Por Camila García, 17 años.
Uno de los grandes problemas de vivir en esta generación es la malinterpretación y el mal uso de algunos términos; como derechos, igualdad, familia, entre otros. Se atacan los valores y se busca aniquilar lo básico. Por ejemplo, en esta generación es un reto defender el derecho a la vida, que es bombardeada y atacada por los medios de comunicación. Es un reto mantener las viejas costumbres de la comunicación sin ser consumidos por la tecnología y ver la vida pasar a través de una pantalla.
Existe una diferencia entre el “ser” y el “sentir”, eso es evidente, pero aún así parece que mi generación constantemente comete el error de confundirlas. “Si así es como tú te sientes, entonces eso eres.” Pero no por sentirme emprendedora significa que ya lo sea. Sentir se refiere a experimentar sentimientos; me siento feliz en este momento pero puede que después esté triste. Más no puede ser que porque me sienta una mujer de raza china, sea una mujer de raza china. Ahora se considera la vida como un inmenso buffet, en donde se puede escoger cualquier credo, estilo de vida y el “género” que más se te apetezca.
Hablar de igualdad es complicado porque nos han hecho creer que se trata de ser igual al sexo opuesto, cuando es evidente que hombre y mujer no son iguales, sino complementarios. Reducido a cromosomas XX & XY, incluso las variables demuestran lo contrario. Se vuelve más confuso cuando se agregan un sin fin de otros “géneros” al catálogo. Quizá empezó siendo una lucha por igualdad en derechos, que toda la raza humana comparte y merece, pero eso no nos hace “iguales”. Además ¿cómo podemos hablar de derechos de igualdad entre los sexos, si ni siquiera hay igualdad entre todos los seres humanos? Cuando ya no se defiende el más esencial de todos ¡el derecho a la vida! Ahora se defienden más los derechos de los animales que los de los niños por nacer.
Una vez alguien me dijo que no tuviera miedo a decir que “sí”. Se refería al sí en las fiestas, al alcohol, a probar lo desconocido y a decir que sí a todo lo fácil. Nunca nadie me dijo lo difícil que iba a ser decir que ¡no!. Es muy sencillo decir el “sí” para pertenecer, es más complicado decir el “no” que nadie se espera, que hace eco, que algún día puede llegar a cambiar una vida.
Tal vez el mayor reto de vivir en esta generación es tener una voz, nadar en contra de la corriente, porque al parecer hacia donde la corriente nos está llevando es al caos. En donde se vive una constante batalla entre lo que la sociedad demanda y lo que se sabe que es moralmente correcto. Es responder a esta realidad con lo único que me queda, MI FÉ.
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