Aborto, el verdadero genocidio

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Por Julio Abdel Aziz Valdez

Este fin de año, en Guatemala nos enfrascamos en la misma discusión: si hubo o no hubo genocidio. Resulta altamente contradictorio el hecho que, de un plumazo de la corrección política, haya desaparecido el conflicto armado y solo haya reclamos por la idea implantada de un genocidio que además. ya se ha traducido en el pago de millones de quetzales en resarcimientos.

Los abortistas locales muy hábilmente han desviado la profundidad del concepto genocidio a esa narrativa que reinterpreta la historia a su voluntad. Ahora resulta que el impulsar políticas de eugenesia y de ampliar la práctica del aborto entre adolescentes, que son las más afectadas por embarazos tempranos, no es promover el asesinato en masa. Esa definición no cabe en su idea retorcida y manipulada de genocidio.

Vaya conciencias tan retorcidas las que se esconden detrás de la lucha contra la violación sin tocar al violador, sin condenarlo, violaciones sin violadores. Disfrazan los abortos para todas las embarazadas como un «derecho», pero es esconder, detrás de eufemismos pseudo humanistas, el asesinato o peor aún, el planteamiento de que “el embarazo habrá de ser deseado” cuando en realidad debería decir “las relaciones sexuales deberían ser deseadas”.

En fin, tanta falacia, tanta manipulación para que las jóvenes conciencias salgan a la calle a lucir sus pañuelos verdes en forma de protesta, de resistencia hacia el Estado que las «obliga a parir». Vaya forma de manipular la realidad. Este genocidio, a diferencia de la imagen del politizado en Guatemala o incluso en la misma Argentina, donde se acaba de legalizar el aborto; tiene responsables intelectuales claramente diferenciados: mucha plata e impunidad para impulsar sus tergiversaciones de la realidad acompañada de programas para adoctrinar a miles de jóvenes para que justifiquen la pérdida completa de humanidad y hedonismo.

La búsqueda del reconocimiento de la legalidad del aborto, en cualquier parte del mundo, es el punto de partida para el genocidio y quienes lo promueven son genocidas, así de sencillo. No hay justificación suficientemente válida, incluyendo el drama del embarazo adolescente que podría ser abordado desde decenas de iniciativas, incluyendo la educación sexual en afectividad y científica, pero sobre todo, pasando por el incremento de las oportunidades de formación, empleo y crecimiento humano.

La legalización del aborto nunca podrá ser el faro que ilumine a la mujer ni a nadie que interponga la vida humana como primicia de verdad. No, el aborto legal es el inicio del fin de la chispa de humanidad que tenemos en la sociedad y nunca podrá ser definido como un derecho porque la muerte de un ser humano no puede justificar las comodidades de nadie.

La lucha contra la legalización del aborto es ahora una prioridad política para todos los que aman la vida, no para subyugar a la mujer que hoy es más libre de decidir si quiere o no la maternidad, una decisión que se toma antes mucho antes de la concepción. El aceptar el aborto es aceptar el genocidio, es reconocer que la muerte de inocentes se puede decretar, es legalizar el libertinaje de los deseos, es hacer irresponsables a los responsables, es suponer que el arrebatar una vida es un acto válido en función de seguir con la fiesta.

Cuanto daño moral hay en quienes sostienen que este genocidio es válido en función de una idea retorcida de libertad o peor aún, de civilización. Es el eterno complejo de inferioridad ante las potencias imperialistas que se erigen ahora, no solo con sus fuentes inagotables de dinero, sino de esa superioridad moral que le encanta esgrimir a la izquierda necrófila, la nueva izquierda del siglo XXI.

Foto de portada: Forbes México.

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