COLUMNA :::A CONTRACORRIENTE:::
El ser humano llega a una edad en que se da cuenta que camina por el sendero de “todos mis amigos y conocidos se están casando”. Esta edad, normalmente entre los 25 y 30 años – aunque ahora se ha extendido por encima de los 30 – pareciera generar bastante ansiedad en algunos jóvenes y jóvenes adultos (no todos claramente, pero sí muchos). Quienes no ven un futuro claro con su actual pareja, o carecen de la misma, empiezan a interrogarse acerca de si algún día llegará el momento del compromiso total en pareja.
1. El matrimonio es una donación completa del yo, un desapego de mí mismo para poder entregarme completamente a la persona con quien he decidido unir mi vida.
2. No todos los seres humanos están llamados a la vocación del matrimonio, así como no todos los matrimonios están llamados a ser padres de familia.
Las familias, a través de la formación e información, deben inculcar en los hijos valores y virtudes que les permitan desarrollarse de manera integral como seres humanos. El amor propio, la caridad, generosidad, autoestima, autocrítica, responsabilidad, constancia, justicia, sacrificio y empatía – por nombrar algunos – son elementos esenciales en la vida de cualquier individuo, y permiten que cada persona se desenvuelva de la mejor manera en todos los aspectos de su vida. A través de estos valores y virtudes el ser humano alcanza un nivel de plenitud personal que le permite ser la mejor versión de sí mismo.
Una persona plena y feliz es una persona que busca lo mejor para su vida y para la vida de quienes le rodean. Es una persona sin vacíos existenciales, o que al tener este tipo de vacíos busca llenarlos con metas y superación personal, no con otras personas. La infancia del ser humano es el momento crucial en que este debe ser nutrido de amor y seguridad, responsabilidad de los padres, para que durante las etapas posteriores (juventud y adultez) el individuo sea capaz de dar todo ese amor que le brindaron. Un joven o adulto que constantemente busca aceptación, amor y seguridad – es un niño que no obtuvo todos esos elementos indispensables de sus padres en el momento en que los necesitaba.
El amor, así como el matrimonio y la familia, no es un capricho por cumplir de un corazón necesitado, es una decisión y compromiso de suma importancia – tanto para el ser humano como para la sociedad en la que vive. La familia debe ser la fuente principal de formación para sus integrantes; los padres nunca dejan de aprender y los hijos absorben todo lo que sucede a su alrededor.
Hoy en día, en donde el matrimonio se ha convertido en un compromiso social, un requisito de edad o inclusive un medicamento para la autoestima, debemos luchar por fortalecer la institución que funge como el pilar de nuestra sociedad. El matrimonio, base fundamental de la familia, no es una cuestión banal y superficial, es el comienzo de la formación fundamental de nuevos ciudadanos. Debemos crear conciencia acerca del papel del matrimonio y la familia en la sociedad, hoy en día estamos pagando las cuentas pendientes que nos dejaron las generaciones pasadas.
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Muy buena columna, ¡felicidades! solo pienso que en el aspecto 2, segunda parte, podría parecer coincidir con la tendencia actual de muchas parejas que desean casarse y no tener hijos por elección propia, lo cual es contrario a la naturaleza del matrimonio. ¡Saludos y sigan adelante!
Gracias por tu comentario Andrés, tenés toda la razón y qué bueno que lo decís para poder hacer la aclaración.
Al hablar de que no todos los matrimonios están llamados a ser padres de familia me refiero a que muchas veces hay personas que por naturaleza no pueden concebir, esto no hace de menos su unión conyugal ni su matrimonio, simplemente son designios de Dios. TODO matrimonio DEBE estar abierto a la vida, sin embargo existe la posibilidad de que por cuestiones biológicas no pueden llevar a cabo este plan.
¡Saludos y muchas gracias!