Esperar con esperanza

Algunas veces nos toca esperar. De éstas, algunas veces sabemos qué y por qué esperamos mientras que otras no; es allí donde nos desesperamos.


Esperar requiere virtud de carácter. Sin embargo, cuando sabemos que obtendremos algo concreto al final y que tomará un tiempo bien determinado, pareciera que es más fácil hacerlo. Incluso, trabajar en ello se convierte en un reto a conquistar. Pero cuando no entendemos qué está sucediendo, ni por qué, nuestra templanza se ve amenazada.

Lo más difícil de todo es la forma en que podemos llegar a maltratarnos a nosotros mismos por no estar logrando metas y objetivos identificables, acciones concretas que como seres humanos necesitamos ver y mostrar a los demás. Así que empezamos a tener esos pensamientos de insuficiencia e ineptitud sobre nosotros mismos; a veces como un susurro malévolo detrás de nuestra mente.

Esas cosas pasan, más frecuentemente de lo que imaginamos, y les pasan a todos. Es importante identificarlas y abordarlas tempranamente para evitar que echen raíz en nuestra vida. Pero también es importante saber que existen y que son normales. Es decir, no soy una mala persona por experimentarlas.

El ser humano tiene la capacidad de esperar gracias a algo que no es tangible: la Esperanza. La Esperanza proviene de una certeza, de un convencimiento, de una firme creencia. Quien espera confiando en que recibirá lo prometido vive en la Esperanza. Quien espera sin tener una razón, desespera rápidamente.

Actualmente, esperamos confiando en que el peligro de la pandemia desaparecerá después de un tiempo y podremos retomar el control de nuestra vida. Sin embargo, cuando vemos noticias desalentadoras, queremos tirar todo nuestro esfuerzo por la borda e ignorar la situación. Por el contrario, cuando recibimos noticias alentadoras, nuestra Esperanza se renueva al vislumbrar una victoria sobre el problema.

Para los esposos que no han logrado tener hijos, el deseo de algo concreto (tener un hijo) mantiene en ellos la Esperanza y los mueve a trabajar para lograrlo. Si no lo consiguen con sus esfuerzos iniciales, se plantean nuevamente ese deseo y definen un camino a seguir. Tal camino podría ser la búsqueda de nuevos tratamientos o el cese de la misma, así como podría ser la adopción.

Entre el menú de opciones se encuentran con las Terapias Artificiales de Reproducción o Terapias de Reproducción Asistida (TAR o TRA). Muchas veces, dichas terapias son vistas como el último y mejor recurso, ya que son mercadeadas como lo más avanzado en la tecnología médica.

En realidad, se necesita entender claramente por qué no son aconsejables las TAR. A primera vista parecen ser maravillosas; un gran avance de la ciencia y de la humanidad, no digamos, una gran oportunidad. Generalmente, no se ofrecen los detalles de los procesos y las implicaciones negativas que los mismos tienen a diferentes niveles: biológico, psicológico, económico, moral, espiritual, etc.

Algunas parejas logran informarse correctamente con relación a las opciones y optan por evitar las TAR. Para estas parejas, tener que enfrentarse con su realidad y, además, tener que renunciar a la aparentemente “única oportunidad” que las Terapias Artificiales de Reproducción les ofrecen, no es tan sencillo.

Muchos pueden opinar al respecto, pero son estas dos personas las que tienen que pasar por esa prueba. Algunos incluso los criticarán duramente por no aprovechar la oportunidad que dichas terapias les ofrecen. Quienes lo han vivido o lo viven actualmente saben lo que se siente: “es como estar entre la espada y la pared”.

El aislamiento social que hoy experimentamos a raíz de un virus puede ayudarnos a entender parcialmente lo que estas parejas viven al no tener hijos. Muchas veces no son invitados a eventos sociales ya que son “eventos para niños”, otras veces no quieren ir porque se sienten inadecuados para la ocasión o simplemente porque no tienen a quién llevar (un hijo), etcétera.

Durante los procesos de TAR se da una manipulación de la naturaleza humana, la cual pone en riesgo la integridad de la mujer, del hombre y de su progenie. Se toman decisiones basadas en criterios puramente prácticos, pero que distan mucho de ser los ideales, dejando de lado todos los otros aspectos que integran a las personas implicadas en el proceso. Los protocolos se alejan mucho de lo que sería un proceso reproductivo natural.

Es en ese punto en el que las personas pueden tener este conflicto interno a la hora de decidir qué ruta seguir. Muchos hablan de hacer realidad el deseo de ser padres, pero todos sabemos que eso no es suficiente. Necesitamos sumergirnos en la profundidad del alma y descubrir nuestras prioridades, aún en medio de nuestra situación. Allí encontraremos la respuesta. Nuestra vida puede ser plena en cualquier circunstancia si tenemos la certeza de recibir algo grande independientemente de nuestra realidad actual.

Si llegamos a ese punto, en el cual entendemos nuestra misión y nuestro propósito en la vida, sabremos que algunos conseguiremos ser padres, mientras que otros no. Eso no nos define. A diferencia de quienes sólo se dejan llevar por la corriente impetuosa que los presiona, podremos tener una vida plena.

La Esperanza juega un papel fundamental en nuestras elecciones. ¿Cuál es mi anhelo? ¿Cuál es mi objetivo? ¿A qué bien superior me dirijo? ¿Cuál es mi certeza? Si creo, si confío, si espero, puedo dejar ir lo que no tengo. Puedo compartir con alegría que existe una alternativa terapéutica para quienes están enfrentados a esta situación. Sí existe una alternativa realista, saludable, respetuosa, integral, ética, práctica y accesible. Por eso escribo en este blog, para que todos lo sepan.

Tener Esperanza implica mantener la ilusión. Esa ilusión de vivir, de sonreír, de seguir, de amar otra vez. La Esperanza trasciende, y no depende de la situación actual, va más allá de lo que conocemos. La Esperanza nos lleva de la mano a creer nuevamente en que existe un plan para nosotros y que ese plan es BUENO.


Las opiniones expresadas en este blog son propiedad del autor.

Comments are closed.