¿Acaso puede haber una mente poco lúcida hoy en día en el mundo occidental que conciba que la clave para el desarrollo de la sociedad está en que las mujeres regresen a la condición que tenían hace 100 años? La respuesta es no. Es claro que las mujeres en su conjunto han demostrado con trabajo y tesón que las sociedades se enriquecen a sí mismas si todos nos involucramos, aún cuando la decisión consciente sea el de educar a las generaciones futuras en casa.
El Día Internacional de la Mujer (8 de marzo), más que reivindicación propagandista es el recordatorio a todos, hombres y mujeres, que la sociedad es un conjunto y solo así podremos salir adelante. Ahora bien, es evidente que ese sentido se perdió. El feminismo toxico y hegemonista lo cambió, impuso una visión misándrica supremacista e intenta aprovechar la movilización para vender nuevamente el estribillo de la posesión del cuerpo para justificar entre otras cosas el aborto.
Nuevamente, veremos las publicaciones en las redes, a las chicas ataviadas con el pañuelo verde (abortista) en la calle, la visualización de vaginas como una forma burda de reivindicar su corporeidad y el victimismo militante generocentrista que supone que la mujer esta permanentemente asediada por los hombres en la calle, en la casa y desde el Estado.
El secuestro del discurso se consumó, tanto es así que, año con año, oenegés feministas destinan miles de dólares en conferencias, cursos de adoctrinamiento dirigido a miles de jóvenes que asumen que el 8 de marzo es un día de lucha callejera contra el patriarcado y desean tanto la confrontación que lo confirme que han sido capaces de destruir el patrimonio cultural de muchos países, incluyendo Guatemala. Se autojustifican de la manera más escatológica cuando afirman que estos actos son producto de la rabia contenida por tanta muerte y violencia hacia la mujer.
Vaya crimen cometido contra el simbolismo reivindicativo de la mujer, el recalcar la eterna e inamovible victimización, la invisibilización de la tragedia que vivimos todos, pero no, el 8 de marzo esta repleto de esa lectura mórbida de la violencia, no hay más victima que la mujer y ya. Hoy en día es casi imposible concebir al feminismo sin el abortismo y el 8 de marzo sin el feminismo. Lo que pareciera ser una simpleza en realidad ha sido parte de la construcción de significados tendenciosos que el fanatismo ha inoculado en quienes asumen el feminismo como una identidad política.
A un lado quedaron las mujeres empresarias, religiosas, académicas, políticas, trabajadoras, funcionarias, amas de casa y estudiantes que hacen más en un solo día de trabajo y esfuerzo para demostrar que no hay proyecto de sociedad sin mujeres, que la serie de discursos llenos de manipulación que suelen reproducirse el 8 de marzo secuestrado son falsos.
Ya no hay forma de poder liberar ese 8 de marzo si no es cuestionando a sus secuestradoras y a las mentes que hay detrás de tal hecho. Los que venden una sociedad partida en dos, como si fuera sencillo reducir todas las contradicciones o las fases de la diversidad que nos hace ricos en significados en solo dos.
Asumo el peligro de que al objetar a las secuestradoras estas asumirán que esta es la voz del patriarcado la que habla a través de estas líneas, el machista opresor que con su veneno justifica la destrucción que consecuentemente se lleva a cabo en las calles en esta temporada de manifestaciones. No importa, asumo la responsabilidad de estas palabras y sostengo la necesidad de eliminar el contenido feminismo victimista y abortero en las celebraciones del 8 de marzo.
Foto: El País
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