El jurado falló a favor de la madre del pequeño, quien pretende someterlo a bloqueadores de pubertad, tratamientos hormonales y una castración química para continuar con el cambio de apariencia de sexo del menor.
James vive en Texas. Tiene siete años y un hermano gemelo. Sus padres, Jeffrey Younger y Anne Georgulas, están divorciados. Su madre le llama Luna y está segura que James se “identifica” como chica. Le pinta las uñas de colores a su hijo y cuando este está con ella, asiste al colegio con vestidos.
Para su padre, James sigue siendo James. Lo llama por su nombre y lo viste como siempre lo ha hecho: como un niño. Jeffrey menciona que su exesposa es quien le ha metido la idea de ser transexual al pequeño.
El caso ha llegado a los juzgados y hace poco, enfrentó su última fase con un fallo en contra del padre, quien se niega a aceptar que su hijo pueda ser transexual.
La pareja se casó en el 2010. Según Georgulas, James comenzó a demostrar que quería ser una chica a los tres años, en 2015, cuando “imitaba a los personajes de la película de Disney Frozen y pedía vestirse como las princesas”.
Un año después, la pareja se divorció y ella obtuvo el permiso para decidir sobre la educación y salud de sus hijos. Aunque Jeffrey debía estar informado de las decisiones, no podía opinar sobre ellas.
El caso comenzó y Georgulas presentó al jurado documentos firmados por “expertos” que confirmaban el supuesto diagnóstico de una disforia de género en el menor. Este recomendaba iniciar el consumo de bloqueadores de la pubertad.
Los psicólogos recomendaron a la familia que dejaran a James en libertad de presentarse como él quisiera. Su madre lo aceptó y siguió sin dudar, pero Jeffrey no compartió la información. Para él, es imposible que James sea transexual y menciona que “solo le dejará vestirse de chica cuando tenga 18 años” si él lo desea.
Georgulas solicitó una orden a de alejamiento contra el padre para que este no pudiera entrar al colegio y pedir que llamaran James a Luna, como ya lo hacen sus maestros.
En respuesta, Jeffrey reclamó la custodia de su hijo y abrió un sitio web para “Salvar a James”. En esta campaña, Jeffrey publicó fotos y videos del menor, haciendo eco entre sectores conservadores e incluso, políticos como el senador Ted Cruz, gobernador de Texas, Ben Shapiro y Donald Trump Jr., hijo del presidente de Estados Unidos.
Jeffrey acusó a su exmujer de abusar sexualmente de su hijo a través de querer someterlo a una castración química y tratamientos médicos irreversibles para continuar su “transición”.
Un fallo devastador para el padre
El caso continúo y luego de escuchar a los padres, a maestros y expertos en el tema, un jurado popular de Dallas falló en contra de Jeffrey con 11 votos a favor de Georgulas, después de una inmensa presión mediática y social por parte de colectivos LGTBI.
El jurado decidió que la actual custodia compartida entre Younger y Georgulas sobre sus hijos gemelos, sea exclusiva de la madre, aunque Jeffrey deberá continuar pagando. Además, cualquier decisión sobre los tratamientos médicos y psicológicos deberá tomarse en conjunto y de común acuerdo entre los dos.
La juez de familia que llevó el caso desestimó la petición de la madre para prohibir que a James se le llame por su nombre real y no como Luna. Sin embargo, Georgulas afirmó durante el juicio que consideraría someter a su hijo a un tratamiento de supresión hormonal si este continuaba con su deseo de identificarse como chica.
Aunque la madre confirma que James siempre se ha sentido como una chica, el padre asegura que el pequeño “es perfectamente feliz como chico”. Además, cree que tratarlo como una chica le causará daños irreversibles.
La sentencia también obligó a los padres a dejar de hablar del caso públicamente por el bien del menor. Por ello, Jeffrey cerró el sitio y retiró la campaña para salvar a su hijo de su madre, quien es descrita por su exesposo como una “activista de la homosexualidad”.
A raíz del debate social y mediático que el caso levantó en todo Estados Unidos, un legislador estatal de Texas anunció que presentará una ley para prohibir que a los menores de edad se les administre supresores hormonales, un tratamiento que aplaza cambios físicos durante la pubertad.
La trombosis, embolia pulmonar, altos triglicéridos, cálculos renales, sobrepeso, disfunción eréctil, infertilidad, hipertensión, diabetes tipo 2, enfermedades cardiovasculares y reducción de la libido son algunas consecuencias de la terapia hormonal de “feminización”, según la Clínica Mayo.
Fuente: Actuall.
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