“Aborto casero”: el camino para el suicidio asistido, por Julio Valdez

Si acaso no son suficientes los millones de desempleados junto con las miles de pequeñas y medianas empresas caídas en desgracia, la acumulación de las deudas y el temor permanente de caer enfermo en uno de los sistemas de salud más precarios del mundo, el feminismo guatemalteco decide hacer eco a las convocatorias internacionales a favor aborto en su versión casera.

El avance (o retroceso) en la aprobación de sendas leyes a favor de la universalización del aborto con fondos públicos ha envalentonado a grupos que, bajo el argumento alegórico de defender el derecho a decidir sobre la maternidad, en realidad han redefinido el concepto de selección natural, el retorno del eugenismo de mediados del siglo XIX, el permanente argumento de que la pobreza se cura con el aborto.

El dejar de tener actividad sexual o menos aún el desarrollo económico que ha demostrado fehacientemente que es el mejor anticonceptivo del mundo, no es la solución. Para ellos, el aborto es la solución a todos los males y la clave para la felicidad de la mujer.

Pero, mientras la pandemia y la acción del Estado nos obligó a hacer una pausa en nuestras vidas, cuando el hambre comenzó aparecer de la mano de la escasez, en ese momento la locura fanática del abortismo muestra su cara más nefasta. El aborto casero fue la solución que el fascismo inherente al feminismo dio a las mujeres que buscaban las clínicas abortistas, legales o clandestinas en el mundo.

Nunca como ahora el concepto feminazi adquirió más significación. Si ya de por si el aborto con asistencia médica profesional es una práctica de alto riesgo para la salud de la mujer, el automedicarse abortivos de todo tipo en casa se ha convertido, no en un grito de resistencia como el del feminismo que luchó por el derecho al sufragio en el siglo XIX, más bien en la necesidad de la necrofilia que envenena la mente de miles de mujeres que se asumen feministas sin el más mínimo criterio.

El ingerir medicamentos tóxicos se presenta como la forma rápida de provocar el aborto sin la necesidad de dar explicaciones, sin la necesidad de confrontar la decisión sin el acompañamiento profesional. El aborto casero es declarar muertos todos los valores que nos hacen humanos, la sensibilidad se ha convertido en una expresión de debilidad.

La discusión entre legalización universal y la de mantener el principio de respeto de la vida desde la concepción ya no son expresiones binarias de la disyuntiva de la sociedad, cuando se ve que el fanatismo, al que le importa poco la vida no solo del ser humano en el vientre, ahora se ha ampliado a la vida misma de la madre en favor del automartirio, el suicidio. He aquí los nuevos terroristas que se autoinmolan para imponer su punto de vista, para agredir a sus enemigos en lo que más les afecta: la vida.


A los abortistas no les importa la vida en general. Toda la verborrea a favor del «derecho a la maternidad deseada» es un cúmulo de sandeces con los que ocultan sus verdaderos propósitos: la destrucción de la vida. ¿Hasta dónde puede aguantar la libertad que nos da la democracia el aceptar tales movimientos violentos y destructivos de los cimientos de respeto a la vida que nos da la nación y que el Estado nos garantiza?

 

Las opiniones expresadas en este blog son propiedad de sus autores.

Foto: Al Día News

Comments are closed.