Por Paola Cardenal.
Yo al menos, me casé consciente de estas cosas y aunque no estoy libre de estos tropiezos, sin duda alguna creo que casarme ha sido lo mejor que me ha pasado en la vida. Puede que mi opinión sea sesgada porque tengo el mejor esposo del mundo –ríanse, pero yo juro que es cierto-. Advierto que no soy experta, pero junto a mi súper esposo hemos consolidado un matrimonio consciente de que si no estás construyendo, estás destruyendo, palabras que, aunque fuertes, nos han ayudado a tener una motivación diaria de “mantener la chispa” aún ante la adversidad.
1. Conocer las necesidades mas básicas del otro
Recuerdo que antes de casarme, entre los tantos consejos que me dieron, uno de los que más me llamó la atención fue por parte de una amiga cercana que además es consejera familiar. “Hay que conocer las necesidades mas básicas que tenemos tanto hombres como mujeres,” me dijo, “Porque definitivamente somos diferentes. Complementarios, pero diferentes.”
Me explicaba que normalmente la mujer en su esposo busca protección, qué estará ahí cuando ella lo necesite, que la valora. Así mismo, a ella le importan los detalles, las pequeñas muestras de cariño, un piropo de vez en cuando y por supuesto, que la admire, esto tanto físicamente como por su inteligencia.
El esposo también quiere que su esposa se sienta orgullosa de él y sus logros, pero a él los detalles habitualmente no le dirán mucho, él mas bien necesita sentirse apoyado por ella en lo grande, -sea en los problemas, los hijos, en la conciencia de las necesidades y las decisiones-. Y aquí una sorpresa, él necesita admirarla a ella, su inteligencia y sus virtudes femeninas. Mi amiga lo explicaba así: “El hombre ve a la mujer como un ancla, en el buen sentido, que lo asienta cuando él actúa como animal” –es chiste, no se ofendan-. Él admira la sensatez, los consejos, las conversaciones intelectuales, su criterio.
La clave de este primer consejo es la siguiente: aunque hay aspectos que están fuera de nuestro control, para hacer feliz al otro y que él a nosotros, que es la finalidad del matrimonio –me refiero a servir con alegría al otro, aunque ahora quisieran hacernos pensar que el servicio es sinónimo de esclavitud-, podemos esforzarnos en mejorar los aspectos que si podemos controlar, empezando por reconocerlas. Esto me lleva al segundo consejo, que casi-casi es continuación del primero.
2. Los “lenguajes del amor”.
Como regalo de bodas una amiga de mi suegra nos regaló el libro “Los 5 lenguajes del amor”, que leímos durante la luna de miel. Gary Chapman, el autor y terapeuta, afirma en el libro que existen cinco maneras generales en las que uno puede expresar su amor y cada persona –aunque reconozca todas- se identifica mas con unas que con otras.
“Palabras de afirmación” es el primer lenguaje, que se refiere al gusto por los reconocimientos y halagos verbales. Yo soy partidaria de este tipo de afecto. El segundo, “tiempo de calidad”, uno de los mas importantes para mi esposo, se refiere a la atención total aunque sea en dosis pequeñas, a esos momentos de conexión sin distracciones.
Debo admitir que aunque había leído el libro, logré identificar que este era el lenguaje de mis esposo hasta meses después en la práctica, pues notaba que se quejaba mucho cuando estaba –según yo- compartiendo tiempo con el pero miraba mi teléfono o trabajaba mientras estábamos juntos. Le gusta que le vea a los ojos, sentirse como una prioridad, aunque solo se trate de unos minutos cuando llegamos a casa.
El tercer lenguaje, “los actos de servicio”, es importante para quienes prefieren las acciones concretas, es el apoyo en las cosas pequeñas que para ellos son sumamente representativas. El cuarto es el de los “regalos” y aunque pareciera, no tiene nada que ver con el materialismo. Un regalo puede ser una flor que recogió del jardín, la sorpresa de un desayuno en la cama, incluso un detalle hecho con las manos. Y para finalizar, “el contacto físico”, algo esencial en el matrimonio que no solo se refiere a la intimidad. Es tomarse de la mano, los abrazos y besos. Me atrevería a decir que a todos nos complace este tipo de afecto, pero hay quienes lo necesitan mas que otros.
Lo que aprendí de este libro es que no debo intentar expresarle mi amor con las cosas que a mi me gustan porque aunque de algo sirve, no es suficiente. Sino debo traducir mi amor a su lenguaje y practicarlo constantemente para que él se sienta amado y su “tanque” lleno, y él conmigo igual.
3. El arte de las conversaciones con propósito.
Me atrevería a decir que las limitaciones de una relación de novios a larga distancia nos ayudaron –en vez de perjudicarnos- a establecer las bases de una muy buena comunicación, abierta y constante, pero entre el ajetreo del día a día puede que hablemos de muchas cosas, pero no tanto del nosotros. Aquí es donde entra el último consejo, o mas bien una lección que aprendí de mi esposo sin que él siquiera se diera cuenta.
Entre la rutina, por alguna razón discutimos una noche–y ni recuerdo por qué, seguro algo estúpido- y yo había decidido, contra todas las advertencias de que nunca hay que dormirse enojada con el marido, apagar las luces. Él me preguntó “¿Tienes algo más que decirme? ¿Cómo crees que podríamos haber evitado esta discusión?”. Por supuesto vomité un montón de reproches sobre el incidente aislado, pero ante sus preguntas insistentes recapacité que eran otros los motivos de mi enojo, entre ellos que llevábamos muchos días sin pasar mucho tiempo juntos y no había podido hablar con él, ni para compartir mis preocupaciones y angustias mientras pasábamos por una situación delicada de salud.
Esa noche aprendí que es bueno y necesario de vez en cuando provocar esos momentos para hablar “así en serio” como dirían los chapines. Provocar conversaciones mas serias y profundas, de nuestros deseos, sueños y hasta preocupaciones, hacer incluso preguntas difíciles sobre cómo se puede mejorar el matrimonio y más importante proponer algunas metas para trabajar en equipo y lograrlo.
Todos soñamos con un viaje romántico a París o una isla virgen, y seguramente servirá para relajarse y hacer una re conexión, pero lo cierto es que el matrimonio se construye de pequeñas acciones y conexiones diarias, pequeñas demostraciones de cariño, de tomarse el tiempo todos los días de decirle “Sí” al otro aunque sea en algo pequeño y donarle al menos un momento de atención. Al final del día, lo que lo hace feliz a él me hace feliz a mi y si somos felices somos mas fuertes.
No Comments
Qué excelente artículo! Muy acertado.
Muy ganadores estos articulos