Nos venden la idea de que la paternidad responsable es tener pocos hijos, es más, esa es la “responsabilidad social” que nos adoctrinan ahora para “contribuir y detener el calentamiento global y sus consecuentes desastres naturales”. Para eso, debemos de dejar de traer más personas al mundo, de acuerdo con quienes promueven este pensamiento. Demonizan al ser humano, convirtiéndolo en un depredador vil y al cual hay que erradicar de la faz de la tierra para que la naturaleza pueda vivir. Irónico, ¿no?
Entonces dirán: “Tiene lógica lo de la paternidad responsable. No se puede tener muchos hijos porque el mundo, nuestro hogar, está sufriendo cambios provocados por nosotros mismos y aparte que no queremos cargarlo con más personas. Queremos además que nuestros hijos puedan tener un buen hogar para poder vivir. Además, todo está caro, los colegios impagables, ahora hasta aparecen pandemias. Ya no nos alcanza la plata para viajar y salir a pasarla bien en familia porque cada salida es muy cara. Necesitamos más ingresos, ahora es necesario que la madre también aporte y además tener plan B, C, X, Y porque ya ni de jubilación podemos gozar cuando estemos mayores.”
Y sinceramente tienen razón en dudar y temer de lo que pueda pasar más adelante. Todos queremos tener una “buena calidad de vida”, que percibimos como viajar, salir a pasear, tener citas en lugares caros con nuestros cónyuges, etc. Sin embargo, ¿es eso de verdad lo que es tener una “buena calidad de vida”? ¿Es eso a lo que aspiramos o es lo que te venden? ¿Será que para ser “feliz” necesitas tener cosas, tener plata para gastar? Es entonces donde se desarrolla este artículo en cuanto a la paternidad responsable. ¿Es acaso responsable tener pocos hijos para poder tener una “mejor calidad de vida”? ¿Para poder viajar, salir a pasear, que puedan tener una “buena educación”?
Cuando cerraron el mundo por causa de la pandemia vi muchas reflexiones y también admitiremos que hoy estamos agradecidos porque gozamos de salud, porque nuestros hijos están bien, porque nosotros estamos bien. Muchos experimentaron el “a mí no me va a pasar” y sufrieron el azote de la carencia (salud, monetaria o planes). Sin embargo, el mundo sigue girando, la vida continua, los bosques siguen floreciendo, los animales siguen teniendo crías y nosotros celebramos un nuevo embarazo. ¿Qué pasa? Que todo pasa. Que no todo es para siempre.
Entonces, ¿qué es la paternidad responsable y cómo ejercerla? Como decía, nos venden el consumismo y nos imponen que debemos de tener pocos hijos o no tener hijos para “alcanzar nuestros sueños”, para “tener una mejor calidad de vida”, y ponemos en segundo plano lo que verdaderamente es un matrimonio y la familia. El matrimonio en definitiva es un arte que debe de trabajarse a diario perfeccionando cada detalle en cuanto al trato y solución de obstáculos que se presentan cada día.
Se perfecciona con el diálogo, en el cual compartimos sentimientos, puntos de vista, y con el que enriquecemos nuestra persona complementándonos con conocimientos, experiencias y aportando para conocernos mejor como individuos. Un matrimonio sano educa a hijos sanos. La educación no la da el colegio, estamos de acuerdo. El colegio aporta conocimientos académicos como las matemáticas, lenguaje, ciencias, etc. Pero la verdadera educación se recibe en el hogar donde nosotros ejercemos la auténtica paternidad responsable.
La paternidad responsable no se refiere al número de hijos que se debe de tener de acuerdo a la situación económica del hogar. Cada matrimonio a su juicio y con base en la realidad que enfrentan (la cual es dinámica, no es estática) puede tomar decisiones de cuándo pueden traer al mundo hijos y cuántos, siempre con la visión (e ilusión) de llevar a cabo su proyecto familiar. La paternidad responsable entonces es educar y formar a buenos seres humanos, sin importar cuántos sean.
No se limita al número de hijos que un matrimonio deba engendrar para tener la “calidad de vida” que aspiran tener (refiriéndome a bienes materiales), sino a la calidad del amor que le daremos a cada uno. Esa es la verdadera y auténtica paternidad responsable. Hay que brindarles un hogar, educación, vestimenta y alimento, sí, pero además brindarles amor, atención, corrección, formarlos en virtudes, tratarlos como lo que son: personas, nuestros hijos, almas puras que vienen a devolverle al mundo la esperanza de la felicidad auténtica y real que es vivir.
He descubierto que la paternidad enriquece la responsabilidad, potencia la capacidad del ser humano de mejorar, a crear una cultura de vida inclusiva porque somos responsables de nuestro entorno por y para nuestros hijos. La paternidad responsable es procurar el bien de tus hijos, de cada uno de ellos y ese bien que queremos inculcar inicia dándolo, o sea siendo mejores personas, aprendiendo y fortaleciendo virtudes, dejando malos hábitos, corrigiendo errores, dando ese ejemplo de seres que queremos que lleguen a ser.
Por lo tanto, ¿es la paternidad responsable tener menos hijos para poder “vivir mejor”? No. La paternidad responsable es ser mejores personas para ser mejores padres para nuestros hijos, poder ser ejemplo para otras familias y así como se contagia el SARS-COV-2, es así como debemos “contagiar” esas virtudes, esa felicidad, que si bien cuestan mucho trabajo y se requiere de mucha perseverancia, paciencia y esfuerzo, los resultados de todo ese esfuerzo son gratos y por lo tanto, valen mucho la pena.
Se juega con lo que se tiene, pero no desviemos la atención de lo que es verdaderamente importante: hijos sanos, personas virtuosas con convicciones, perseverantes, firmes y fuertes que tengan soluciones, que sepan jugar con lo que tienen en sus manos, hombres y mujeres con los pies en la tierra y la mirada en el Cielo. La paternidad responsable es de volver a empezar cada día, es aceptar nuestras limitaciones, pero aspirar a la perfección.
La paternidad responsable es amar y hacerlo todo por amor. Es un constante crecimiento y enriquecimiento. Es corregir errores. Es volver a empezar.
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Muchas gracias por este espacio y por las respuestas que brindan a preguntas que poco nos esforzamos por responder.