No recuerdo muy bien cómo fue que empecé a amarte, la verdad no importa mucho detenerse en un instante cronológico para reflexionar sobre este tema. Aún así, me llena de curiosidad saber qué experimenté de bebé cuando me abrazaste por primera vez, qué sentí cuando ayudabas a mi mamá a alimentarme, cuando jugabas conmigo o me arrullabas al dormir.
Veías a un bebé y se te llenaban los ojos de lágrimas, de ternura, y fue así como poco a poco me empezaste a amar. Te dejaste ser vulnerable, frágil como un segundo, cariñoso y tierno; me ibas mostrando que los hombres también son vulnerables y afectivos. Desde niña me admiraba verte, eras muy alto, no te daban miedo los insectos del jardín, tenías la fuerza para cargar mi bicicleta y al ver nuestras manos juntas me asombraba la amplitud de tus dedos, todo en ti me causaba cierto asombro, cierta admiración que hasta hoy en día prevalece.
Fuiste el primer amigo que tuve. Reímos, lloramos, exploramos bosques y habitamos mundos que construimos con la imaginación. Me acompañaste desde niña. Te recuerdo sonriente, serio, trabajador, cansado. Muy humano. Un hombre transparente que siempre se mostró tal y como es. No ocultaste nunca tus lágrimas ni tus debilidades; auténtico y sencillo. Me enseñaste que no hay que complicarse la vida ni ocultar quiénes somos. Me enseñaste que un viaje se disfruta más escuchando Have Your Ever Seen The Rain.
Contigo aprendí que los hombres no son toscos o insensibles. Esas son caricaturas que disfrazan la masculinidad. Convivir contigo fue y es darme cuenta de qué es lo verdaderamente masculino: un caleidoscopio que entrelaza dulzura y fortaleza, como un árbol de firmes raíces y suaves flores.
Me enseñaste a conciliar lo femenino con lo masculino, a ver la vida con matices porque, así como han habido hombres malos, también hay hombres buenos como tú. Contigo me doy cuenta de la belleza de lo femenino y masculino en cada ser humano, esa armonía que nos enriquece cuando logramos vernos desde el asombro y no desde la competitividad.
Ayer celebramos tu día. Se me llenan los ojos de lágrimas porque me desborda de alegría compartirlo contigo. Esa bebé que arrullaste, esa niña a la que le enseñaste a bicicletear sin ruedas ha crecido y así ha crecido también su amor hacia ti. Mientras se acercaba esta fecha me preguntaba qué significa ser padre, ser hombre, me daba curiosidad. Busqué alguna que otra bibliografía, pero me di cuenta de que recordando nuestra historia se resuelve mi pregunta.
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¡Hermoso! Felicidades Gabriela, realzaste muy bien el amor y cariño hacia nuestro papá. 🙂