Por Gabriela Arroyo / AFI Joven. Estabas esperándonos en tu sillón rojo. Cada domingo después de misa ansiabas que tus nietos llegaran a tu pueblo, el lugar en el conociste a mi abuelita. Ahí permanecías sentado con puntualidad para la hora del almuerzo, pues disfrutabas comer junto a nosotros. Los nietos abríamos la puerta y se empezaba a escuchar la