Cuando hablamos de fertilidad, generalmente pensamos en las mujeres y en su capacidad de “dar vida”, pero hoy quiero hablar de otro tipo de fertilidad, la de los padres. En mi opinión, para muchos de ellos es difícil imaginar cuánto bien hacen y pueden hacer al mundo en el que vivimos.
A pesar de que muchos se involucran más en la crianza de sus hijos, siguen existiendo vacíos y espacios que sólo ellos pueden llenar. Del mismo modo, en la psicología podemos ver la importancia que tienen tanto la figura paterna como la materna para el sano desarrollo de cada niño. También nos muestra cómo cada uno de los progenitores, desde su naturaleza masculina o femenina, le aporta al hijo las características y enseñanzas que necesita aprender de ambos, consiguiendo así una complementariedad y unión natural entre ambas partes.
Sin embargo, aunque los padres no estén hechos para dar a luz de forma biológica, sí que pueden crear, formar, guiar y sembrar un terreno fértil en el corazón de sus hijos y su familia. La fertilidad del padre puede ser entonces de muchas nuevas maneras.
Si bien antes se veía al padre como una figura distante, como un proveedor solamente o el encargado de imponer reglas y autoridad, con el paso del tiempo vamos redescubriendo la importancia y el valor que tiene en la crianza de los hijos. Día a día muchos logran este cambio mostrándolo en la cercanía con sus hijos, las muestras de afecto en lo público y en lo privado o el mero hecho de su presencia activa en el hogar.
Actualmente, existen padres que han descubierto su vocación en el amor incondicional que tienen por su esposa e hijos, padres que con su ejemplo de vida fomentan valores como la compasión y la castidad, que forman hijos valientes y fuertes ante las adversidades que se les presenten y que los motivan a perseverar y levantarse hasta alcanzar sus metas con un amor firme.
Para que esto funcione en la mejor versión posible, es necesario que los padres asuman y disfruten de la misión otorgada a ellos, pues ninguna madre, por indispensable y buena que sea, puede ocupar del todo este papel en la vida de los hijos, que corresponde a la naturaleza masculina.
Este tipo de fertilidad es la que celebro hoy como orgullosa hija de un papá que logró preparar la tierra, plantar la semilla, cuidarla, para que un día diera un buen fruto (¡ojalá abundante!) aunque él ya no estuviera en esta tierra…y como una madre que ve en la paternidad masculina y responsable ese destello de eternidad, ese reflejo del amor del Padre.
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