Por Paola de Arguello
Se sabe que durante el embarazo el cuerpo de madre e hijo se comunican, durante la implantación, ella recubre a su bebé del ambiente para que su cuerpo no lo rechace porque no comparte su código genético, se empieza a reproducir la hormona que la preparará para dar de mamar. El bebé dentro del vientre se alimenta, respira, siente dolor y hasta las emociones transmitidas por su madre, se mueve, patea, incluso sonríe.
Definitivamente el cuerpo humano es asombroso, de eso no hay duda, y aunque tampoco debería haberla sobre el momento en el que empieza la vida. Algunos quisieran pensar -“quisieran” a pesar de lo que dice la ciencia- que seguimos siendo parte del cuerpo de nuestra madre durante el embarazo, un tejido inerte, un montón de células. Pero la biología, la medicina y todas las ciencias que puedas nombrar nos siguen reafirmando lo cierto: en la concepción empieza tu vida, en ese bellísima instante se produce una explosión, y desde ese preciso momento tienes un ADN diferente al de tu madre. Se decide todo, tu sexo, complexión, huellas dactilares y todo lo demás que te hace TU.
Aquí algunas otras muestras de lo #SúperMilagritos que somos, desde el instante de concepción.
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