A medida que fui creciendo, las influencias en la tele, el colegio y comentarios de mujeres que admiraba me fueron alejando de mis sueños de ser una mamá y científica….Como mujeres, no deberíamos de tener que escoger entre nuestros sueños profesionales o tener una familia.

Por Marieandre González Pennington 

Desde pequeña he tenido un característico amor por la ciencia. Recuerdo que jugaba de “hacer medicinas” y después le pedía a la señora que trabajaba en mi casa que se las diera a mi bisabuela para que nunca se enfermara. También jugaba por horas de mamá con mis muñecas y disfrutaba mucho jugar a tenerlo todo.
A medida que fui creciendo, las influencias en la tele, el colegio y comentarios de mujeres que admiraba me fueron alejando de mis sueños de ser una mamá y científica. Es preocupante escuchar comentarios como: “A las mujeres no les va bien en la ciencia, eso es de hombres”, “No te conformes con ser mamá, hace algo más con tu vida”, “Si querés ser alguien en tu vida profesional, es mejor no tener hijos” o “Ella solo es ama de casa, no trabaja”. Todo este tipo de comentarios solamente genera el sentimiento que una mujer no puede hacer lo que se propone, que ser mamá no vale la pena y que dedicarse a las tareas del hogar y la familia no tiene valor. Esto genera que las niñas crezcan inconformes con ellas mismas y con su feminidad.
 
Con ese peso encima, a los 16 años, ya había planeado mi vida entera: nunca tendría hijos, porque solo serían un estorbo en mi vida profesional; y no sería científica, porque la ciencia no es para mujeres, yo iba a ser diseñadora de modas.
 
Pero la vida da muchas vueltas y los planes cambian, ya que voy rumbo a cumplir mi sueño de la infancia. Estoy en mis últimos semestres de Licenciatura en Química en la Universidad del Valle y me gustaría algún día formar una familia. En el último año de colegio mi mama me inscribió en un curso de diseño de modas a pesar que ella siempre admiró mi gusto por la ciencia y estaba convencida que eso sería lo que me haría feliz. Semanas más tarde me di cuenta que no era lo mío y decidí hacer lo que en verdad me apasionaba. En mi segundo año de universidad aprendí que el éxito académico y profesional no lo es todo. Descubrí que, si no me permitía abrir mi corazón a una familia, nunca aprendería a amar plenamente y sin amor, nadie es feliz.
 
Me decepciona que muchas de las mujeres que admiraba en mi vida, incluso maestras de ciencias en el colegio, no me apoyaron en mi sueño por la ciencia y la maternidad. Creo firmemente que, para verdaderamente empoderar a las mujeres, se debe de fomentar que todas hagamos lo que realmente nos apasiona; sea ciencia, arte o humanidad. También se debe promover el valor del trabajo en casa, ya que, si las personas valemos tanto, el que una mujer se dedique a servir a su familia o a la de alguien más, lejos de ser “poco” es de las labores más valiosas que existen ya que influye de una manera única e incomparable en la vida de futuras generaciones. Las mujeres podemos aportar de una manera única a cada una de estas áreas y es una gran pérdida para el mundo cuando se le permite hacer lo que su corazón más ansía.
 
Como mujeres, no deberíamos de tener que escoger entre nuestros sueños profesionales o tener una familia. Debemos luchar por que se reconozca el trabajo en el hogar como una tarea valiosa, que se valore el esfuerzo de las madres que trabajan  para que se sientan apoyadas por su gran esfuerzo. También es muy importante que como empleador se tenga en consideración el balance con entre la familia y el trabajo  y finalmente como madres, siempre apoyar incondicionalmente los sueños de las hijas y hacerles saber que el trabajo y la maternidad no son mutuamente excluyentes.  

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