Este año tuve la oportunidad de asistir a la 46ª Asamblea General de la Organización de los Estados Americanos (OEA) llevada a cabo en Santo Domingo, República Dominicana. Esta es mi experiencia.
Por Ligia Briz
Por Ligia Briz
La Asamblea se llevó acabo del 13 al 15 de junio, con el tema “Fortalecimiento Institucional para el Desarrollo Sostenible en las Américas”. Y debido a que la OEA es el “principal foro regional para el diálogo, análisis de políticas y toma de decisiones en asuntos del Hemisferio”, y basándonos en experiencias anteriores en Asambleas Generales, nuestras expectativas en cuanto a la participación como sociedad civil eran muy altas. Sin embargo, nuestra participación estuvo lejos de ser democrática.
Desde antes de llegar a Santo Domingo, empezamos a notar que las reglas del juego estaban cambiando. Nos notificaron que, a pesar de haber inscrito apropiadamente a todos los representantes de las asociaciones, en esta ocasión solamente podría ingresar una persona por asociación a la Asamblea General. A pesar que se justificaron con la falta de espacio, nadie ha podido explicarnos por qué el primer día todos los representantes de la sociedad civil estuvimos juntos en un mismo lugar, sin problema de espacio.
Estos cambios continuaron el día que recogimos nuestras credenciales cuando, después de esperar durante cuatro horas acompañados del exquisito calor dominicano, nos impusieron arbitrariamente la mesa de trabajo en la que debíamos estar, a costa de cualquier argumento legal, histórico o de sentido común. Nosotros, ya en República Dominicana, decidimos tomarlo con la mejor actitud e iniciamos el proceso de análisis y estudio de los temas que se tratarían en la nueva mesa asignada.
Al siguiente día, en las mesas de trabajo, estuve colaborando en la mesa de Democracia y Desarrollo Sostenible. Esta ha sido una de las experiencias más enriquecedoras. Esperaba que al escuchar a ciudadanos de otros países latinoamericanos podría aprender sobre nuevos problemas, retos y obstáculos que la sociedad civil vive, o sufre, a lo largo de todo el Hemisferio. Sin embargo, no fue así. Todos compartimos los mismos problemas: corrupción, impunidad, inseguridad, pobreza, falta de educación, debilitamiento del sistema de partidos políticos, organizaciones criminales que se apoderan del Estado, falta de representación de la sociedad civil en el poder legislativo, entre muchos más. De la misma forma, todos compartimos propuestas de solución y, poco a poco, íbamos tejiendo una red de soluciones para poder presentarla ante la Asamblea General y así lograr que nuestra voz fuera escuchada y tomada en cuenta.
Y en este momento de catarsis, en el que empezábamos a vislumbrar una pequeña luz de esperanza, se inmiscuyeron los comentarios de personas que defendían una agenda específica, ajena al tema de democracia y desarrollo sostenible, en lugar de unirse al esfuerzo colectivo para buscar soluciones. Estas personas intentaron inventar derechos dedicados a cierto grupo considerándolo como Ciudadanos VIP, en detrimento del bienestar de quienes no somos parte de esta clasificación.
Después de varias horas de diálogo y esfuerzo, el sentido común imperó y logramos redactar un documento con recomendaciones que, en su mayoría, respondían a las necesidades de todas las naciones, sin agendas ocultas ni apartados dedicados a un selecto grupo.
Tras este pequeño éxito, durante los siguientes días sufrimos prácticas poco democráticas por parte de la OEA: prohibiciones para entrar a la Asamblea General, tratos groseros por parte del personal de seguridad y hasta fuimos testigos de cómo dejaron fuera a un Delegado Oficial de la Santa Sede. En ese momento, nuestros esfuerzos por entrar cesaron y se concentraron en evitar tal injusticia. Después de una hora bajo el sol, logramos que una persona de protocolo llegara y llamara a la cordura al agente de seguridad que no permitía entrar al mencionado delegado. Podríamos decir que, a pesar que violentaron nuestro derecho de participación, evitamos tal injusticia. Tiempo después, tuvimos la oportunidad (en la calle) de hablar con algunos Delegados y nos indicaron que otras personas de la sociedad civil, cuya agenda particular evidentemente la defienden los altos mandos administrativos de la OEA, sí lograron entrar sin problema. ¿Coincidencia?
Finalmente, esta experiencia nos sirvió como lección de cuántos intereses se impulsan en nombre de la “democracia” y el “desarrollo sostenible” y, por lo tanto, nos inspira a continuar trabajando por defender la vida, la familia y la libertad de conciencia, tantas veces amenazadas en estos foros internacionales. ¡Ánimo compañeros! Esta causa no vale la pena, vale la vida.
Desde antes de llegar a Santo Domingo, empezamos a notar que las reglas del juego estaban cambiando. Nos notificaron que, a pesar de haber inscrito apropiadamente a todos los representantes de las asociaciones, en esta ocasión solamente podría ingresar una persona por asociación a la Asamblea General. A pesar que se justificaron con la falta de espacio, nadie ha podido explicarnos por qué el primer día todos los representantes de la sociedad civil estuvimos juntos en un mismo lugar, sin problema de espacio.
Estos cambios continuaron el día que recogimos nuestras credenciales cuando, después de esperar durante cuatro horas acompañados del exquisito calor dominicano, nos impusieron arbitrariamente la mesa de trabajo en la que debíamos estar, a costa de cualquier argumento legal, histórico o de sentido común. Nosotros, ya en República Dominicana, decidimos tomarlo con la mejor actitud e iniciamos el proceso de análisis y estudio de los temas que se tratarían en la nueva mesa asignada.
Al siguiente día, en las mesas de trabajo, estuve colaborando en la mesa de Democracia y Desarrollo Sostenible. Esta ha sido una de las experiencias más enriquecedoras. Esperaba que al escuchar a ciudadanos de otros países latinoamericanos podría aprender sobre nuevos problemas, retos y obstáculos que la sociedad civil vive, o sufre, a lo largo de todo el Hemisferio. Sin embargo, no fue así. Todos compartimos los mismos problemas: corrupción, impunidad, inseguridad, pobreza, falta de educación, debilitamiento del sistema de partidos políticos, organizaciones criminales que se apoderan del Estado, falta de representación de la sociedad civil en el poder legislativo, entre muchos más. De la misma forma, todos compartimos propuestas de solución y, poco a poco, íbamos tejiendo una red de soluciones para poder presentarla ante la Asamblea General y así lograr que nuestra voz fuera escuchada y tomada en cuenta.
Y en este momento de catarsis, en el que empezábamos a vislumbrar una pequeña luz de esperanza, se inmiscuyeron los comentarios de personas que defendían una agenda específica, ajena al tema de democracia y desarrollo sostenible, en lugar de unirse al esfuerzo colectivo para buscar soluciones. Estas personas intentaron inventar derechos dedicados a cierto grupo considerándolo como Ciudadanos VIP, en detrimento del bienestar de quienes no somos parte de esta clasificación.
Después de varias horas de diálogo y esfuerzo, el sentido común imperó y logramos redactar un documento con recomendaciones que, en su mayoría, respondían a las necesidades de todas las naciones, sin agendas ocultas ni apartados dedicados a un selecto grupo.
Tras este pequeño éxito, durante los siguientes días sufrimos prácticas poco democráticas por parte de la OEA: prohibiciones para entrar a la Asamblea General, tratos groseros por parte del personal de seguridad y hasta fuimos testigos de cómo dejaron fuera a un Delegado Oficial de la Santa Sede. En ese momento, nuestros esfuerzos por entrar cesaron y se concentraron en evitar tal injusticia. Después de una hora bajo el sol, logramos que una persona de protocolo llegara y llamara a la cordura al agente de seguridad que no permitía entrar al mencionado delegado. Podríamos decir que, a pesar que violentaron nuestro derecho de participación, evitamos tal injusticia. Tiempo después, tuvimos la oportunidad (en la calle) de hablar con algunos Delegados y nos indicaron que otras personas de la sociedad civil, cuya agenda particular evidentemente la defienden los altos mandos administrativos de la OEA, sí lograron entrar sin problema. ¿Coincidencia?
Finalmente, esta experiencia nos sirvió como lección de cuántos intereses se impulsan en nombre de la “democracia” y el “desarrollo sostenible” y, por lo tanto, nos inspira a continuar trabajando por defender la vida, la familia y la libertad de conciencia, tantas veces amenazadas en estos foros internacionales. ¡Ánimo compañeros! Esta causa no vale la pena, vale la vida.
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Hola Ligia I am really proud of you😊😊