Por: Diana Moya / AFI Joven
Ver y observar. Oír y escuchar. Parecen sinónimos o, al menos, eso pensaba hace un tiempo; sin embargo, son completamente diferentes. Ver y oír indican la facultad, mientras que observar y escuchar implican el interés. Desde que aprendí esto me propuse poner más en práctica el segundo par de palabras. No siempre es fácil, es más, pasa por momentos. Recuerdo vivamente dos de ellos, porque fueron tan inesperados como significativos.
El primer momento se dio una vez que fui al supermercado. Mientras hacía la fila para pagar, me di cuenta de que en una caja en específico, la cajera y el cliente no parecían intercambiar palabra o eso vi. Al estar más cerca y observar supe que sí hablaban, pero no con lenguaje verbal, sino de señas; como apuntar a la pantalla para indicar el total de compra o una sonrisa e inclinación de cabeza para decir gracias.
El hecho era que la cajera era sordomuda, lo cual no le impedía atender a los clientes de gran manera. Lo que me impactó más fue que todo aquel que pasaba por esa caja comprendía y se mostraba dispuesto a entablar una conversación.
El segundo momento, más reciente, ocurrió mientras esperaba el cambio a verde de un semáforo. En algunas calles, es necesaria la presencia de un policía de tránsito para controlar el flujo de vehículos y esta era una de ellas. Me extrañó que a simple vista no había policía; y al observar, ahí estaba. En una silla de ruedas y con una bandera verde fosforescente que leía “PMT” (Policía Municipal de Tránsito) atada a ella, un hombre controlaba el tránsito con suma autoridad.
De nuevo, no fue ningún impedimento para que quienes manejaban siguieran sus indicaciones. Estos dos ejemplos son la representación de una humanidad más unida, sin prejuicios ni sesgos. Es una humanidad deseada, pero a la cual no siempre se contribuye mucho. Sin embargo, alrededor
del mundo se han desarrollado algunas estrategias de inclusión para personas con discapacidades.
Estas acciones se basan en siete pilares, a través de los cuales se busca eliminar barreras de cualquier índole. El primer aspecto lo conforman las políticas y legislaciones que velan por los derechos de las personas con discapacidades y garantizan su inclusión. En el caso de Guatemala, se estableció el Decreto Número 135-1996, también conocido como la Ley de Atención a las Personas con Discapacidad, en el cual figuran varios artículos referentes a dicho tema (Congreso de la República de Guatemala, 1996).
El segundo y tercer aspecto van de la mano y se refieren a las áreas de diseño universal y accesibilidad. A través de ellas, se desarrollan productos, entornos y establecimientos más fáciles de usar. La tecnología de asistencia conforma el cuarto pilar y consiste en los dispositivos y equipos usados para facilitar la participación en las actividades cotidianas. El quinto aspecto son las residencias con servicios de asistencia para actividades diarias o enfermería, pero siempre se intenta mantener el sexto aspecto: la vida independente.
En este último se cuida que las personas con discapacidades tengan opinión sobre cómo llevar su vida. Así, el último pilar apela al lenguaje “la persona primero”, el cual debe usarse para comunicarse y referirse con respeto a las personas con discapacidades al poner énfasis en ellas y no en la discapacidad (CDC, 2020).
Tristemente, el hecho de que estas estrategias existan no asegura que las personas con discapacidad reciban siempre el trato respetuoso que se merecen. El mundo está lleno de estereotipos y sesgos, los cuales provienen de la ignorancia y negación. Resulta fácil permanecer solamente en lo superficial, sin dar lugar a lo que hay más allá. Por ello, es indispensable
comprender que a pesar de que las personas con discapacidad deban adaptarse a ciertas circunstancias, no son un “caso aparte” en cuanto a su valor.
Todo ser humano tiene un valor intrínseco de suma importancia, el cual se reconoce en su dignidad. Este concepto no conoce de razas, colores, edades o capacidades. Un humano conserva su dignidad independientemente de la
situación, así como su derecho a ser respetado. A pesar de que las estrategias aplicadas han sido efectivas, aún hace falta mejorar ciertas
actitudes. La simpatía hacia las personas con discapacidades no debe ser algo que necesite recordatorios, sino que debe estar dentro de todos, debe ser un respeto innato, lo cual solamente se puede dar una vez que exista la comprensión de que todos merecen ser tratados de la mejor manera posible.
Para lograrlo, incluso las pequeñas acciones cuentan. Por ejemplo, poner más atención a quienes nos rodean, aprender unas cuantas palabras en lenguaje de señas y evitar estacionarse los espacios para personas con discapacidad. Son detalles que, por mínimos que parezcan, tienen un valor de suma importancia y no cuestan nada así que, ¿por qué no hacerlos?
Referencias:
Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades. (2020). Las discapacidades y la salud: Estrategias de inclusión. https://www.cdc.gov/ncbddd/spanish/disabilityandhealth/disability-
strategies.html#
Congreso de la República de Guatemala. (1996). LEY DE ATENCIÓN A LAS PERSONAS CON DISCAPACIDAD Decreto No. 135-96.
https://www.acnur.org/fileadmin/Documentos/BDL/2001/0147.pdf
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