El creador de la Logoterapia fue Viktor Emil Frankl, quien nació en Viena, Austria, el 26 de marzo de 1905 y murió el 2 de septiembre de 1997. Viena era entonces capital del Imperio Austro-Húngaro y la capital cultural e intelectual de Europa. Segundo de tres hermanos, (Walter y Estela), Viktor creció en un ambiente familiar funcional lleno de tradiciones y calor humano, sus padres, judíos, transmitían a sus hijos sus creencias, costumbres y valores religiosos. Vivió las dos guerras mundiales.
Ingreso a la Facultad de Medicina de la Universidad de Viena y se especializó en neurología y psiquiatría. En ese tiempo empezó a estudiar los conceptos psicoanalíticos de Sigmund Freud. Reconoció su originalidad, sin embargo, no estaba de acuerdo en algunos de sus planteamientos. En especial, se opuso a la visión determinista y dogmática del psicoanálisis y a su visión reduccionista del ser humano. Para Frankl, la concepción que Freud tenía del hombre era tal que deformaba al ser humano a una caricatura.
Al graduarse de médico, Frankl se unió al grupo de Alfred Adler, pero no coincidía con él en aceptar que la principal motivación del hombre era la tendencia al poder y siguiendo, como siempre, su propio camino, fundó la tercera escuela de psicoterapia vienesa a la que llamó Logoterapia. Dentro de sus conceptos básicos, Frankl incluye, a diferencia del resto de los teóricos de la psicología, incluso los humanistas, el aspecto doloroso de la existencia como algo intrínseco a la naturaleza humana y como oportunidad de desarrollo, aprendizaje y sentido. Uno de sus grandes méritos fue el enlace o inclusión que hizo de disciplinas que, por tradición, se mantenían alejadas: psiquiatría, psicología, filosofía y antropología.
Como si el destino hubiera querido probarlo, es llevado durante la Segunda Guerra Mundial (1942), a los campos de concentración nazis y vive el holocausto. Mueren en diferentes campos de concentración su madre, su padre, su hermano, su cuñada y su esposa Tilly, con quien se había casado apenas hacía nueve meses. Todo su sentido anterior estaba perdido en ese momento… y apareció un nuevo sentido: ¡Sobrevivir! Se prometió a sí mismo que no se quitaría la vida y se propuso aprender algo de aquel terrible lugar para después ponerlo al servicio de la humanidad. Tomó la tarea de ofrecer sus servicios como médico y psicoterapeuta.
No era nada fácil cumplir con sus propósitos. Vivió esos dos años y medio como el prisionero 119 104. Trabajando largas jornadas en climas extremos – fríos de 20°c bajo cero – y todas las carencias humanas inimaginables. Presenciando atrocidades, enfermedades y muertes… día tras día. Frankl reconoce que se apoyó en varios aspectos para lograr sobrevivir:
- La experiencia del amor que sentía por su familia le daban la fuerza para continuar luchando. Como escribiría más tarde, la plenitud de la vida humana está en el amor y se realiza a través de él.
- La vivencia de la naturaleza, ya que esperaba con ansia el momento de contemplar el atardecer en el bosque bávaro y eso daba sentido a su día.
- La experiencia del arte. Se reunía con otros prisioneros en los pocos ratos libres a declamar poesías, a cantar o recordar obras de teatro.
- El sentido del humor fue también un elemento importante para la supervivencia: contaban chistes y se reían de la alegría que les daba oír las sirenas que anunciaban bombardeos, ya que eso les autorizaba a interrumpir el pesado trabajo.
- El sentido del pasado, pero no para quedarse en él, sino para poder soportar la pobreza espiritual del aquí y del ahora, enriqueciéndolo con vivencias anteriores y planes para realizar en un futuro.
- La vivencia de la espiritualidad, porque rezaba continuamente en la barraca. Cuando era posible, rezaban en grupo y cantaban los salmos en hebreo. Para Frankl, la oración es un diálogo íntimo con el más íntimo de los amigos.
- La soledad, por esos breves momentos, era lo que le permitía recuperar algo de su intimidad y privacidad.
Terminada la guerra, hubo que pasar muchos meses para que Frankl pudiera sobreponerse a las experiencias vividas y a sus pérdidas para regresar a trabajar a la Policlínica de Viena. Allí dictó entre lágrimas a varias enfermeras lo que había sido su vivencia en los campos de concentración. Esta publicación es la que se conoce como “El hombre en busca de sentido”, misma que ha sido publicada en 25 idiomas y está inscrita en la Biblioteca del Congreso de Estados Unidos en Washington D.C. ¡en la lista de los 10 libros que han cambiado en curso de la humanidad!
Desde entonces, se dedicó a escribir, a dar conferencias alrededor del mundo, a hacer psicoterapia, a entrenar logoterapeutas, y a transmitir su mensaje, tal como se lo propuso al ingresar al campo de concentración. Se cumplía así aquella frase de “soñad y os quedareis cortos”. Es por ello que el nombre de Logoterapia tiene su origen en la raíz “logos” que quiere decir sentido o significado. Es una psicoterapia centrada en el sentido y como tal provee de asistencia a personas en búsqueda de significado en todos sus intereses humanos. Su convicción incuestionable, básica y fundamental, es que la vida está llena de significado. Que la tarea existencial de la persona es buscarlo, descubrirlo y conservarlo.
W. Soucek, reconoce al psicoanálisis de Sigmund Freud como “La Primera Escuela Vienesa de Psicoterapia” en la cual la voluntad de placer es la línea de motivación de las personas y sus teorías destacan en considerar que los impulsos humanos a nivel psicofísico, especialmente la gratificación del deseo sexual y su represión son las causas de los trastornos psíquicos. Llama a la psicología individual de Alfred Adler “La Segunda Escuela Vienesa de Psicoterapia” la que reconoce que la motivación fundamental de la persona es la voluntad de poder. Su constante afán de poder se debe a profundos sentimientos de inferioridad dentro de las relaciones desarrolladas en el ambiente familiar y social.
Es por lo anterior que la Logoterapia es bautizada como “La Tercera Escuela Vienesa de Psicoterapia”. Esta reconoce la motivación de la personas en la voluntad de significado; es decir, que la primera fuerza motivante del hombre es descubrir el sentido de su existencia. Actualmente la Logoterapia es reconocida como una escuela psicoterapéutica humanista, que permite una comprensión integral de la persona humana.
Los valores como realización del sentido de la vida
Las personas deterministas se debaten entre sus instintos (búsqueda del placer) y sus condicionamientos sociales (búsqueda del poder). Cuando se centran en el placer o en el goce como fin de su existencia, la vida solo puede resultar vacía o frustrante, lo que da como resultado personas esclavizadas que eligen no ser libres. Cuando se centran en el poder como fin de su existencia, son personas que, por buscar el prestigio, el reconocimiento y competir para ello se llenan de ataduras sociales y una sed insaciable de poder, de controlar personas o situaciones. Estas personas abandonan lo esencial por ir en búsqueda de más….¿más de qué?
En realidad, lo primero y esencial de la persona es la búsqueda y realización del sentido de su vida, es decir la búsqueda de una razón para ser feliz. Ni el placer ni el poder son un fin del esfuerzo humano, son realmente un efecto de alcanzar un fin, no el fin mismo. ¿Qué sucede cuando se confunde esta razón esencial de la persona? La persona cae en el vacío y frustración de su existencia, intenta “llenar” este vacío de manera inadecuada y solo logra acrecentarlo. Esta pérdida del sentido que provoca frustración y vacío espiritual es la enfermedad de nuestro tiempo.
Clínicamente, se confirma, actualmente a nivel mundial, un gran crecimiento de adicciones, comportamientos agresivos, suicidios (incluyendo infantiles y juveniles), pérdida de valores personales, sociales y familiares como la infidelidad conyugal o adulterio, por mencionar los más frecuentes. Todas estas situaciones trágicas son reflejo de la frustración de las personas que se alejan cada vez más de descubrir el sentido único de sus vidas, su razón para ser felices. Descubrir y desarrollar los valores existenciales son una de las posibilidades más altas de sentido. La Logoterapia propone los siguientes:
- Valores de Creación: son aquellos que producimos para nosotros y/o para el mundo. Creamos a través de una actividad. Son huellas para el mundo que se transforman en huellas de sentido para nosotros. Las personas se van, pero sus obras quedan. Puede ser el trabajo, los talentos y dones de la persona plasmados en el arte y/o trabajo.
- Valores de Experiencia: son todos los aportes que recibimos al interactuar con el mundo, por su contacto con la naturaleza y contacto con nuestros semejantes a través del amor.
- Valores de Actitud: estos se desarrollan en la forma en que asumimos nuestra existencia. De la actitud que tomamos ante un sufrimiento inevitable, de un sufrimiento que necesita del poder de resistencia del espíritu. Nos permiten observar el mundo de una manera tolerante y digna. Tienen el valor de transformar el más grande e inevitable dolor en el aprendizaje y hallazgo de sentido más importante de nuestras vidas (valor de resiliencia).
Finalizamos recordando que la realización de los valores nos ubica en una vida digna y llena de sentido. Una vida que merece ser vivida. Mientras que la realización de anti-valores solo produce dolor, destrucción, amargura, conductas desviadas, sufrimientos disfrazados de gozo. Solamente en el plano espiritual es que puede encontrarse el sentido de la vida; no con una actitud masoquista, de resignación, sino asumiendo los valores para transformar una experiencia de dolor en una razón para vivir, un elegir ser- libre para agradecer la vida y poder servir a los demás, cada uno desde el ejercicio de su personal vocación.
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