Yo era aquel padre que me decía; me falta alegría, me falta tiempo, me faltan las fuerzas luego de una jornada agotadora en esta sociedad que a ritmo vertiginoso absorbe nuestra fuerza. Sin embargo los mejores partidos de futbol son los que se juegan cansados, como cuando subimos un volcán, el cansancio se hace cada vez más pesado al punto de dar suspiros al caminar, pero al final al llegar a la cumbre, la alegría y satisfacción es incomparable.
Efectivamente se convierte en arte, en estrategia, en maniobras para compartir tiempo efectivo con los hijos, pero el motor que debe de mover esa entrega debe ser el amor. Para llegar a ese fuerte lazo de amor debemos de guiarnos por conocer bien a nuestros hijos; sus gustos y aficiones, lo que les agrada, sus temores, sus ilusiones, lo que les apasiona. De acá la interrogante ¿que tanto conocemos a nuestros hijos? Me alegra cuando coincidimos con mi esposa la frase; a mi hijo y a mi hija… eso le va a gustar muchísimo.
Que bien conocían nuestros padres que a pesar del cansancio nos preparaban nuestro platillo favorito, o el fin de semana organizaban un paseo al lugar que nos gustaba acudir. El amor de los padres no tiene fronteras, es dar siempre todo con amor porque desde pequeños el amor se cultiva con dedicación.
El canto de las aves sigue porque anuncia el atardecer… cuando llegamos a reflexionar sobre el amor exploramos los momentos de unión, aquellos cultivados desde los desvelos por él bebe que pide leche en la madrugada hasta las noches en vela cuando los hijos se enferman.
¿A quién de los hijos quieres más? Al que está de viaje mientras vuelve, a que estudia mientras se gradúa, al que está en apuros mientras lo resuelve, al que llora mientras se calma, al que está enfermo mientras se cura.
Imagen: http://www.freepik.com/free-photo/family-spending-time-together_856019.htm
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