En la Argentina de hoy, donde el acceso al aborto es ya un “derecho”, muere en un hospital público debido a complicaciones por aborto “legal y gratuito” la estudiante María del Valle, joven de 23 años y militante de la Juventud Radical de La Paz y el aborto. Este caso no es el primero ni será el último, desafortunadamente, pero con todo y la tragedia inherente a la muerte de un ser humano, la pregunta valida acá es: ¿Qué de especial puede tener este caso en función de la guerra abierta que tenemos los ProVida en relación con la agenda abortista?
Pues bien, esto parecerá algo difícil de entender desde esta parte del continente, en donde los grupos abortistas, hasta hace muy poco, han comenzado a evolucionar como barras bravas. Un ejemplo son los actos de vandalismo que se vieron durante la conmemoración del pasado 8 de marzo en Guatemala, pero también en Argentina y México estos grupos han alcanzado niveles de violencia extrema. Se han quemado iglesias, destruido cientos de monumentos y negocios y se han agredido a policías (entre ellos, mujeres). La ideología motivante para tales actos ha sido inoculada por años de adoctrinamiento fanático que el feminismo ha vertido en miles de mujeres y “hombres aliados”.
El caso de María es especial precisamente porque ella era una de las tantas
militantes y activistas del aborto. La paradoja va más allá de como una de las vendedoras del “aborto seguro” muere por el mismo procedimiento, que ya sabemos hasta el cansancio que es peligroso y que termina con la vida de la persona dentro del vientre. Lo complejo del tema radica en la subcultura que hay detrás de estos grupos fanatizados, los que realizan cánticos a favor del uso de Misoprostol e incluso se animan a hacer tutoriales para realizarse abortos caseros durante la cuarentena del COVID-19. En lo oculto y ahora visible, está la promoción por parte de estos grupos de la práctica extendida del sexo “libre, protegido y seguro”, el hedonismo e irresponsabilidad en su máxima expresión.
Falleció María del Valle González López (23 años), Pdta. de la Juventud Radical de La Paz. El miércoles se le suministró un comprimido en el Hosp A. Illia de la Paz, para la “interrupción voluntaria del embarazo”, el sábado se internó en el Hosp Perrupato donde murió este domingo pic.twitter.com/6ydl3yYbOz
— Buena Data (@BuenaDataOK) April 12, 2021
Si bien es cierto que todo procedimiento médico va a llevar algún grado de riesgo, el aborto, aún en las primeras semanas, lo tiene aún más porque para uno de los dos, si no es que para la madre y el hijo, la muerte es segura. Es esto lo sabía María, ella no era el típico caso que utilizan para manipular en el que era una menor de edad violada por su padre, que lejos de evitar que pasen, estos grupos propone el aborto como solución. María no era la mujer de escasos recursos que no sabía leer (casos que también son utilizados por las feministas). Era una militante proaborto conocida en muchos sectores, en los que se daban talleres, seminarios, conferencias de adoctrinamiento a la orden del día; el convencimiento puro y abyecto de la necesidad de llevar el aborto a todos lados.
El vendedor de drogas en la calle que hace dinero vendiendo drogas en determinado momento muere consumiendo su producto, el que ha visto como llegan decenas de adictos que han vendido su dignidad por la dosis diaria, el que ha visto morir a sus clientes con el mismo ritmo con el que surgen nuevos, de repente se engancha con su producto y muere como un cliente más. Parece esta la comparación más adecuada para abordar la complejidad del caso en mención.
Ver cómo una vida humana se apaga es y será siempre una tragedia, el que sea mujer u hombre es indistinto, nacido o no tampoco hace la diferencia. El que sea una joven con una vida por delante es algo que definitivamente lacera la conciencia, pero cuando suceden estos casos, el feminismo calla, el abortismo calla. No hay performances, no hay condenas por “femicidio” cometido por una ley y por profesionales al servicio de esa misma ley. El feminismo apuesta al silencio para que el caso, como otros, sea desplazado por el siguiente asesinato que sí pueda ser manejado en forma propagandística. Ni hablar del bebé que también perdió la vida por el aborto, para el feminismo, no existe.
Dos vidas se han perdido, una que no podrá ser reivindicada como una heroína o como mártir del feminismo, figuras tan necesarias para mantener en funcionamiento el andamiaje emocional de este movimiento antimujer. Esta pobre chica, que a lo mejor soñó con ser luz, ahora será olvidada por sus mismas compañeras de lucha porque su muerte no les conviene a su discurso y objetivos y es el reconocer que una de las suyas murió por el mismo veneno que venden como “derecho”, como algo digno, en las calles.
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