Afectados por los videojuegos y por los celulares

Se hacía notar que una vez aceptado el peligro adicción a los videojuegos, se espera que los países lo tomen en cuenta a la hora de planificar sus estrategias de salud, y que lo contemplen en su cobertura sanitaria.

Justo ese hábito, el de postergar o no prestar atención a los deberes urgentes por priorizar el videojuego, la Organización Mundial de la Salud (OMS) ha tomado en cuenta para declarar un nuevo trastorno, el de adicción a los juegos virtuales, e incluirlo en su Clasificación Internacional de Enfermedades (ICD, por sus siglas en inglés).

La definición del trastorno que la ICD registra oficialmente desde este momento y que entrará en vigor en 2022, subraya que se puede constatar la presencia de la afección cuando el individuo pierde el control sobre el tiempo que dedica al videojuego y le da precedencia sobre otras actividades diarias, incluso a pesar de las consecuencias negativas que ello puede acarrearle en lo personal y en sus relaciones familiares, sociales, laborales, etc., durante un período de al menos 12 meses.

Precisamente una reciente publicación que se refería a una moderna enfermedad que tiene como síntoma el estar consultando exageradamente el celular, “sufrir” cuando lo olvidó…. y que puede llevar a sensaciones como congoja, inquietud, mal humor e incluso dificultad en concentrarse en otros trabajos en que no le era necesario… Es una enfermedad que se llama nomofobia, palabra que se deriva del término inglés no-mobile-phone-phobia: miedo a no tener el celular: algo necesario por el actual ritmo de vida y a su interacción con otros dispositivos.

Es éste un tema que, aunque comienza en la intimidad familiar, puede ser decisivo en configurar una entera sociedad. Estamos en una generación -jóvenes y no tan jóvenes- que algunos llaman de los IMers, del instant messaging (IM), que hace su vida social en la red y el celular. Cosas útiles e incluso necesarias, pero que pueden mantenernos fuera del contacto humano, haciendo que las relaciones familiares sean necesariamente por e-mail o se reduzcan al celular. Y quedaríamos entonces en una relación necesariamente superficial.

Porque aunque a veces se comenta que los jóvenes necesitan estar siempre conectados; la realidad es que muchos mayores también necesitan estar online… hasta  más que los jóvenes. A todos afecta. Estudios médicos detectan patologías de adicción tecnológica, incluida la tendencia a aislarse y el síndrome de abstinencia: y cuando están privados de contactos de celular o de Internet pueden tener reacciones enfermizas de ansiedad.

Y relativo a este último punto, en las consultas de psicología se ve cada vez más este ‘fenómeno’, donde tratan matrimonios con dificultades en las relaciones, incluso con riesgo de  ruptura.

En esta misma línea se comentó en su momento que algunos responsabilizaban al WhatsApp de haber causado múltiples separaciones matrimoniales en todo el mundo. Y lo culpaba a dos de las funciones de esta aplicación: la que indica que el mensaje ha llegado al receptor (aunque no lo haya leído), y la vista de la hora exacta de la última conexión. Y que Estas dos opciones pueden generar un clima de desconfianza, al ver que el otro no “ha querido” contestar…

Investigaciones de psicólogos sobre la comunicación de actitudes y sentimientos llevan a la conclusión de que la comunicación digital cuenta solamente un 7%, mientras que la comunicación analógica, es decir la voz (38%) y la expresividad (55%), el resto especialmente en la transmisión de sentimientos, la intensidad, el volumen, el tono, el ritmo y la velocidad de la voz, así como los gestos, la mirada y las posturas, son mucho más decisivos que lo que se dice.

Concretamente la comunicación digital hay que utilizarla para lo que sirve: para dar recados y poco más, y no pedirle que sustituya a una conversación personal. En fin, tema complejo, pero que debe plantearse en lo personal y concreto de cada uno pero interesa a los que nos rodean…


Una colaboración de José Joaquín Camacho.


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