Hacia la política, moral y la persona

Pensar en la persona como el fin último de la política no es más que buscar un ordenamiento social más justo y coherente con la dignidad de la persona humana.


Estamos en plena campaña electoral, y pareciera que en esta carrera, cada candidato, cada político dice poseer la verdad, su verdad. Si todo poseyeran la verdad, nada sería verdad; una prueba más de la existencia del relativismo en la política. De cara a estas elecciones, vale repasar algunos principios en política que probablemente hayamos olvidado en medio de este circo electoral.

El voto es, por excelencia, la manera directa de participación política. También, la participación en política optando a cargos públicos o puestos parlamentarios o la creación de movimientos políticos y ciudadanos que busquen contribuir y fiscalizar el actuar de nuestros gobernantes y funcionarios. Pero política también es el cumplimiento de los deberes ciudadanos, en conformidad con los valores congruentes con la conciencia y la razón. Todas las acciones que se lleven a cabo, y sirvan para alcanzar el bien común tendrán un tinte político, pues nacen de las necesidades de la sociedad en la que vivimos. En este embrollo político, se vale discrepar y es sano; al final, para alcanzar el bien común muchos son los caminos.

Guatemala se enfrenta hoy a problemas complejos como la desnutrición, la mala calidad educativa y su falta de acceso, la inseguridad, el desempleo, la falta de acceso a la salud, entre mucho otros. A esto se le suma un relativismo cultural con un creciente pluralismo ético. No es extraño escuchar ofertas electorales en donde cada candidato expone su “preferencias morales y éticas”, ¡cómo olvidar aquel candidato que se vanagloriaba de haberle quitado la vida a dos hombres!

Pero lo cierto  es que, los graves conflictos internos del siglo XX, en donde se redujo el concepto de persona humana, prueban que la razón la llevan aquellos ciudadanos que consideran falsa la teoría relativista, en donde todo vale. La razón la llevan aquellos que izan la bandera de la moral, inherente a la naturaleza del ser humano, a cuyo juicio debe someterse la concepción del ser humano, del bien común y del Estado. Solo desde aquí, se puede pretender buscar soluciones reales para la dignidad de todos los guatemaltecos, especialmente de aquellos que más sufren.

Todas las actividades políticas apuntan a la búsqueda del bien común para hombres y mujeres. Este camino no puede estar entonces viciado, por lo que existen forzosamente principios éticos no negociables en este caminar. Así, la vida en democracia solo se hace posible ante una recta concepción de la persona. Nuestra Constitución no se equivoca al afirmar,  en su primer artículo que, “El Estado de Guatemala se organiza para proteger a la persona (…)” . Todos los problemas que las campañas electoral prometen solucionar, son últimamente problemas de personas.

De allí, que los principios no negociables, ante nuestra realidad, versan sobre la protección de la persona y su derecho más fundamental: la vida. Los políticos no solamente tienen entonces la obligación de promover a la persona, sino de manifestarse en contra de todas aquellas acciones que atenten en contra de la vida de la persona desde su concepción hasta su muerte natural. Aunque este compromiso político no basta para solucionar todas las problemáticas sociales, es un presupuesto necesario para poder continuar.

La política está entonces íntimamente ligada a la moral, con principios referentes a la protección de la persona que son irrenunciables. Esta protección de la persona humana, deriva necesariamente en la protección del embrión humano, la familia como génesis de la sociedad, la libertad de los padres de poder educar a sus hijos, como primeros y principales educadores, etc. De esto derivará el desarrollo de una economía que esté al servicio de la persona y del bien común.

En esencia no puede concebirse la política sin la protección de la persona en cualquiera de sus etapas, aquel político que de alguna manera se opone a la persona, debería ser descartado por cualquier ciudadano que razone, en conciencia, su voto.

Pensar en la persona como el fin ultimo de la política, no es más que buscar un ordenamiento social más justo y coherente con la dignidad de la persona humana.

Nos toca cuestionar, investigar y decidir, en conciencia, el rumbo de nuestro país.  


Editorial.


 

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