#BuzónDeMamá: Misión cumplida

Este artículo pertenece a #BuzónDeMamá; una serie de reflexiones escritas por madres para madres sobre lo que significa tan loable labor. 


Hola. Hoy quiero contarte un poco de mi historia. Tengo la dicha de ser mamá de cuatro, tres a los que puedo abrazar con mis brazos y uno que no vi nacer pero abrazo con mi corazón. 

Hace unos días mi hija me trajo la invitación de la celebración del Día de la Madre en su colegio. Cuando la recibí pensé: “¿festejar a la mamá para darle gracias por lo que hace por sus hijos?”.  Pues bien, los actos de agradecimiento son buenos y las madres definitivamente hacemos mucho en la vida de nuestros hijos, pero para ser honestos, si de agradecer se trata debiéramos darle una vuelta completa a la celebración, y es que en el Día de las Madres es a ellos a quien se les debe de agradecer. 

Cuando te vuelves mamá tu corazón se ensancha, te haces más humano, más sensible, aprendes a salir de ti misma para estar atenta a las necesidades de los demás, sacas fuerza de donde ni te imaginabas, aprecias más la vida como cuando ves en un garabato una obra de arte, te esfuerzas por ser una mejor persona. En definitiva, ser mamá te hace crecer.

Antes de ser mamá jamás imaginé que podría limpiar mocos, diarreas y vómitos con tanto gusto; que casi no tendría tiempo para ir al baño sola porque unas vocecitas reclamarían mi presencia detrás de la puerta diciendo: “¿qué estás haciendo?”, “déjame entrar”; y mucho menos que mi nuevo régimen alimenticio se reduciría a los restos de comida en los platitos de mis hijos. Si lo ves desde afuera parece una locura, y es que eso es, ser mamá es una locura de amor que repetiría mil veces sin pensarlo pues llevar dentro de ti la vida de una personita y tener el privilegio de poder contribuir en su felicidad es un regalo inmerecido.

Ser mamá también te ayuda a descubrir muchas capacidades que habías tenido ocultas. De un momento a otro y sin mucho entrenamiento te conviertes en payaso, caballito, guardia de seguridad, adivina, consejera de modas, tecolote, porrista… según lo que necesiten tus hijos.  Cada día tiene una nueva historia que contar y por la cual agradecer. 

El tiempo se ha pasado tan rápido y si me preguntas cuál ha sido la mejor etapa te diría que todas, ninguna mejor que otra, simplemente diferentes… ¡y eso me encanta!  Pues aunque tus hijos crezcan, vayan reclamando su espacio y su independencia y pudieran morirse al ver que les entró una solicitud de amistad tuya en su Facebook, siempre seguirán necesitando de ti, de tu amor, de tu tiempo, de tu atención.  La vida se pasa volando y de pronto te das cuenta que esos niñitos a quienes tenías que curarles las escaldaduras del pañal ahora ya tienen barba, y aquella nenita que todo lo quería de color rosado y le gustaba disfrazarse de princesa ahora se depila y se pinta las uñas de negro.  Es verdaderamente un regalo…. un regalo en el que debes procurar estar presente cada momento para que no se te pase nada, porque cada instante vale oro.

Te voy a ser sincera.  Extraño las noches en donde me llamaban diciendo: “venime a rezar”, o cuando me invitaban a meterme en sus camas para que los abrazara y me durmiera con ellos. Así es la vida, nuestros hijos cambian por fuera y también por dentro y junto a ellos debemos nosotras cambiar y disfrutar lo que el nuevo momento nos ofrece.  Ahora que han crecido no te puedo explicar lo feliz que me hace escuchar a uno de mis hijos leyéndome el nuevo poema que escribió porque quiere mi opinión;  grabar a mi otro hijo mientras toca la guitarra y canta la canción de su nuevo cover para subir a YouTube; y pasar con mi hija una tarde completa recorriendo el centro comercial buscando una blusa para la fiesta del viernes y al final salir sin nada porque todo “no era lo que estaba buscando” y por supuesto lo que yo le recomendaba le parecía “fuera de moda” o “nada que ver”. ¡Realmente me encanta!

Te hago una confesión: cuando tus hijos van creciendo y finalmente crees que estas cerca de cantar victoria te das cuenta que no podías estar más equivocada.  Aún necesitan que les sigas recordando que hay que recoger la toalla,  comerse todo lo que se sirven y echar agua después de ir al baño.  ¡Bienvenida a la realidad, tu tarea de madre nunca acaba!

Ya voy a terminar, pero antes quiero darte un consejo.  Es posible  que seas una mamá que se preocupa por que sus hijos estén bien alimentados, bien vestidos, que reciban clases de algún idioma, arte o deporte y que sean buenos estudiantes… todo eso es muy importante, definitivamente debemos cuidar todos estos aspectos.  Pero,  ¿realmente quieres hacer algo que  impacte con fuerza la vida de tus hijos?  Entonces, enséñales a amar a Dios por encima de todo y de todos; eso trasciende a la eternidad.

Si lo consigues podrás decir satisfecha: “Misión Cumplida”.


Karen Bickford de Fernández es esposa y madre de tres. Psicóloga con máster en Orientación Familiar.  Es sub coordinadora de la Pastoral Arquidiocesana de la Vida, una de las organizaciones aliadas de AFI. Además es Experta en Comunicación Católica y es capacitadora de Enlace Guatemala (también aliado de AFI) en el área de afectividad y sexualidad.

 


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