosto, 2016 at 7:00 am

    El abrazo es para ayudarle al niño a que se calme y luego se habla con él sobre su comportamiento y si es del caso se establece un correctivo pues el abrazo en si mismo no es un premio sino que es un mecanismo que también le permite al niño entender que su padre o madre lo siguen queriendo, pero que debe asumir la consecuencia de sus actos.