Se me fue mi guapo, mi bailarín, el paseador más generoso. El mejor papá que Dios me pudo haber prestado. Me enseñó a montar bicicleta, me enseñó a pescar, me enseñó el valor de la palabra. Me enseñó a barranquear. Me hizo mi primer préstamo bancario y me enseñó a cumplir.
Me enseñó, sobre todo. que el amor no se divide, se multiplica. Me enseñó que el enojo puede durar, pero el perdón no se hace esperar. Me hizo vivir un amor más allá de los lazos de sangre, siendo un valiente para decir sí a hijos del corazón.
Me enseñó que aunque la mente falle, el corazón no olvida. Me enseñó a vivir y a celebrar por todo. Papito Rubén, tú siempre vivirás entre nosotros, con tu risa y coquetería, con tus pasos de baile únicos, con el corazón más generoso del mundo, tanto que se te salía del pecho. Te amo por siempre.
A mi papito Rubén (no mi papá, pero siempre mi papá). Hace 11 meses se fue, pero ya lo alcanzaremos.
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