Un impacto poco estudiado en medio de esta pandemia ha sido la transformación dramática de los núcleos familiares o dicho en otros términos, la demostración de la incapacidad de los seres humanos de convivir permanentemente juntos.
La cuarentena ha sido una prueba no programada que las relaciones matrimoniales han enfrentado. Muchos salen airosos y otros han caído como un enorme edificio de naipes, algunos afirmarán que esto es producto de la pandemia y en parte tendrán razón y no solo es por la convivencia obligatoria, sino por los vaivenes que posee los ingresos familiares, los nuevos trastornos infantiles producto de la super estimulación mediática que les dificulta la atención, vaya hasta las diferencias políticas y la división social de las tareas domésticas.
No podemos endilgarle toda la culpa al COVID-19 o a la cuarentena. La epidemia de divorcios se ha instaurado en nuestra sociedad desde que sobrellevamos la misma modernidad de la vida cotidiana, hombres y mujeres salen a diario a trabajar y asumen que el matrimonio es una sociedad mercantil que permite la movilidad social más que la superación espiritual de la persona, la trascendencia del ser.
Ahora bien, la cuarentena logra que esas contradicciones afloren, que se manifiesten en comportamientos agresivos, que las percepciones de carencia de sentido adquieran aún menos sentido. El pico del impacto en contagios del COVID-19 que representa la amenaza a la vida humana, nos brinda el horizonte del impacto de la enfermedad.
La sostenibilidad de la permanencia de los matrimonios se vio afectada a partir de la concepción de que el matrimonio es una relación de carácter temporal, que no requiere de la participación de otros miembros de la sociedad para reafirmarlo, tal es el caso de las familias que se ven representados en cada uno de los cónyuges y claro, la postmodernidad plantea la sobredimensión del individualismo.
Si a eso le sumamos la tendencia que carcome la conciencia de muchos jóvenes de clases medias estudiadas en cuanto al rechazo de la maternidad o bien la paternidad, reafirma la concepción de la autodestrucción programada de la misma existencia humana.
El aislamiento social, definido en la cuarentena, sirve para que podamos reevaluar las relaciones que tenemos en nuestro entorno, lo poco que nos vemos y comprendemos, la falta de empatía que podemos sentir hacia el otro, pero en el contexto de la pareja, es reafirmar que en el viaje que representa la vida, la compañía del ser al que una vez dijiste que amabas en realidad es un viaje y esa persona es el copiloto de una nave.
Al finalizar esta pandemia, lloraremos por los que no pudieron superar la prueba y veremos a nuestra pareja y sabremos con certeza, que la vida es mejor con él o ella o bien, veremos un lugar vacío donde nuestros anhelos algún día se desvanecieron.
Que la cuarentena no acabe con nuestra oportunidad de trascender en esta vida y aprendamos a redefinir nuestra vida de pareja.
Las opiniones expresadas en este blog son propiedad del autor.
Comments are closed.