Buzz Lightyear, de la reivindicación progresista al consumo de una Coca Cola

Es tan sencillo como esto: si estas de acuerdo con un beso lésbico en un film animado para niños, Lightyear, ahora eres una «persona abierta, moderna, sensible, solidaria, progresista, abierta, humana», en fin, todos los adjetivos para lo que se puede definir simple y sencillamente como una persona con moral superior. Esto, frente a quienes objetan este contenido: ellos son retrógradas, conservadores, cerrados, inhumanos que además están de acuerdo con la muerte de quienes creen y viven diferente, o sea todo lo negativo. ¡Falso!

Frente a la controversia hubo llamados a la censura, lo que representa un paso errado para la libertad de expresión, pero que se entiende la emotividad en tanto que hay ya un avalancha de parte de los productores de contenido, como son Disney y Netflix, en cuanto a imponer esos nuevos referentes. Nunca antes la dependencia hacia este tipo de contenidos había sido tan alta. El promedio de tiempo que pasamos frente a un televisor consumiendo contenido es mayor, sobre todo en tiempos de pandemia

Tenemos entretenimiento al alcance de la mano y nos preguntamos, ¿por qué esa necesidad de sexualizar a los personajes animados dirigidos a la primera infancia? A ver, hace tiempo el sexo es omnipresente en el cine y la televisión occidental, de ahí la clasificación que se hace de los filmes para advertir a los padres de familia sobre su exposición a menores. Gran parte de los niños que podrían ver Ligthyear ya han sido expuestos a estas imágenes e incluso, muchos ya habrán mostrado su extrañeza y curiosidad con sus padres.

Pero la discusión no va sobre este film en particular, sino sobre el hartazgo de que la voz del consumidor no se tome en cuenta. No habría demasiado problema si esta película no fuera asociada con otras cuatro películas de Toy Story, con personajes que aparecen en artículos de todo tipo: ropa, loncheras, juguetes, etc. El reducir el disgusto a que si ven las imágenes de un beso lésbico los niños se van a contagiar de «energía lésbica» es ridículo, pero también lo es el considerar que los padres de familia, como consumidores de esta propaganda y contenido, que es eso al final, no tienen más destino que sentarse con sus hijos a ver un programa o película, callar y por supuesto, seguir consumiendo.

No. Hay que ser enfáticos. Los consumidores de estos contenidos tienen la ultima palabra y no deben considerarse como autómatas acríticos. Ellos tienen voz y voto, pueden opinar y sobre todo no consumir. Los argumentos a usar pueden ser lo que deseen. No debemos renunciar a nuestro derecho a opinar con el argumento de los dobles estándares o de la ironía que usan quienes creen que estas imágenes son inevitables o peor aún, de quienes creen que por hacer burla del disgusto se acercan más a lo correcto.

Tienen más solvencia moral porque aceptan pasiva o solidariamente la forma en que la industria multimillonaria de Disney moldea sus conciencias en la idea de modernidad con elasticidad sexual. Esta no es la única película con esta intención, pero es la que más ocupa espacio en la discusión actualmente porque es la que abiertamente intenta moldear o normalizar situaciones alrededor de personajes ya posicionados en el imaginario de fantasía de la niñez en occidente.

Para quienes se burlan de las molestias que ocasiona esta escena y contenido en general, y creen que están frente a una nueva inquisición, el mensaje es: eduquen a sus hijos como quieran, es su derecho, pero no intenten imponer esas ideas de lo que es correcto a los demás, no asuman que fuera de sus mentes no hay más realidad. Le están cediendo el poder a la multinacionales de definir qué es lo correcto e incorrecto y claro, como una generación que necesita de ser reafirmada en que «tiene la razón», asumen que ese beso entre dos mujeres es una conquista de un colectivo reprimido. No hay nada más alejado de la razón. Esa imagen es más el triunfo de quien la embotelló, la vendió como producto y no contento con ello cuenta con un ejército de fans que creen que al defender el producto son mejores personas que todos los demás.


 

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Foto: Al Día News

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