El aborto en Cuba, una revisión al mito revolucionario

En las últimas semanas, el hartazgo de los cubanos al régimen dictatorial ha ocupado las redes sociales y no podíamos dejar de brindarles nuestro apoyo. Aquello que fue presentado como la solución a todos los problemas sociales en 1959, en tan solo un par de años, se convirtió en una de las dictaduras más férreas y empobrecedoras que ha habido en occidente. Contradictoriamente, también ha sido la más venerada por una izquierda apologética de los movimientos armados, del marxismo y, en los últimos años, del aborto, feminismo, identitarismo, etnicismo y todas las expresiones postmodernas del socialismo cultural.

En los últimos años, ha proliferado con fuerza el activismo promuerte en todo el continente y, dada la cercanía de estos hechos, es bueno recordar la constante mención, por parte de ese mismo activismo, sobre los supuestos avances de la isla en cuanto el acceso universal al aborto, presentado con bombos y platillos como una más de las conquistas revolucionarias cubanas.

Según el sitio web LATFEM, la periodista Tania González afirma que “en 1961, el país cubano sacó de la clandestinidad la práctica y en 1965 creó la base legal para que pudiera realizarse en el marco del Sistema Nacional de Salud”. Con esto, “la cifra de muerte materna por abortos inseguros de más de 60 por cada 100 mil nacimientos luego de la modificación de la norma se redujo a casi 0”. La misma periodista utiliza el argumento acuñado por el abortismo latinoamericano, en cuanto a que «la alta sociedad sí podía acceder a servicios de salud seguros, por lo que esas muertes se producían en su mayoría entre las más pobres», dicho en otras palabras, el aborto era la forma de romper con el pasado de exclusión social.

Pero si algo han desnudado las manifestaciones de hoy en día es que ni hay salud, ni desarrollo social. Es más, la tan afamada salud de «primer mundo», que se ha mantenido con la manipulación grotesca de cifras, no es tal. No dudo que el acceso al aborto en Cuba sea «universal», pero, luego de ver cómo lucen los hospitales, dudo que sea de la «calidad» que afirmaban antes solo tenían las clases privilegiadas.

Cabe preguntar, de cara a los actuales acontecimientos: ¿Es acaso el acceso al aborto en Cuba un tema de justicia social? Respuesta: No. El aborto se convirtió en una política que iba dirigida a frenar el crecimiento poblacional. Recordemos que el socialismo, en su trayecto, es incapaz de generar bienestar. En la Cuba revolucionaria el acceso a los anticonceptivos y «educación» sexual no eran suficientes para dar el salto cualitativo que tanto pregonaba, es más, la década de los sesenta vio pasar infinidad de programas de anticoncepción, incluso forzada, en todo el mundo. Las familias numerosas eran consideradas como un freno al desarrollo y caldo de cultivo para el descontento, pero el límite a tales programas era el aborto, el cual tuvo y tiene vehemente resistencia. En el caso de la reingeniería cubana, el aborto se popularizó, lamentablemente.

La ampliación del gasto social comunista, además de sus carrera armamentista, subsidiada por la antigua Unión Soviética, y el mantenimiento de su enorme e inútil ejército apremiaban la carrera por parar el crecimiento demográfico. De ahí que el aborto se convirtió en la joya de la corona de la política de una supuesta salud reproductiva.

Adicionalmente, con el fin de las libertades políticas, la libre expresión de ideas, el derecho al disenso y el supuesto logro de la libertad sexual, los llamados tabúes impuestos por el «conservadurismo cristiano» habían muerto. La vida sexual del cubano promedio se hizo prematura, pero sin consecuencias una vez el Estado no solo aseguraba el aborto, sino que justificaba el mismo desde la narrativa de la conquista de la revolución. Este discurso pega contra la pared cuando en los ochenta, con la industria del turismo en auge, los índices de contagio de VIH se dispararon por las nubes y no solo en población homosexual. Cuando aún estaba con vida el socialismo en la URSS y la Guerra Fría en sus últimos estertores, el drama de la pandemia de VIH Sida pasó a un tercer plano. Esta fue una subsecuencia del aborto institucional, del «hacerlo y no pensar en la consecuencia mañana». Adicionalmente, el Estado sustituye el papel del padre proveedor, lo que terminó de des estructurar a la sociedad.

Hoy, los pobres, los condenados de la tierra, como diría Fannon, salen a la calle y, en sus pisadas, confirman que todo aquello que había sido presentado como logros, era solo una ilusión óptica. Los abortistas en el mundo están temerosos de que el castillo de naipes de la revolución caiga y con ella, la criminal justificación de que el aborto es la cura para la desigualdad y pobreza.

Las opiniones expresadas en este blog son propiedad de sus autores.

Foto: Prensa Libre


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