Por José Javier Gálvez
Y esa mañana, el plato fuerte se serviría temprano. El público recibió a Stephanie Gray con una ovación generalizada que erizaba la piel. Y no podía ser de otra forma, siendo ella quien es.
La canadiense, que dirige un mensaje poderosísimo de forma contundente, lo hizo de nuevo. Su conferencia, bajo el nombre de “Claves para ganar el debate pro vida” fue mucho más que eso. Ella lo ha dicho siempre, y quien la ha visto en vivo o por lo menos en video podrá confirmarlo: es la filosofía y la ciencia en una innegable fuente de verdades que atañen a la existencia humana.
El pensamiento Pro Vida podrá estar hoy en tela de juicio. Y lo habrá estado seguramente desde hace mucho tiempo. Pero cuando hay eso, ciencia y filosofía, y además testimonios de vida, estudios antropológicos, psicológicos y sociológicos, por más que se niegue una verdad, esta seguirá siendo eso: verdad.
Y ahí reside la clave del éxito de Stephanie: la defensa de la vida, si quiere ser llamada extremista, pues es defenderla para todos, por igual, y hasta el extremo. Hasta el extremo porque en la sociedad de hoy, resulta más común poner por delante el sentimentalismo flojo e irracional que la vida; resulta más común el adoctrinamiento totalitario que la vida en libertad.
Por eso, figuras como la de Stephanie dan un nuevo aire a la lucha por la vida. Aquí, en Latinoamérica y en todo el mundo.
Todos recordamos sus palabras durante el Congreso, su voz suave pero segura, sin titubear ni vacilar, porque para lo que es verdad no se vacila ni titubea, en defensa de quienes no pueden defenderse, y con la certeza de los años de trabajo que la respaldan.
Lo excepcionalmente humano de sus presentaciones reside en su propia experiencia, precisamente. Desde la misma, Stephanie resalta que la vida en sus mínimos detalles, debe ser amada para conocerse, y al conocerse no puede más que ser defendida desde lo más profundo del ser. Nadie que conozca la vida podrá dejar de amarla y ahí se desmoronan los planteamientos abortistas. Y es que habrán valores infinitos, pero no sin una jerarquía, en la que la vida, al ser amada, desata todo lo demás.
Ahora, varias semanas después del Congreso y de la visita de Stephanie a Guatemala, no puede ser infructífera su lucha, nuestra lucha. Para luchar, pues eso: amar la vida en toda circunstancia, para conocerla, para defenderla.
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