COLUMNA :::eL LABERINTO DEL FAUNO:::
Cada quién elige cómo morir. Esto es irrefutable.
Hay decisiones humanas que producen una revolución. Sean estas acertadas o erradas, algunas saltan a los medios de comunicación. Y cuando lo hacen, interpelan a cualquier ser humano que sabe de ellas. El suicidio asistido de Brittany Maynard removió ideas, generó reflexiones, debates, posiciones. Es lógico. Se trata nada más y nada menos que de la muerte. Y por lo tanto, de la vida.
Ella decidió tener una muerte digna. Estamos claros que es una decisión personal, libre. No pretendo juzgar si ella hizo bien o mal. Lo que sí me interesa cuestionar es el uso desafortunado del lenguaje, que al final se convierte en una maquinaria ideológica.
Vaya, eso sí que me incomoda. ¿Qué es dignidad, entonces? Se reduce acaso a la autonomía, independencia, libertad de movimiento que una persona pueda tener ante su enfermedad. ¿Y dónde queda entonces la grandeza del ser humano ante la vida y ante la muerte? ¿Soy menos digno si sufro, si soporto el dolor, si acepto la enfermedad, si espero mi momento?
Mientras escribo esto, no puedo dejar de relacionarlo con dos piezas artísticas: el romántico bolero Reloj no marques las horas y la película Amigos (Intouchable), En el primero, se ruega que el tiempo de morir no llegue. Es una súplica inflada por el amor. Desde la perspectiva de la muerte, el tiempo cobra relieve. No quiero perder ni un minuto, ni una sola oportunidad para sentirme vivo.
La segunda, es una película (basada en una historia real) en la que el protagonista podría ser un seguro candidato para una “muerte digna”. Pero él no solo ha elegido vivir, sino que además encuentra al idóneo compañero de camino, que lo llevará a descubrir con buen humor que la vida es más sencilla de lo que parece.
Cada quién elige cómo morir. Esto es irrefutable.
Hay quienes eligen morir rodeados por su familia.
Hay quienes eligen morir peleando con su destino.
Hay quienes eligen morir serenos.
Hay quienes eligen morir pidiendo perdón y perdonando.
Sin embargo, en el suicidio asistido se elige morir, no cómo morir. La decisión es tan esencial que anula cualquier otra que se pueda tomar en función de esta. Simplemente, estoy anticipando mi final, creando la atmósfera de “condiciones dignas”, despidiéndome de la posibilidad de luchar hasta el último minuto.
Quizá la diferencia es si se elige vivir dignamente hasta que llegue la muerte o si se opta por morir porque se cree que la vida ya no es digna. Esto último simplemente es inexplicable, lamentable y erróneo: toda vida vale y toda vida es digna.
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Excelente!
Muy bueno! Felicidades!