Este artículo pertenece a #MensajeDePapá; una serie de reflexiones escritas por padres para padres sobre lo que significa tan loable labor.
Cuando tenía 16 años, en el colegio luego de un recorrido en la linea del tren para visitar niños y jóvenes de escasos recursos, me preguntó un amigo sacerdote sobre cuál era mi sueño. Me quedé pensando un momento y le contesté que quería tener una familia y ser un papá que pudiera dar fe, amor, ejemplo y pasar los momentos más alegres de mi vida con ellos, que quería que fueran personas felices, que juntos pudiéramos apoyar a quienes más lo necesitan. A esa edad no sabía qué iba a suceder en mi vida o cuáles eran las experiencias que me iban a tocar para entender el significado de ser padre.
Hoy después de vivir experiencias fuertes que no se las deseo a nadie como padre, les puedo decir que aún sobre esas situaciones que enfrentamos algunas personas están todos esos momentos maravillosos que quiero agradecer a Dios, a la Virgen Santísima y a mis hijos porque a través de esos momentos (algunos buenos y otros no tan buenos) he vivido de una manera especial el significado de la palabra papá.
A mis hijas les agradezco su amor incondicional, su entrega y la enseñanza más fuerte que me han dado, ya que dentro de los momentos más duros de nuestra vida , yo estaba librando una batalla legal contra mucha corrupción para salvar sus vidas, ellas tuvieron la valentía de soportar todo tipo de daño en manos de muchas personas con maldad, pero sabiendo que ese vínculo resistente que da el amor verdadero entre un padre y un hijo, nadie lo puede romper, ese era el motor que nos sostenía para resistir hasta estar juntos nuevamente.
De miradas tristes y casi devastadas, la fe en Dios y la fuerza interna de mis princesas las hizo no ser derrotadas y hoy veo a una de ellas con una mirada llena de amor y paz viendo hacía un futuro prometedor, una visión de triunfo hacia el cielo y a la vez de tranquilidad para lograr muchos sueños propios y para apoyar a otros. Veo en mi otra princesa, mucha ternura y paz, pero por dentro un empoderamiento enorme de saber que tiene a su corta edad la capacidad de defender su vida, la de su hermana y la de cualquier persona. Mis hijas son dos niñas que saben lo que significa decir Sí a la Vida.
Y no quiero dejar de mencionar a mi hijo, porque la sangre no es el único vínculo que hace una relación entre un padre y un hijo. Poseo en mis manos y sobre todo en mi corazón una historia de fe maravillosa, de un jovencito que sin ser yo su padre, por años logramos tener un lazo enorme que solamente Dios sabía la razón, una comunicación más que especial, mucho respeto y admiración entre ambos, pero a la vez alegrías, consejos, momentos increíbles de compartir sueños, una relación que dejó una huella imborrable en mi vida.
Jorgito me enseñó a pedirle a Dios hincado y llorando que por favor tomara parte de mi vida y lo salvara de una enfermedad terminal a su corta edad, pero había un plan y un tiempo de Dios. El dolor de perder un hijo lo he vivido de distintas formas, a él lo dejé de ver hace muchos años pero su presencia está de tantas formas y hasta con milagros recibidos del cielo porque se llevó muchas pláticas con mensajes para Dios. Esto hace que él siga presente. Su foto fue el último día que llegó a verme a la oficina, dentro de su enfermedad , me sorprendió al tocarme la espalda y decirme, “aquí estoy te vine a ver”. Su sonrisa, la paz en su mirada, y el gran abrazo que nos dimos era el inicio del camino que nos tocaba vivir en eso meses siguientes cuando el dolor se apoderó de él por completo, pero dentro de ese sufrimiento también me enseñó que nunca se debe de perder la fe y que en algún momento nos vamos a volver a ver.
A mis tres hijos gracias por darme la oportunidad de ser padre, por hacerme vivir ese compromiso que hice a los 16 años, por darme a cada momento más fuerzas para salir adelante y sentirme feliz de ser un padre de seres maravillosos que me siguen enseñando.
Amen a sus hijos
Feliz día del padre a todos
Una colaboración de:
Carlos Flores
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