#FertilidadIntegral: El poder detrás de la maternidad (I)

Eran las seis de la tarde. Solamente recuerdo que leí estas palabras: “seguro, fácil, rápido, cinco minutos”. Mi corazón palpitaba tan fuerte que sentía que se salía de mi pecho. Tenía mucha ansiedad, mucha curiosidad, mucho temor. Pasaron quizás dos minutos y ya la tira comenzaba a marcar mi vida. Dos rayitas. ¿Qué son esas dos rayitas? ¿Qué significan?

Corrí a coger la cajita y busqué su significado. Sí, dos rayitas. Es positivo. En ese momento sentía que perdía el aire, caía en un abismo. En ese instante dejé de ser solo yo. “Somos dos”. Mi corazón se partió, me daba vida a mí para que él viviera. Sentía una felicidad ingenua llena de curiosidad, y a la vez un temor tan profundo a lo desconocido.

Lloré, dejé caer esas lágrimas llenas de miedo y de agradecimiento para que lavaran mi rostro y con mi mente un poco confundida acepté y tomé esta verdad con lo único que creía que poseía, valor. Tomé la decisión de enfrentar mis temores: “soy mamá, mi hijo me necesita.”

Fue un embarazo duro, lleno de juicios y ratos amargos, solitarios y a veces sin consuelo. No estaba casada ni en una relación estable. Mi familia más cercana tuvo diversas opiniones, pero mi padre en su dolor me apoyó incondicionalmente. Él me dio las fuerzas para salir adelante; tenía que hacerlo por mi hijo. Las lágrimas siempre lavaron todo el dolor.

Llegó el día del parto y recuerdo cargar a mi hijo y no sentir ese amor sobrenatural que te cuentan de cuando cargas a tu bebé por primera vez. Estaba muy confundida. Pensaba: ¿y ahora qué tengo que hacer? ¿Qué sigue? Recuerdo que me sentía culpable, mala madre porque no sentía ese amor desbordante que describen muchas mujeres. Solo
sentía la responsabilidad, ese deber de cuidar de esta criatura.

Mis padres, herméticos, se derritieron al tener en sus brazos a este niño. Fue como si Dios les hubiera hablado por
medio del llanto indefenso de esta personita: “es mi creación, necesita de ustedes y de su amor”. Fue así como este niño no solo cambió el rumbo de mi vida y le dio sentido, yo ya nunca más estuve sola. Él me ha venido acompañando desde antes que yo descubriera de su existencia.

¿Romántico? Je je. Las tormentas y los cambios no son románticos cuando estás en medio de ellos. Traen mucha preocupación, ansiedad, te abruman y te ofuscan, pero es normal. Es humano sentir temor, es humano llorar, es humano sentir incertidumbre, es humana la incredulidad. Traer una vida al mundo no es como comprar una casa o una mascota, no es graduarte con honores de una prestigiosa universidad.

Los niños no nacen con un manual lleno de instrucciones de cómo funcionan, de cómo debemos educarlos. Tú nunca vas a estar preparado mental ni emocionalmente para ser padre de una criatura, el camino lo vamos forjando día a día. Pero cuando vemos el presente y giramos nuestra cabeza para ver el recorrido que nos ha llevado hasta aquí, es allí donde reímos al recordar cómo llorábamos en aquel momento de desesperación.

Es allí cuando el corazón y el pecho se hinchan al ver a esa persona tan débil y necesitada de ti y saber que tú lo protegiste, lo alimentaste, lo acogiste en tus brazos cuando lloraba y ahora es todo un niño independiente, con criterios, con valores; esos que tú te encargaste de enseñarles con tu ejemplo, con tu entrega y con tu amor. Has hecho lo mejor que has podido hacer.

Eres otra persona, eres mejor persona, esa quién tú has anhelado ser. Eres esa persona que ese niño necesita. Sólo
después que logramos superar el dolor es que vemos el romanticismo en nuestros sacrificios. Es sólo después que entiendes por qué este camino fue elegido para ti. Y es que la maternidad no se trata de una decisión, eso ya está escrito. Es un llamado que viene de lo alto para cada mujer y nosotras debemos de acoger ese llamado con mucho respeto y honor.

En la sociedad de hoy hay voces muy ruidosas que te dicen que la sexualidad es un derecho y los hijos también, que una mujer empoderada es aquella que tiene el “derecho” a decidir sobre su cuerpo, pero hay mucho engaño y desdén detrás de esos ecos. No solo la ciencia refuta todo ese ruido con hechos pero también la sindéresis de la razón actúa sobre nuestras conciencias cuando dicen “aborto legal”.

¿Cómo quieren legalizar el homicidio de una persona? Y es que ahí es donde entra en conflicto la moral con la legalidad, como si hacer algo legal vuelve un acto amoral en moral. Elegir el asesinato de un ser humano en el vientre de su progenitora no es solo vil y aberrante, es innecesario. Gritan hasta aturdirte que para que una mujer se sienta
empoderada necesita enfocarse solo en su triunfo personal, que la maternidad y el matrimonio son retrógrados, que el futuro de la mujer es sinónimo de libertinaje, y tratan despectivamente a la madre y a la esposa.

Las mujeres que abortan o piensan en hacerlo lo hacen sólo porque le llenan las cabezas de basura: que “no pueden tener un hijo porque trunca sus sueños”, que “son débiles para sacar adelante un embarazo y educar a un hijo”, que “necesitan matar a sus hijos para sentirse empoderadas de su vida”, que “la mujer no fue hecha para ser madre”. Las llenan de miedo, les dicen que las van a juzgar, que no van a triunfar nunca.

Les tratan de hacer ver que sus hijos son monstruos, son parásitos que consumen sus vidas. Educan en los “falsos
derechos”, más no educan en la responsabilidad de sus actos. El verdadero empoderamiento es hacerse más fuerte, no superior. La maternidad también empodera a una mujer como lo es su triunfo en lo profesional. Una mujer empoderada enfrenta cada desafío, no se ciega y pretende que no existe, ella lo supera.

El verdadero empoderamiento se encuentra en la seguridad de la mujer cuando asume su realidad y sabe que todo va a estar bien, cuando se apoya de sus valores y sus principios y alcanza su meta.

Les he relatado mi historia porque veo necesario que toda mujer sepa que no está sola, que el miedo es humano, que las tormentas pasan y los resultados de una decisión tomada con responsabilidad traen muchos buenos frutos. El empoderamiento no significa superioridad, sino hacerse más fuerte. La mujer merece oportunidades, no cargar con el peso en sus conciencias de que lograron algo a costa de la vida de su hijo.

Pretender transformar algo en legal no lo hace moral ni correcto. La maternidad es un don, no es un derecho. Que tu vientre sea cuna, no una tumba para tus hijos.


Las opiniones expresadas en este blog son propiedad del autor.

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