El aborto es hoy la primera causa de muerte en el mundo y la principal manifestación actualmente de pobreza social actual, porque empobrece el estado de derecho, es decir, la seguridad y la paz que el Estado se compromete a resguardar.
Recientemente (Rome Reports, 11 abril 2019) publicó un artículo titulado “La ONU juega al aborto” y levantó expectación. Señalaba que la Agencia de las Naciones Unidas para la Mujer utilizó un lenguaje confuso en relación con el aborto en un documento sobre temas relacionados con la mujer. Los expertos dicen que lo hace para ganarse a los poderosos donantes europeos…
Pero es algo inadmisible porque es tema grave. Porque actualmente los estudios médicos hacen notar, con asentimiento de los investigadores que el aborto es hoy la primera causa de muerte en el mundo y la principal manifestación actualmente de pobreza social actual, porque empobrece el estado de derecho, es decir, la seguridad y la paz que el Estado se compromete a resguardar. El aborto equivale a la muerte del Estado de Derecho, ya que impone la violencia y el homicidio, determinando que el niño en el vientre materno, el ser más débil de la sociedad, sea eliminado.
Porque la vida humana ya en su fase inicial y en todas sus fases y todas las edades, es sagrada y siempre de calidad. Y esto se ve claramente por la razón y lo confirma la ciencia. La credibilidad de un sistema sanitario no es medida solo por la eficiencia, sino sobre todo para la atención y el respeto hacia cada persona, cuya vida siempre es inviolable y por ello no se puede exterminar personas con el aborto provocado.
Y va confirmándose cada vez más que el aborto provocado es siempre una experiencia traumática: la muerte intencional de un hijo, rompe lo más elemental del funcionamiento humano de quienes lo provocan y se manifiesta con síntomas físicos, psicológicos y espirituales; un cuadro de stress postraumático muy específico, y que se trasladan a los demás lastimando las relaciones con otros hijos y con el entorno. Y en el marco social se está colaborando en debilitar la función de la familia, y adormeciendo lo más propio del ser humano.
Ya hace un par de años, una noticia del International Business Times señalaba que luego de décadas en las que tener un segundo hijo podía acarrearles serios problemas a las parejas chinas, el gobierno del gigante asiático está considerando ofrecerles incentivos económicos a aquellas que ya tienen uno, para que tengan otro más. Según el diario, una encuesta efectuada en 2016 por el gobierno chino halló que un 60% de las familias consultadas expresaron su rechazo a tener un segundo hijo, en buena medida por las restricciones económicas. El gobierno afirma estar estudiando medidas cómo ofrecer estímulos monetarios y subsidios por el segundo retoño. Aunque no hay que equivocarse: si dos son bienvenidos, tres no lo son…
Viene bien concluir con lo que señalaba Cultura de la Vida Arguments, entidad con gran experiencia en asociaciones próvida en Estados Unidos, que resumía así las 4 claves de cómo transmitir la cultura de la vida:
- Comunicación positiva a mujeres en una situación de bortar, centrando el mensaje de la maternidad como algo propio de madres valientes que deciden tener a sus hijos.
- Ponerse en el lugar de la embarazada. Una madre en peligro de aborto no es una madre que quiere matar a su hijo; es una mujer con problemas de falta de recursos económicos o amenazadas por su pareja… Hay que centrar la labor pro vida en ayudar a las madres, estar a su lado.
- Aliarse con la ciencia. En Estados Unidos suelen ofrecer ecografías a estas madres en problemas: muchas de ellas, al ver al bebé y escuchar el latido del corazón, veían que realmente llevaban dentro un hijo, y decidían continuar con su embarazo.
- Centrarse en la familia. Es el tema básico. Y mostrar que la cuestión de la defensa de la vida es para cualquier persona, de cualquier religión.
Y recordar que el primer derecho del niño es nacer; solucionando problemas de algunas madres, pero sin violar este derecho personal: la vida comienza en el momento de la concepción; quitarla es un crimen.
Una colaboración de:
José Joaquín Camacho
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