Frecuentemente escucho, leo o veo por algún medio, la forma despectiva con la que etiquetan a las personas, conceptos, ideas o instituciones con el adjetivo “conservador”, usándolo siempre junto a otros términos como “arcaico”, “retrógrada”, “radical, “fundamentalista”, “religioso”, “ignorante”, “antiguo”, etc.
Por Karla de Rodríguez
Por Karla de Rodríguez
En el fondo, el dilema no radica en el tiempo de existencia o el que lleva establecido, no es que algo que es antiguo “ya no es vigente en tiempos post modernos”; es mucho más profundo que eso, el tema es lo que nos exige conservarlo o rechazarlo, “en pleno siglo XXI”, como suelen decir muchos.
La rueda es un invento de, al menos, 2 ó 3 milenios de años antes de Cristo. A nadie se le ocurre calificar de “conservador” a quien desea mantener vigente el uso de la rueda. Puedo opinar si las mejores ruedas son las que se usan para la maquinaria de industrialización, o las de locomoción, o las de algún deporte, etc. Puedo opinar si son preferibles las de caucho o todo lo contrario porque contaminan, etc. Pero las opiniones que tengamos sobre la rueda no modifican la verdad de la rueda, ni el bien que ha supuesto para la sociedad; no podríamos ni pensar en renunciar a ella.
Si lo hiciéramos nos exigiría ya no usar muchos medios de transporte privado, público o pesado, la carretilla en el supermercado, etc.
La democracia, que data desde 5 siglos antes de Cristo, es un sistema político que sigue vigente. Nadie descalifica como “conservador” a quien continúe creyendo en ella, pese a algunos graves errores que hemos cometido “democráticamente”. Renunciar a la democracia tendría graves consecuencias para la humanidad.
Resulta absurdo entonces que llamen “conservador”, de forma peyorativa, a quien sigue creyendo en REALIDADES NATURALES que anteceden a la democracia o a la rueda: el respeto a la dignidad de la vida del no nacido, el matrimonio, la familia, el valor de la intimidad sexual, la dignidad de la vida hasta la muerte natural, etc.
Realidades naturales que se han empeñado en desvalorizar, llegando incluso al menosprecio de las mismas, por debajo del deseo, de las percepciones, de los sentimientos, del concepto arbitrario de “felicidad”, etc.
Nadie puede negar que la familia cumple una función social estratégica y que, fundada sobre la base del matrimonio, es la mayor contribuyente al desarrollo sostenible. Sabemos que lo ideal no es irreal… ¡sino lo mejor! Hay otras realidades, lo sé, vengo de una de ellas, pero no por eso dejaré de admitir y promover que el matrimonio y la familia es lo que es.
Creer en el matrimonio como la relación de una con uno para toda la vida, exige una lucha constante, un estilo de vida, ciertas normas de conducta, madurez afectiva, etc.
¡Quizá sea eso! Que solamente descalificamos como “conservador” aquello que implica una exigencia personal muy fuerte, por eso, en una cultura relativista, en la que importa más el respeto a las emociones y a lo “políticamente correcto, que el valor intrínseco e inconmensurable de esas realidades naturales, nos da pena promover y defender nuestros principios, que no es excluyente de la caridad y respeto a todos, por el mismo hecho de ser personas.
Estamos en una momento de la historia en la que tenemos un empeño, noble, de conservar el medio ambiente, las especies, la naturaleza, los ecosistemas, los recursos naturales, las raíces ancestrales, la multiculturalidad, etc.
Demos un paso al frente, con audacia, y propongámonos formarnos más, y formar a más para comprender y comprometernos a conservar lo más valioso, en orden a la justicia. Es que ser conservadores, ¡vale la pena!
¿Estamos dispuestos a sacrificar la Verdad en el altar de la mal entendida “libertad”? Yo no, ¿y tú?
La rueda es un invento de, al menos, 2 ó 3 milenios de años antes de Cristo. A nadie se le ocurre calificar de “conservador” a quien desea mantener vigente el uso de la rueda. Puedo opinar si las mejores ruedas son las que se usan para la maquinaria de industrialización, o las de locomoción, o las de algún deporte, etc. Puedo opinar si son preferibles las de caucho o todo lo contrario porque contaminan, etc. Pero las opiniones que tengamos sobre la rueda no modifican la verdad de la rueda, ni el bien que ha supuesto para la sociedad; no podríamos ni pensar en renunciar a ella.
Si lo hiciéramos nos exigiría ya no usar muchos medios de transporte privado, público o pesado, la carretilla en el supermercado, etc.
La democracia, que data desde 5 siglos antes de Cristo, es un sistema político que sigue vigente. Nadie descalifica como “conservador” a quien continúe creyendo en ella, pese a algunos graves errores que hemos cometido “democráticamente”. Renunciar a la democracia tendría graves consecuencias para la humanidad.
Resulta absurdo entonces que llamen “conservador”, de forma peyorativa, a quien sigue creyendo en REALIDADES NATURALES que anteceden a la democracia o a la rueda: el respeto a la dignidad de la vida del no nacido, el matrimonio, la familia, el valor de la intimidad sexual, la dignidad de la vida hasta la muerte natural, etc.
Realidades naturales que se han empeñado en desvalorizar, llegando incluso al menosprecio de las mismas, por debajo del deseo, de las percepciones, de los sentimientos, del concepto arbitrario de “felicidad”, etc.
Nadie puede negar que la familia cumple una función social estratégica y que, fundada sobre la base del matrimonio, es la mayor contribuyente al desarrollo sostenible. Sabemos que lo ideal no es irreal… ¡sino lo mejor! Hay otras realidades, lo sé, vengo de una de ellas, pero no por eso dejaré de admitir y promover que el matrimonio y la familia es lo que es.
Creer en el matrimonio como la relación de una con uno para toda la vida, exige una lucha constante, un estilo de vida, ciertas normas de conducta, madurez afectiva, etc.
¡Quizá sea eso! Que solamente descalificamos como “conservador” aquello que implica una exigencia personal muy fuerte, por eso, en una cultura relativista, en la que importa más el respeto a las emociones y a lo “políticamente correcto, que el valor intrínseco e inconmensurable de esas realidades naturales, nos da pena promover y defender nuestros principios, que no es excluyente de la caridad y respeto a todos, por el mismo hecho de ser personas.
Estamos en una momento de la historia en la que tenemos un empeño, noble, de conservar el medio ambiente, las especies, la naturaleza, los ecosistemas, los recursos naturales, las raíces ancestrales, la multiculturalidad, etc.
Demos un paso al frente, con audacia, y propongámonos formarnos más, y formar a más para comprender y comprometernos a conservar lo más valioso, en orden a la justicia. Es que ser conservadores, ¡vale la pena!
¿Estamos dispuestos a sacrificar la Verdad en el altar de la mal entendida “libertad”? Yo no, ¿y tú?
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Me parece un excelente artículo. Hace un plan -teamiento fundamentado en dos ejemplos muy sencillos. Felicitaciones! Lo compartiré.
EXCELENTE punto de vista! Muy acertado y actual. Felicitaciones a la autora
Excelente Karly!! Dios y la Virgencita la sigan iluminando y dándole ese valor, amor y claridad que solo el Espíritu Santo puede sostener!! Gracías por importarle la familia… Mis hijos y yo, y muchos! cosecharemos de guerreras y guerreros como ud… Adelante! “Caminante no hay camino, se hace camino al andar”… Cuente con mis oraciones, cuento con las suyas!