La generación de la tolerancia intolerante.

Me llamo Mónica, y soy una joven guatemalteca que vive en la generación de la “tolerancia” intolerante.

POR MÓNICA MARÍN

Para explicar esta afirmación quisiera antes contarles un poco sobre mí. Me gusta salir parrandear e ir a comer con mis amigos, ir al cine, pasar tiempo con mi familia y a veces quedarme en mi casa viendo películas o durmiendo un poquito más de lo normal. Me considero una persona con valores y principios que mi familia me inculcó desde niña pero que también fui adquiriendo durante mis años en la universidad, de una manera más concreta por medio de grupos católicos de jóvenes a los que asistía, así como diplomados y conferencias que me permitieron fortalecer y fundamentar esos principios.
 
Nunca fui una persona muy “liberal”, sin embargo tampoco tan cuadrada con ciertos aspectos morales que se viven en la juventud. Simplemente dejaba que las cosas pasaran frente a mí y si no me afectaban no me metía a opinar al respecto. Esto cambió en mis veintitantos. Actualmente creo que quienes me conocen saben que tengo posturas muy firmes sobre temas como la vida, la sexualidad y la familia, no tengo duda que muchos puede ser que me consideren un poco conservadora, y si es así, que orgullosa me siento de serlo.
 
No lo niego, es difícil actuar con coherencia entre el pensar y el hacer, especialmente siendo joven. Es difícil no solo porque la vida te presenta tentaciones sino porque cuando actúas conforme tus principios te critican y te hacen de menos muchas personas y ¿a quién le gusta ser menospreciado?.
 
Vivimos en tiempos donde creer que una persona vive en castidad es casi imposible, que es poco real proponer que alguien espere hasta el matrimonio para tener relaciones sexuales. Y te aseguran que creer en el matrimonio es irreal debido a las altas tasas de divorcio y teniendo la opción de cohabitar, que no requiere de un compromiso formal de la pareja.

Vivimos en una época en la que afirmar que el matrimonio es únicamente entre un hombre y una mujer es retrógrado y que pensar así te hace intolerante u homofóbico. También estamos en esa época de la “liberalización” de la mujer, donde la idea de ser madre a tiempo completo es signo de debilidad, utilizar métodos de planificación natural es algo anticuado y  defender la vida desde la concepción es ilusorio.
 
Quiero decirles que todavía habemos muchos jóvenes que pensamos distinto aunque el mundo crea que estamos en extinción, sin embargo en nombre de la “tolerancia” han callado nuestra voz y nos han hecho creer que nuestras ideas ya no tienen lugar en el mundo actual. Ryan T. Anderson de Heritage Foundation y co-autor de “What is Marriage?” decía en una conferencia que actualmente en Estados Unidos si eres un abogado de una firma legal muy grande o estudiante de una prestigiosa universidad, es más difícil declararte como un conservador cristiano que declararte gay, lesbiana o transexual. También decía que hace más de diez años cuando el era más joven y estudiaba en Princeton era más difícil decir que estabas en contra de matrimonio homosexual, que decir que estabas favor.  ¿Queremos que esto pase en Guatemala?
 
En nombre de la tolerancia se ha discriminado la libertad de conciencia, atacándonos y criticándonos de “intolerantes” porque no creemos lo mismo que los demás. He visto videos en donde feministas escupen, insultan y agreden a los templos católicos, he vivido en carne propia la manera en que agrupaciones amenazan y gritan en reuniones de organismos internacionales cuando alguien habla en contra del aborto, también he vivido como catedráticos de la universidad te hacen de menos por ser “conservadora” invalidando tus opiniones frente a tus demás compañeros, además también he observado peleas en redes sociales y no faltan las discusiones familiares y entre amigos con estos temas.

​Soy partidaria de la libertad de opinión y eso mismo me lleva a pensar que debemos aprender a escuchar los diferentes puntos de vista y aprender a dialogar porque jamás vamos a encontrar a alguien que piense exactamente igual que nosotros. Pero porque no hemos aprendido a dialogar y porque se ha mal utilizado el término “tolerancia” ahora a los jóvenes nos da miedo hablar, pensar y actuar de una manera diferente.
 
Y es que puede ser que una debilidad nuestra ha sido la falta de propuestas positivas en un mundo tan negativo como este. Nos ha faltado mostrar la belleza del matrimonio, la alegría de la castidad, lo maravilloso de la vida, lo positivo de una familia unida. Por eso desde ahora, nosotros los jóvenes, debemos cambiar nuestra estrategia y convertir a esta sociedad una sociedad a favor de la verdad,  la libertad, la vida y familia. Empoderar a los jóvenes para que busquen trascendencia en sus acciones para el bien propio y del prójimo y así podamos verdaderamente establecer una civilización que busca la verdad, la justicia y la paz.

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