Lo correcto es lo correcto, aunque no lo haga nadie. Lo que está mal está mal, aunque todo el mundo se equivoque al respecto. – G. K. Cherteston
En la actualidad el relativismo ha tomado ímpetu en el pensamiento general del mundo. “Si para mí algo es correcto, está bien. Sin importar lo que digan los demás. Incluso, sin importar lo que la moral, la ciencia y la ley natural digan al respecto”. Este pensamiento nos ha llevado a una insensibilización de la mente y corazón, haciendo creer que lo malo, realmente está bien. Incluso aunque atente contra los valores, la lógica y la ciencia.
Esta era será recordada como la era de la información, ya que, por primera vez en la historia de la humanidad, tenemos en la palma de nuestras manos acceso a todo el conocimiento adquirido a lo largo de los siglos y podemos acceder a ella en segundos. Pero es un arma de doble filo, ya que también es propenso a caer en la desinformación o mala información.
Es debido a estos elementos de pensamiento relativista y desinformación, que ha logrado entrar en la sociedad mundial la ideología de género. Una ideología que atenta contra lo vital y realza lo absurdo. Ideología, no ciencia, que reclama que el “género” (ojo, no utilizan la palabra sexo, que sería la correcta) es una concepción de la sociedad y que cada quien puede optar por ser escoger de entre los 112 géneros que “existen” y que debe ser bien aceptado y respetado por toda la sociedad, de lo contrario, vienen agresiones físicas y verbal e incluso la cárcel.
El grupo que busca la alienación de la ideología de género y derechos LGBTI en las sociedades han llegado a crear leyes que en las que los niños menores de 11 años pueden tomar la decisión, sin consentimiento de sus padres, de cambio de “género”. El gobierno le proveerá del tratamiento hormonal y apoyo para ello, y si los papás se niegan, cárcel. O el caso de la familia Martens, en Alemania, que se negaron a que su hija participara en un curso de educación sexual para nivel primaria, en donde se propugna la ideología de género. Entonces, prácticamente si cualquier persona está en contra de lo que ellos creen, se les castiga con todo el peso de la ley.
Pero me pregunto, ¿dónde está el respeto que tanto exigen, pero no están dispuestos a otorgar? Para ello debemos estar anuentes de que, gracias al relativismo, los grupos de apoyo a la ideología de género y LGBTI interpretan el respeto únicamente como la aceptación de sus ideas. Dicha concepción es incorrecta, pero es necesario aclararla y corregirla, puesto que la concepción de respeto difiere totalmente entre la nuestra y la de ellos.
Nosotros no debemos olvidar que si algo atenta contra la ley natural, los valores e incluso la ciencia, y todo esto definitivamente no es bueno. Entonces, ¿qué hacer y cómo comportarnos ante tal embestida?
- Debemos conocer nuestras fuentes e informarnos a profundidad para que nuestra opinión esté fundamentada en algo mayor que sólo lo que podamos llegar a creer por nosotros mismos o incluso redes sociales. Debemos entonces aprender a cuestionar e indagar a profundidad, de la información que estamos recibiendo, si la fuente es fidedigna o no.
- Respetar a todas las personas. El respeto y amor son base fundamental de la convivencia humana. Para quienes somos cristianos, Cristo nos enseñó que lo más importante es “amar a Dios con todo nuestro corazón, con toda nuestra alma y con toda nuestra mente” y, en segundo lugar, “amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos”. Es por ello que, antes que nada, debemos mostrar el amor de Cristo en nuestras vidas respetando y amando a nuestro prójimo, incluso cuando no estemos de acuerdo en lo que piense, diga o haga.
Debemos estar bien informados y ser actores principales dentro de nuestra sociedad, no únicamente espectadores. Salir del anonimato y actuar en defensa de lo correcto.
Y tener en mente que, como dijo Edmund Burke, “Para que triunfe el mal, sólo es necesario que los buenos no hagan nada”.
Una colaboración de Luis Pedro Cotero, profesor de Ciencias Naturales y entrenador de Basquet Ball.
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