Cambiando joyas por espejos

Indignarse por que nos quieran “ver la cara” no soluciona nada. La reflexión en cambio, nos lleva a la realización que está en nuestro poder el dejarnos o no.

Marijú Sosa de Zea
Creo que no hay ningún guatemalteco que no conoce la famosa leyenda que afirma que al llegar los españoles a América, y darse cuenta de las riquezas que había, optaron por “negociar” o intercambiar espejos por alhajas. A muchos, recuerdo, nos parecía un engaño terrible, al menos a mí me indignaba enormemente saber que a mi gente, a mis antepasados – y lo digo con orgullo y plena certeza de quien se sabe chapina desde sus raíces- los engañaron con una baratija.
 
Y aunque es fácil pensar, sin querer, que quizá los nuestros eran menos avanzados y por ende fáciles presas, “por ignorantes”. pero con el paso de los años y profundizando más detenidamente en la historia, con un poco de más criterio, se va descubriendo que lo que para nosotros hoy es un simple artículo de vanidad o de uso cotidiano para ayudarse en la higiene personal, antes fue un gran descubrimiento, como quizá lo fue, en su momento, la rueda, la escritura u otra herramienta que ahora damos por sentado que existe. Eso me ayudó a comprender  que la injusticia en el intercambio no fue culpa de nuestros antepasados, pues no estaban obligados a saber la diferencia, el valor. Era fácil entonces cambiar de bando y pensar que los culpables eran estas personas de “mala entraña”, que en su codicia y ambición de poder, lujos y riqueza, con mala fe, se aprovecharon de la ignorancia de unos para lograr su cometido.
 
La ignorancia, aunque explicaba en aquel entonces tal atrocidad y aprovechamiento, ya no es válida o, al menos, tiene muchas posibilidades de dejar de ser vigente en la actualidad pues tenemos vastas herramientas y fuentes que nos permiten de manera adecuada profundizar en diversos temas y llegar a la verdad de las cosas. El único criterio sería el de consultar, con rectitud de intención, a quien debemos, sabiendo que tendrá las herramientas y respuestas necesarias. Pues quién quiera saber de matemáticas no consulta un libro de cocina o quién se aventura en la construcción de un edificio no se lo encarga a un psicólogo.
 
Hoy en día, en pleno siglo XXI – como a muchos les gusta decir – nos siguen queriendo hacer lo mismo a los chapines. En palabras de mi abuelita: “¡Nos quieren seguir dando atol con el dedo!”. Pero está en nosotros si nos dejamos. 
No hay año de elecciones que no nos quieran comprar con todo tipo de regalos, desde cachuchas, guacales y canciones jocosas. Pero al poco tiempo, cuando se han salido con la suya, nos pasarán factura. Y así pasa regularmente, tanto con políticos como con modas, cosas que serán pasajeras. Ahora el peligro está en ideologías que nos venden como pastillas “trague fácil” pero que cobrarán nuestro futuro minando nuestra cultura y eso no es pasajero.

Yo hoy no puedo quedarme callada. Veo con tristeza que a pesar de tener a mano muchos medios, seguimos desinformados y de alguna manera seguimos también permitiendo que a base de engaños, organismos y organizaciones internacionales nos quieran envolver y poco a poco nos separen de nuestros valores. ¿Lo último? La EIS, o “Educación” “Integral” en Sexualidad, que al final termina siendo mas bien un adoctrinamiento hipersexualizado de la infancia.
 
Algunos ya tenemos los ojos sobre los lobos vestidos de oveja, los que quieren conseguir nuestras joyas con mentiras, con sentimentalismos mal intencionados, buscando favorecer intereses particulares sin importar los daños colaterales y efectos secundarios. Sabemos que nuestra gente es capaz de alzar la voz y ponerle un “hasta aquí” a la injusticia y corrupción. Y nos levantaremos nuevamente porque están corrompiendo nuestra fibra moral, nuestras familias, a nuestros hijos y nietos. Pero ojalá no sea muy tarde.
 
¡Comparte y que todos se enteren!

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