Ahora pienso que no visito lo suficiente a mi mamá y que al salir de esto no quiero dejar pasar una sola semana sin abrazarla y besarla, igual a mi papá, mi hermana y sobrinos.
¿Qué es lo que extraño? Definitivamente mis reuniones en Ministerio Celebremos La Vida cada semana. Ver a mi tribu y compartir con ellas. A mis padres, ahora pienso que no visito lo suficiente a mi mamá y que al salir de esto no quiero dejar pasar una sola semana sin abrazarla y besarla, igual a mi papá, mi hermana y sobrinos; y las reuniones de cumpleaños donde nos vemos con la familia extendida.
Extraño poder tener la espontaneidad de ir al cine o a tomar un helado con mi amor cualquier día a cualquier hora. Extraño la libertad de poder decir, voy a ir a visitar a alguien, aunque no soy muy de visitar, no me gusta sentirme limitada. Extraño poder salir a cualquier centro comercial, restaurante, ver a mis amigas y no tener que estar pensando si puedo o no, si es conveniente o no, si es seguro o no. Extraño poder ir al supermercado, al mercado, el pasearme entre la gente cuidando que no me pisen en las aglomeraciones, el ruido de los locatarios ofreciendo el mejor producto al mejor precio.
Y al mismo tiempo, entre chistes, memes y mil y una instrucción biosanitaria, me siento tan abrumada que quisiera estar en cuarentena en mi cuarto. No, no me malinterpretes, no es miedo, es que me encanta estar sola, disfruto mi vida, mi silencio o mi ruido, mi aroma, mi presencia, mi compañía.
Sin embargo, me ha tocado la bendición de estar en casa con mi esposo que sigue pegado al teléfono y a las situaciones propias de su trabajo como si nada. La oficina se vino a la casa. Mi hijo mayor trabajando desde casa también, en horario de oficina; cada cierto tiempo pide silencio porque tiene que atender una llamada, no se desprende de la computadora a doble monitor, tiene su propio call-center instalado.
Mi hijo adolescente va al colegio virtual todos los días de 11 a 13:30 horas; y luego, sigue pegado a libros y cuadernos haciendo tareas. Por ratos lo escucho decir cosas a las que respondo ingenuamente creyendo que me habla a mí, pero no, es con sus compañeros de clase y con sus catedráticos con quiénes habla. Así que hay momentos que estando rodeada me digo a mí misma: “mí misma, vente pá acá”.
Hago malabares para hacer mis cosas porque mis proyectos y compromisos son importantes también. Hasta la Joy y la Pepper – mis perritas – se han recluido un poco, también se sienten abrumadas de tanto bullicio en casa.
Este tiempo me hace meditar, es cierto, hay muchas personas que no tienen el privilegio de poder quedarse en casa, que tienen que salir a buscar, literalmente, el pan diario. Los trabajadores de la salud que están en la línea de fuego, poniendo el pecho y la vida por nosotros son un ejemplo. Agentes de seguridad, servidores públicos, autoridades de gobierno, también lo son.
Oro por ellos, por esos valientes que siguen echando a andar el país. Oro también por quienes debido al contagio están en confinamiento, en una cama de hospital aislados completamente, luchando con todas sus fuerzas por desarrollar defensas y vencer al Covid-19.
¿Qué nos queda? A las autoridades, obedecerlas. En casa, voltear a ver a nuestros convivientes: hijos, padres, hermanos, cónyuge. Verlos bien y darnos cuenta de que les han salido algunas arrugas y canas que no habíamos notado, que han crecido algunos centímetros, y que ahora hay que levantar la mirada para encontrar sus ojos.
Es tiempo para reconocer que la relación, en el punto en el que está, llegó allí por nuestra participación o indiferencia. Creo que como mujeres sabias nos corresponde ser ese pegamento que une sin empalagar, que brinda espacio sin desconectarse, que apoya sin hablar, que protege sin ahogar, que da ánimo y fortalece la fe sin sermonear.
Esto apenas empieza y he leído una y mil cosas sobre qué hacer en casa, pero si no estás en armonía, de nada servirán tus proyectos, planes u horarios de actividades. Así que hoy te invito a iniciar por limpiar tu corazón, por valorar lo que tienes y a quién tienes en casa. No con la gastada comparación de “hay muchas personas que no tienen ni quien les alcance un vaso de agua”; no, hazlo con un amor sacrificial, un amor de servicio, un amor que solo puedes obtener al poner tus ojos en Alguien más grande, al dejar de lado tu comodidad y ver por el bien ajeno.
Llenar de ese amor, optimismo y servicio tu hogar, hará que cuando termine el período de aislamiento o cuarentena, puedas agradecer a Dios por la oportunidad de reconectarte con tus seres queridos y hasta se extrañen mutuamente cuando todo vuelva a la normalidad.
No olvides servir a tus vecinos que no pueden salir, intenta comprar en la tiendita del barrio, recuerda no acaparar productos, y sobre todo no vivir en zozobra ni pánico. Contagia amor, no temor.
#JuntosSaldremosAdelante más fuertes y más unidos.
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3 Comments
Tengo el gusto de conocer a Yessy. Cuando las palabras son sinceras, la enseñanza se transmite de un corazón a otro. Esta es una época de mucha reflexión y aprendizaje para todos. Gracias Yessy por lo que nos enseñas, un abrazo grande!
Excelente reflexión, me inspira a ver a los más próximos a mi desde la armonia del corzón y la sabiduria para avanzar desde adentro aunque no pueda salir en este tiempo…
Gracias por compartir exactamente como me siento. Vamos a estar bien, Dios está aquí!!