Lo que se disfraza de una “prometedora solución” para erradicar la discapacidad y malformaciones al alterar la genética humana, es en realidad un juego en donde se ignora la dignidad y libertad de la persona para decidir quién cuenta como ser humano.
A esta práctica se le conoce como eugenesia, la cual busca aplicar leyes biológicas para “perfeccionar” la especie humana. Es un tema discutido en el ámbito científico, médico, político e ideológico, pero sobre todo moral.
Esta práctica lleva a decidir qué características de la persona queremos que prevalezcan. No solo tratan de alterar la genética, sino que lleva al hombre en busca de la perfección humana y aumenta sus ansias de poder al controlar su especie.
En busca del hombre perfecto
Podemos ver cómo la práctica de la eugenesia existe y ha persistido durante siglos. Desde el Consejo de Ancianos en la antigua Grecia, quienes arrojaban al mar o desde un acantilado a los niños anormales; hasta el horror del holocausto para exterminar a la comunidad judía.
Se reconoce al eugenista británico Sir Francis Galton, como el primero en implementar el término “eugenesia”, al describirla como los individuos “bien nacidos, de noble origen y de buena raza”. Lo que intentaba, era mejorar las cualidades innatas de una raza para que alcanzara su superioridad.
Es claro que Hitler estuvo influenciado por esta idea, tomando como base el pensamiento de Heidegeer y el nihilismo de Nietzsche, el cual proponía la idea del Super-Hombre: “¡Bien! ¡Adelante! ¡Vosotros hombres superiores! Ahora es cuando gira la montaña del futuro humano. Dios ha muerto: ahora nosotros queremos que viva el superhombre”, escribe Nietzsche en el libro Así habló Zaratustra.
Nietzsche afirmaba que “la moral es el reverso de la voluntad de vivir… mientras creemos en la moral, condenamos la vida”. Y es claro que a la eugenesia no le importa la moral, sino que prevalece ante todo el poder.
Pero no solo fue en Alemania, sino que en varios países se implementó la eugenesia, sobre todo en los S.XX y XXI. En Estados Unidos, se ha desarrollado fuertemente. Antes categorizaban a la población como “lunáticos e idiotas”; en 1903 como “epilépticos e insanos”; y a mediados del S. XX, se aprobaron leyes contra inmigrantes para frenar la “amenaza del deterioro racial”.
Un crimen global: tener discapacidad
En la actualidad, se lleva esta práctica a la implementación de políticas para mejorar ciertos grupos de personas o que prevalezcan rasgos específicos. Existen quienes dividen a la eugenesia como negativa y positiva. La primera, se explica como un intento de eliminar a la población según ciertas características. La segunda, defiende la implementación de políticas y prácticas con el fin de incidir en la genética y eliminar las malformaciones.
Este es el caso de Islandia. El mundo lo ha aplaudido, ya que son el país en donde el Síndrome de Down está a punto de desaparecer. Al año, solo se registran 1 o 2 niños que nacen con el síndrome. Si se conoce que el niño tiene posibilidades de nacer con síndrome de Down, se puede abortar.
“Entiendo que hemos básicamente erradicado el Síndrome de Down en nuestra sociedad. Es muy difícil que haya un chico con el síndrome en Islandia. No creo que haya nada malo en aspirar a tener unos niños saludables, pero cuán lejos deberíamos ir en conseguir esos objetivos es una decisión muy complicada”, indicó Kari Stefansson, fundador de deCode Genetics, empresa dedicada a la genética.
Por su parte, el gobierno de Chipre ha implementado iniciativas eugenésicas para erradicar la talasemia, una anemia hereditaria. A las mujeres que tuvieran la enfermedad en sus genes, también les era permitido abortar.
En Estados Unidos celebraron al seleccionar un embrión cuyo genoma no poseía el gen causante de un determinado tipo de Alzheimer. Ante ello la Dra. Angela Aparisi Miralles, directora del Instituto de Derechos Humanos de la Universidad de Navarra, afirma en su artículo Selección genética de embriones y dignidad humana que: “…el valor intrínseco de un ser humano, en este caso del embrión, se hace depender, fundamentalmente, de sus características genotípicas. En cualquier caso, el rechazo a la patología o al «defecto genético» se hace extensivo al portador del mismo”.
Las consecuencias de la eugenesia
Muchos de los eugenistas se reconocen como neomalthusianos, ya que intentan limitar la cantidad de la población al eliminar a quienes no tienen probabilidades de sobrevivir.
Ellos piensan: ¿por qué gastar los alimentos que tanto nos cuesta producir en una especie débil, cuando podemos enfocarnos solo en una superior?
O si nos vamos a China, la Ley de Hijo Único provocó un desequilibrio demográfico, por lo que en el 2015 el Parlamento Chino modificó la ley para que se pudieran tener dos hijos, siempre y cuando el primero fuera niña. Se producen así abortos y esterilizaciones obligatorias.
La libertad se ve afectada y vemos como la eugenesia lleva una gran carga discriminatoria. Además, es claro que la dignidad no es selectiva, ya que está intrínseca en la persona humana. Sin embargo, la eugenesia promueve la exclusión y eliminación de todo aquello que no es “perfecto” o no “conviene en ese momento”.
Diversas políticas se han implementado para garantizar que sobreviva solo lo mejor de la especie humana: certificados médicos prenupciales, esterilización forzada de ciertos grupos de personas, abortos eugenésicos, control diferencial de natalidad y control de inmigración.
Al intentar hacer realidad la idea del Super-Hombre, nos estamos deshumanizando. ¿Quién decide qué es perfecto? ¿Acaso un niño con síndrome de Down no tiene igual dignidad que los demás? ¿Se puede abortar a un niño solo porque tiene probabilidad en sus genes de nacer con alguna discapacidad?
Sir Francis intentaba que solo las personas inteligentes procrearan para que ninguna persona naciera “tonta” y fomentaba solo la reproducción de quienes tenían características superiores.
¿No estamos haciendo lo mismo ahora decidiendo qué vida vale? Que no nos extrañe que sea común que se nos den menús para seleccionar qué características queremos que tengan los bebés. No solo se pide que los niños no tengan discapacidad, sino que se trata la vida como un juego.
Seleccionamos color de ojos, piel, lo que prefiramos. Como si la vida de los otros nos perteneciera y pudiéramos decidir sobre ella. Pero solo fomentamos la discriminación y atentamos contra la libertad y la dignidad de la persona.
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