Érase una vez, en un lejano lugar, los emperadores del área en común acuerdo con los comunitarios, pensaron en fortalecerse, en caso de guerra, de desastres naturales, de hambruna, de toda calamidad pensada. Así que fortalecieron a su ejercito, centros encargados de la salud, entes de educación y así con cada instancia de la localidad. O al menos eso creyeron.
Repentinamente, una enorme sombra inició a parecerse en un extremo de aquel cielo, hasta ese día, celeste y resplandeciente. Cada día, todos boca abierta viendo hacia arriba, esa nube negra iba cubriendo y cubriendo a totalidad el lugar. La oscuridad era evidente. De repente, las alarmas sonaron y cada uno, donde estuviera, no pudo hacer más que resguardarse en su hogar. Dada la densa niebla, contemplaban con temor desde sus ventanas la espesa negrura de fuera.
Pasó ese medio día, otro día, otro día y así, llegaron a los 30 días. Superaron los 40 días y los pobladores solo podían permanecer en sus hogares. Los robustos paredones, las municiones y demás, se quedaron en cada instancia previamente pensada para atender toda emergencia porque los pobladores solo podían estar resguardados de aquella densa oscuridad en sus propios hogares, con sus familias…
Un intento de historia, escueta y caricaturesca tal vez, donde solo busco ilustrar que me parece que no se pensó en la importancia de promover, procurar y fortalecer a la familia. Hemos escuchado de grandes movimientos para el
sostenimiento de enormes instituciones, lo cual es bueno, pero parece romántico y de poca importancia cuando levantamos la bandera por la familia. Es nuestro núcleo, el lugar mundialmente recomendado ahora para resguardarnos.
La pregunta del millón será: ¿cómo nos fortaleceremos como familias?, ¿qué lección aprendimos?, ¿qué podemos cambiar, para la siguiente pandemia? Esperamos, en más de 100 años. Cada quien tendrá alguna respuesta interesante. Desde mi ámbito de mamá, profesional, mujer, hija, esposa, amiga, creo que tenemos una hermosa invitación a diseñar un centro de paz, cobijo, calidez, fortaleza y protección en nuestras familias.
No sé si para la siguiente emergencia, pero sí para las presentes y futuras generaciones. Acá unas ideas:
– Si tenemos niños en casa, amemos la crianza. La crianza no se sobrevive (entiendo que hay días que parece así), pero debemos buscar amarla y disfrutarla.
– Mirémonos a los ojos, platiquemos y riamos en casa.
– Seamos un lugar donde los mismos integrantes de la familia desean llevar a casa a sus invitados. Un lugar de acogida.
– No promovamos ni toleremos ningún tipo de violencia, palabras o actos. Una regla de oro es: “trato a los demás, como me gustaría que me traten”, aplica para grandes y chicos.
Y por último, he leído varios libros, incluso escuché hace poco a una profesional en una entrevista de radio y confirmaba la famosa regla de por cada comunicación fallida o negativa, debemos hacer cinco positivas para contrarrestar, al menos en relaciones saludables.
¿Que significa esto? Halaguemos más, sonriamos más, reforcemos lo bien que se hizo algo o agradezcamos que esta vez no se hizo algo que habíamos platicado que debemos evitar.
– Gracias, hoy no dejaron los platos en la mesa, gracias chicos.
– Te felicito mamá, me encanta que cada vez intentas mejor eso de mandar emojis por el celular.
– ¡Te amo!
Pequeños ladrillos que con cada día pueden construir grandes fortalezas en cada familia.
Y así, ellos y nosotros, en aquella comunidad comprendimos que la vida se encontraba en cada hogar.
claudialujants@gmail.com
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