La amistad, un regalo digno de heredar

“El investigador neurocientífico John Cacioppo de la Universidad de Chicago ha estado estudiando la soledad durante más de 20 años. Define la soledad como – la percepción de un aislamiento social-. Experimentamos la soledad cuando nos sentimos desconectados” (1).


Que belleza de aclaración, ¿cierto? Y dada la coyuntura actual, se comprende mejor. Fui a mis recuerdos y haciendo memoria, cuando era pequeña y durante toda mi adolescencia nunca supe que mi mamá tuviera una amiga. No recuerdo que hablara regularmente con alguien o que le buscaran o que ella llamara. No sé si fue algo cultural en la época, o había menos tecnología, quizás fue por su temperamento o posiblemente al haber sido madre joven sus círculos se limitaron.

Lo he pensado, pero creo que todo lo anterior tendrá algo de verdad. El punto es que si mal no recuerdo, mis hermanos, más que yo (broma), debimos ser levemente irritantes y mi joven mamá debió lidiar con todo aquello con lo que pudo y con lo que tuvo.

Casi 20 años después, aquí estoy con unas pocas, pero buenas amigas. No daré nombres, pero se reconocerán. No compartimos las mismas ideologías, de hecho, por lo general somos antagónicas. Usualmente, me tachan de “intensa” y yo con tan solo un gesto les confirmo la hipótesis.

A veces nos distanciamos; en días de suerte platicamos más, difícilmente nos podemos ver porque no alcanzamos ni a ponernos de acuerdo en el lugar y la hora. Sin siquiera pedir el consejo, ellas o yo lo estamos dando. No me hace sentido o quizás me perdí en la idea, pero hay algo que amo y es que me siento conectada con ellas. Pocas, pero la amistad ha sobrevivido pese a nosotras mismas y a los años.

No, no es una amistad perfecta, incluso por eso a veces nos distanciamos, creo. Con excepción de una o dos, todas somos madres ahora. Mis hijos ya se saben sus nombres, les encanta que les cuente que estudiamos juntas o que trabajamos en el mismo lugar.

Aprovecho la oportunidad para decirles a mis chicos lo importante de darle valor a las relaciones saludables. No sé si mis hijos serán grandes amigos de los hijos de mis amigas, espero que sí, pero independientemente de eso, creo que hemos podido modelar el valor de la amistad.

Esa amiga con la que te pasaste papeles, ahora es la madre con que te tomas un café eventualmente y hablan de cosas más serias. Y mi hija, que es tan expresiva, sólo se ríe como con emoción de “wow, cuando usemos tacones”. Creo que al verme interactuar con mis amigas, acudir a babyshowers, bodas, cumpleaños, a un café quizás y contarles alguna historia que compartí con esa amiga que veré, recibe un hermoso mensaje: el valor de la amistad, de sembrarla, de cultivarla y cuidarla.

Yo no tengo memorias de mi mamá con amigas, pero tengo el recuerdo de haber sentido que lo necesitaba. Ahora, espero cambiar la historia y heredar a mis hijos el hermoso regalo de la amistad.

En esta época de “aislamiento social”, me siento altamente conectada. Gracias amigas, me han permitido mostrarle a mis hijos lo valioso de las relaciones. Gracias también por esas incoherencias en Whatsapp, los stickers que odio, las contradicciones, las quejas (shshsh) y una que otra conversación seria. ¡Muchas gracias!


  1. Brown Brené. “Desafiando la Tierra Salvaje”. Página 63


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One Comment

  1. Maria Morales-
    16 abril, 2020 at 4:51 pm

    Excelente artículo, totalmente identificada. Gracias por compartirlo.