Por Andrea Pérez / AFI Joven
Todos estamos aquí gracias a que nuestros padres dieron el sí a la vida; por ellos venimos a este mundo. Reconocemos que tanto papá y mamá son importantes en la vida de una persona, principalmente cuando estamos pequeños, pero en esta ocasión, quiero resaltar el papel de mamá como ese ser incomparable que nos abraza con una sola mirada.
Aunque no soy madre todavía, puedo hablar de una con mucha confianza. Sí, mi madre con quien he pasado treinta años. A través de las etapas de mi vida, he podido crecer y madurar. Ella no es solo quien vela porque siempre haya comida fresca en casa o que se preocupa por mantenerla limpia y convivir en armonía. Ella ha hecho tanto para ver a sus hijos felices, por sobre todas las cosas.
Ella, como muchas madres, ha estado al lado de cada uno de sus hijos en los momentos difíciles; momentos de tristeza, de enfermedad e incertidumbre. Aún con sus hijos adultos, si hay que desvelarse, allí está ella; si hay que madrugar, se asegura de dejar su alarma para levantarse y preparar la comida. Solo de pensar en esos valiosos detalles, no se puede hacer más que reconocer, admirar y agradecer ese amor desmedido y desinteresado.
Por supuesto, no todo es color de rosa ni perfecto, pero eso es lo maravilloso de las madres. En medio de su imperfección, enojos o (¿por qué no?), regaños, en el fondo hay un corazón lleno de bondad y paciencia. Me atrevo a decir que también hay un corazón abierto a seguir aprendiendo de los errores, pues ese espíritu luchador y optimista las lleva a perdonar, perdonarse y seguir adelante.
Cuando pienso en mi madre y cómo ha vivido su maternidad, tengo ese firme presentimiento que ha dado todo de sí. Viendo hacia atrás, me doy cuenta de las muchas veces que quizá no le dije un “gracias”, no le di un abrazo o hice algo de mala gana. Ahora que me he adentrado en el mundo de la crianza, reconozco que las madres solo quieren lo mejor para sus hijos y si algo no sale de la mejor manera, no es porque así lo hayan querido, es simplemente porque es un ser humano y puede equivocarse.
Desde mi perspectiva de hija y observadora de otras madres, agradezco el que tengan una maternidad acompañada. Me he dado cuenta de lo valioso que es que las mamás tengan a alguien en quien confiar y buscar consuelo. De la opinión de algunas madres, es a Dios a quien buscan en primer lugar, en quien encuentran esa calma y descanso. Puedo decir que realmente me consta que mi madre es una fiel creyente del gran poder y amor de Dios y nunca se cansa de orarle y agradecer todas las bendiciones.
Pero también es importante valorar a esos seres de carne y hueso que apoyan y alientan a las madres cuando más lo necesitan. Algunas mamás se reconfortan en su esposo, ese ser tan especial que complementa perfectamente su maternidad. Otras con su madre, alguna buena amiga, la familia o también con sus hijos. ¡Qué bendición tener ángeles en la Tierra! A veces mamá solo necesita alguien que la escuche y estas personas son tan especiales que comparten su tiempo con ella.
No puedo decir por experiencia propia qué es vivir el regalo de la maternidad (aunque sí espero un día vivirla), pero puedo compartir lo que otras mamás han aprendido a través en esta etapa. Si eres mamá, quizá te identifiques con alguna de ellas. Debes ser fuerte y valiente, porque hay un bebé que depende de ti. Quizá a veces crees que tu poder como mujer no cambia, al contrario ¡te vuelves más poderosa!, pues has dado vida.
Te esfuerzas por aprender y prepararte, aunque claro, no todo está escrito. Descubres y confías en tus virtudes, muchas veces guiándote más por tu corazón que por el qué dirán. Y aunque no es fácil, no significa que sea imposible. Recuerda, un bebé trae alegría y amor incondicional, eres madre porque tienes toda la capacidad de serlo y vivirlo.
Y si estás empezando el camino de ser madre o esperas serlo pronto, te comparto palabras de aliento para que lo vivas al máximo. Confía en ti y en tu instinto. Disfruta y ama todo el proceso, desde que tienes a tu bebé en tu vientre, cuando lo tengas en brazos, cuando tengas que agacharte para ayudarlo a caminar y también cuando crezca y esté en esa etapa en que las hormonas andan alborotadas (todo pasa). Sí puedes prepararte. Lee e infórmate, es mejor prevenir que lamentar. Por último, no te compares; recuerda que cada bebé y cada mamá tienen su propia conexión, la tuya es especial.
Haciendo este recorrido, digo una vez más que valoro a mi mamá y todo lo que es capaz de hacer. Valoro que por más cansancio que tenga, sus manos y corazón están siempre dispuestos a hacer lo necesario para la familia y mantener un hogar unido, guiado por Dios. Desde mis ojos, veo que una mamá florece y llena sus ojos de luz cada vez que ve una sonrisa en sus hijos. Desde mis ojos, veo que la maternidad no es solo criar y educar, es amar la vida. Es darla.
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