¡Este infame Coronavirus tiene al mundo entero en jaque!
A estas alturas, ya son muy pocos los países que aún no han reportado algún caso positivo de COVID-19. La pandemia ha afectado no solamente a los sistemas de salud, sino que también a los macro y microeconómicos, sociales, políticos, religiosos y de interacción social.
En la Provincia china de Hubei, las demandas de divorcio tras la cuarentena aumentaron dramáticamente. Las razones serán estudiadas y las sabremos más adelante. Hemos usado las redes sociales para buscar información, expresar nuestra opinión, para alabar y/o criticar, para aconsejar, etcétera. Sobre todo, se ha hecho evidente la necesidad de estar comunicados y de ser parte de la situación.
Todos deseamos pertenencia y reconocimiento. Está bien, es natural. Y en este momento histórico, las redes sociales lo están proveyendo, a pesar de estar aún en una fase evolutiva muy precaria e imperfecta. Sin embargo, el ser humano busca soluciones, y ésta es una de ellas.
El distanciamiento social nos aterra. La idea de pasar hambre, escasez y soledad, nos induce a hacer oír nuestra voz de cualquier manera. La verdad, creo que el ejercicio será bueno. No el de enfermarnos, claro, sino el de aprender a contenernos y a moldear el carácter. En particular, será bueno aprender a usar correctamente las redes sociales.
También puede ayudarnos a abrir la mente y a ser creativos, a pensar fuera de la caja, a romper esquemas. Puede ayudarnos a cambiar paradigmas y probar cosas nuevas. Puede hacer que surjan nuevos proyectos y emprendimientos que solucionen problemas ancestrales.
Habrá que tomar tiempo para la reflexión y la contemplación. Habrá que tomar tiempo para hacer las paces con nosotros mismos y con los demás. Habrá que tomar el tiempo para ser resiliente. Habrá que tomar el tiempo.
Debemos aprender a escuchar entre la vorágine de información y desinformación. Debemos discernir entre lo bueno y lo malo, entre lo cierto y lo falso, entre lo correcto y lo incorrecto. Hoy pienso en cada familia y sus miembros más vulnerables. Todos tenemos uno por lo menos. Pienso en las madres embarazadas o que amamantan.
Pienso en esos padres y madres proveedores que no saben de qué van a vivir si se quedan encerrados. Pienso en los ancianos y enfermos asustados. Pidamos esa capacidad de inventar nuevas soluciones. Ayudemos en la medida de nuestras posibilidades, y un poco más.
Mi país es de gente sumida en grandes necesidades y pobreza, de hombres y mujeres que si no trabajan o no venden, no comen. Que el corazón se nos ensanche una vez más, aunque tenga que sangrar. Quedémonos en casa, y usemos los recursos que tenemos a la mano para dar un poco más. ¡Saquémosle brillo al alma: ¡seamos familia!
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