Por María Gabriela González, coordinadora de AFI Joven.
Este domingo 5 de agosto, muchos jóvenes se despertaron cansados, desvelados, y seguramente hasta reconsiderando si de verdad asistían o no a la celebración del Día de los Abuelos, organizada por Latiendo Juntos, el brazo social de AFI Guatemala.. “Cinco minutos más…”, “van otros, no haré mucha falta”; todos estos pensamientos los invadían, pero tenían un compromiso con el lugar y con la causa. Además, muy en el fondo, una parte de sus corazones se moría por llegar. Lo que no habían terminado de contarle a su cerebro es que ese día, 12 voluntarios -de diferentes edades- irían en la búsqueda de la fuente de la juventud.
Muchos ya la habían visitado antes, ellos eran los miembros del equipo encargado de animar y terminar de motivar a los que no habían tenido la dicha de ser bendecidos e iluminados por ella; estas personas, solo sabían que la fuente de la juventud, se ubicaba en un lugar llamado “Hogar Madre Teresa de Calcuta”. Eso era todo.
En toda la planificación de este viaje, contaban con más personas que encontraron dificultades en sus caminos y los iban dejando, al tiempo que les daban sus mejores deseos y pedían que el efecto de la fuente les fuera compartido a su regreso. Pero ahora, todos los obstáculos, malas noticias, estreses y demás, quedaban en el olvido; ahora importa el ahora.
Al llegar al lugar, fueron recibidos por ángeles, quienes son los guardianes de la fuente de la juventud. Algunos, sonrientes, los saludaban con una alegría indescriptible, otros, silenciosamente les sonreían, les daban la mano o los miraban con la misma chispa de felicidad que solo los ojos, como ventanas del alma, pueden reflejar. Los voluntarios se organizaron, para conseguir cada una de las misiones que se tenían preparadas. Sin embargo, antes de poder atender cada misión, había que animar a los ángeles, ponerlos “de buenas”, ya que se decía, si los ángeles se mantenían contentos y animados, las misiones serían más fáciles. ¿Qué anima a los ángeles y relajaba a los voluntarios? La música.
Al ritmo de las melodías de marimba, cada voluntario se acercaba a un ángel, lo saludaba y comenzaba a bailar con él. Así como habían ángeles que bailaban de forma tan majestuosa e impresionante, habían otros que realizaban movimientos tan sencillos, pero tan poderosos, que descongelaban el corazón de quien estuviera con él.
Una vez conseguido esto, los voluntarios se dividieron en grupos para completar cada una de las misiones asignadas. Los primeros, tuvieron que dejar volar su imaginación y tratar de llenar de colores el océano con ayuda de los ángeles que se transformaron en increíbles pintores. El segundo grupo no requirió mayor esfuerzo físico, pero sí mental, ya que se enfrentaban a la presencia de personajes legendarios de Guatemala que visitaron a los ángeles, como La Llorona, al tiempo que ellos recordaban sus previos encuentros con ella. Un tercer grupo, el más alegre y concurrido, era el que más deseaba la suerte, pues debían llenar un rectángulo de diferentes figuras para conseguir gritar la palabra clave.
Mientras esto pasaba, un grupo más pequeño de voluntarios documentaba estos sucesos, porque muchos oyen de la fuente de la juventud, pero pocos creen seriamente en el impacto que llega a tener en las personas que la encuentran y la visitan. El último grupo, tenía el mayor reto: conseguir que los ángeles no se quedaran dormidos mientras se les contaba una historia. Solo una tarea, pero que necesitaba toda la creatividad y vocación artística del mundo. Claro, la verdad, fue una tarea sencilla para estos voluntarios, porque los ángeles no parpadeaban, querían intervenir en la historia, alterar su curso; incluso ser parte de ella.
Se dieron las instrucciones para asistir al festín que los ángeles tenían. A pesar de la distracción que causaron las misiones, aquellos que buscaban por primera vez la fuente comenzaron a preguntarse “¿y dónde está la fuente?”, “¿Por qué los ángeles no nos han dicho nada, si hemos cumplido con todo?”. Pero no comentaban nada, solo se mantenían con los ángeles, platicaban con ellos, recibían su sabiduría, o incluso, gozaban del calor que sus abrazos y muestras de cariño transmitían.
Los líderes de los voluntarios comenzaron a decir “recojamos todo y podremos irnos”. Ahí fue donde pegó todo, donde dejó de ser una aventura y cada cosa fantástica adquiría su aspecto real, pero no dejaba de ser fantástico. El océano coloreado se volvió un libro de pintar; la presencia de la Llorona se vio reducida a la leyenda que se contaba; la palabra clave del rectángulo con figuras era “lotería”; y la historia que se contó era un show de títeres de mano contada a los ángeles, quienes, en realidad, eran los abuelitos que vivían en el Hogar Madre Teresa de Calcuta.
Sin embargo, la historia no era mentira, la fuente de la juventud sí existía y estaba en cada uno de esos abuelitos, quienes pusieron a prueba la humildad, la empatía, el carisma, el trabajo en equipo, la paciencia, la organización y la caridad de los voluntarios. Todas estas virtudes contribuyeron a que los abuelitos sonrieran, rieran, bailaran, platicaran y abrazaran más de lo que suelen normalmente, y su felicidad, era una felicidad rejuvenecedora, que es el “valió la pena” de la visita, de sentirse cansado y acalorado.
Es por eso, que estas visitas son como una aventura con ángeles guardianes de una fuente de la juventud: porque los abuelitos son seres muy puros, que con su vida, rejuvenecen y enriquecen la de los demás; son personas que deben ser protegidas y queridas sin importar que. Y esa experiencia, es toda una aventura.
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